Paciencia por Dr. Wayne Dyer

Paciencia por Dr. Wayne Dyer


“No desees que las cosas se hagan deprisa. No te fijes en las pequeñas ventajas. Desear que las cosas se hagan deprisa impide que se hagan bien. Fijarse en las pequeñas ventajas impide realizar grandes empresas.” - CONFUCIO (551a.C.-479a.C.)

Confucio fue un maestro y filósofo chino, cuyo pensamiento tuvo una gran influencia en la vida y la cultura de su país durante casi dos mil años.

Tengo esta cita del antiguo maestro y filósofo chino Confucio pegada sobre mi máquina de escribir como recordatorio para no hacer nada que pueda impedir que se cumplan las «grandes empresas». Son muchas las cosas que nuestra naturaleza puede enseñarnos sobre el modo en que obstaculizamos nuestra grandeza. Sin embargo, solemos olvidar los dictados de nuestra naturaleza en favor de lo que nos dicta nuestra mente.

Paciencia por  Dr. Wayne Dyer

La paciencia es el ingrediente clave en el proceso del mundo natural y en nuestro mundo personal. Por ejemplo, si me hago un arañazo en el brazo o me rompo un hueso, el proceso de curación tiene lugar a su propio ritmo, independientemente de cualquier opinión que yo pueda tener al respecto. Eso es el mundo natural en acción. Mi deseo de que se cure pronto no sirve de nada. Si aplico esta impaciencia a mi mundo personal, estaré poniendo trabas para que sane apropiadamente, como advirtió Confucio hace veinticinco siglos. Shakespeare manifestó una opinión similar a la de este antiguo predecesor chino cuando escribió: «¡Qué pobres son los que no tienen paciencia! ¿Qué herida que se haya curado jamás no lo ha hecho gradualmente?».

Cuando era niño, recuerdo haber plantado en primavera algunas semillas de rábanos. Cuando llegaba el comienzo del verano, observaba los tallos verdes sobresaliendo de la tierra. Los veía crecer un poco cada día, hasta que al final ya no podía esperar más y empezaba a tirar de los brotes para intentar que crecieran más rápido. Todavía no había aprendido que la naturaleza revela sus secretos en el momento preciso. Cuando tiraba de las pequeñas hojitas, del suelo emergían rábanos sin formar; mi impaciencia infantil, que me impulsaba a querer verlos crecidos cuanto antes, era precisamente lo que impedía que llegaran a formarse. Ahora, cuando me preguntan si estoy decepcionado porque alguno de mis libros no aparece en la lista de best-sellers como los anteriores, pienso en esta observación del sabio chino: «Las grandes cosas no temen al tiempo». ¡Qué gran cumplido para el genio de Confucio que sus palabras todavía se citen hoy en día y que aún se aplique su conocimiento veinticinco siglos después de su muerte! Yo también escribo para esas almas que aún no se han materializado, y si ello supone sacrificar la pequeña ventaja de una posición de prestigio en alguna lista de éxitos, mi impaciente ego puede estar perplejo, pero ¡yo estoy contento!

Hay una frase de Un curso de milagros que puede desconcertar a cualquiera que sea prisionero de su ego, porque parece una contradicción. Dice así: «La paciencia infinita produce resultados inmediatos», y no es sino un eco del consejo de veinticinco siglos de antigüedad sobre el que estás leyendo. La paciencia infinita es aquello que subyace a la condición de fe o de conocimiento absoluto. Si sabes sin lugar a dudas que lo que estás haciendo guarda coherencia con tu objetivo y que estás tratando de llevar a cabo una gran empresa, estarás en paz contigo mismo y en armonía con tu heroica misión, de lo cual resulta una profunda sensación de paz y beatitud que ya es en sí misma un estado de iluminación. Por ende, la paciencia infinita lleva tu fe a un punto en que hacer las cosas deprisa no tiene el menor interés. Transmutas la necesidad de ver resultados inmediatos, al igual que cuando tus cortes, arañazos y heridas sanan según los dictámenes de la naturaleza en lugar de seguir los designios de tu yo impaciente. Este tipo de conocimiento me ha ayudado inmensamente en mi labor de escritor y en mi vida profesional. Por lo que se refiere a mis hijos, procuro no preocuparme demasiado por los resultados de sus exámenes o por una conducta irregular en un determinado momento, porque no dejan de ser cosas menores en el contexto general de su vida. Tal como reza un proverbio oriental, probablemente inspirado en las palabras de Confucio: «Con tiempo y paciencia, la hoja de la morera se convierte en toga de seda». Del mismo modo, veo a mis hijos como togas de seda en proceso de fabricación. No cabe duda de que saboreamos los pequeños triunfos del aquí y ahora. Sin embargo, también sé que cualquier revés no hará más que aumentar su grandeza.

La impaciencia fomenta el miedo, el estrés y el desánimo. La paciencia se manifiesta en la confianza, en la decisión y en un sentimiento de pacífica satisfacción. Mientras contemplas tu propia vida, examina con qué frecuencia exiges señales de éxito inmediato para ti y para los demás e intenta ver las cosas desde una perspectiva más amplia. Cuando tienes un propósito y aplicas una perspectiva más global, puedes desprenderte de la inclinación a buscar reconocimiento bajo forma de condecoraciones y aplausos. Es posible que en tu vida hayas tenido alguna experiencia similar a la que yo pasé con las adicciones. Cuando me puse como meta dejar de tomar sustancias adictivas como la cafeína y el alcohol solía buscar pequeñas victorias, como no beber durante todo un día, y cuando lo conseguía bajaba la guardia y volvía a tomarme una Coca-Cola o una cerveza para celebrarlo. Al dar tanta importancia a mis pequeñas victorias estaba frenando mis posibilidades de conseguir plenamente mi objetivo. Cuando desarrollé una paciencia infinita conmigo mismo, puse el problema en manos de Dios y recordé lo perfecto que Él había sido siempre conmigo, incluso en mis peores momentos. Al ser infinitamente paciente pude ver que las sustancias tóxicas interferían en mi propósito más elevado y en la misión de mi vida, y las abandoné.

No te equivoques, todos mis pensamientos acerca de dejar mis adicciones, todas mis tentativas y mis fracasos —esas «pequeñas ventajas», como las llama Confucio— formaban parte del proceso de purificación. Al ser paciente conmigo mismo, pude ser paciente con mis pequeñas victorias, y así éstas no se convirtieron en un obstáculo para que alcanzara mi verdadero objetivo. Permití que el proceso avanzara a su propio ritmo, y gracias a eso hoy puedo ver con claridad que desprenderme de mi impaciencia me confirió la capacidad de pasar a un nivel que nunca hubiera imaginado cuando no dejaba de felicitarme por mis pequeños triunfos y luego me volvía a retirar en mi derrota. Si puedes apreciar la paradoja de esta situación, disfrutarás de estos dos dichos paradójicos: «La paciencia infinita produce resultados inmediatos» y «Un solo día cada vez produce resultados eternos».

Para ver el absurdo de la impaciencia en tu vida, adelanta el reloj varias horas y arranca varias páginas del calendario. Entonces, ¡observa si has avanzado en el tiempo! Los fracasos y frustraciones, así como los éxitos inmediatos, forman parte del todo perfecto. Si observas la naturaleza —tu naturaleza y el mundo natural que te rodea—, verás que has de permitir que cada herida se cierre a su propio ritmo; para comerte un higo, primero has de dejar que salga la flor, luego el fruto, y que éste madure. Confía en tu naturaleza y abandona el deseo de obtener resultados inmediatos. Para conseguirlo:

  • Deja de evaluar tus éxitos o fracasos basándote en los signos inmediatos. Si interiormente sabes que tienes una misión más elevada que lo que pueda parecer a simple vista, te liberarás de la estupidez de desear resultados inmediatos. Ir a la cabeza desde el inicio del juego puede suponer una gran desventaja, si eso oscurece tu perspectiva global del mismo.
  • Piensa en lo que estás haciendo a cinco siglos vista en vez de a cinco minutos. Produce para los que estarán aquí dentro de cinco siglos, y en lugar de hacer hincapié en los resultados inmediatos lo harás en empresas mucho mayores.
  • Sé tan paciente contigo mismo, con todos tus éxitos y fracasos, como crees que Dios lo ha sido siempre contigo. Cuando puedes delegar un problema en alguien que está por encima de ti y con quien te sientes vinculado, inmediatamente pasas a ese estado de paciencia infinita y dejas de buscar los pequeños signos del presente.

Extraído del libro "
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