El Yin Y El Yang: las fuerzas del cambio

El Yin Y El Yang: las fuerzas del cambio



El cuerpo humano está formado por una ley universal. Sabemos que el ADN asegura la integridad de la forma humana básica. Pero, ¿qué es lo que asegura la integridad de la forma básica del ADN? La respuesta es: la ley invisible que da forma al Universo. Esa ley en sí misma es un producto del Gran Espíritu, que es infinitamente creativo y al mismo tiempo extraordinariamente coherente.

Constituye el fundamento real de la vida. La vida biológica no es otra cosa que un síntoma de la ley que subyace en el Universo. Si estudiamos los síntomas, o las manifestaciones externas de la vida, lo que nos revela es la naturaleza no vista de las cosas bajo la superficie.

En Oriente, a esta ley subyacente o espíritu suele llamarse Tao. En Occidente, por supuesto, se le da el nombre de Dios. Ni Tao ni Dios se pueden describir; superan la comprensión humana. Lo que podemos describir es la ley por la cual se rige. En Oriente llamamos a esta ley Yin y Yang.

LA PRIMERA PREGUNTA que se hará cuando lea este artículo  va a ser: ¿Cómo puede una arruga de la cara o la forma de la nariz de una persona indicar algo sobre su salud o carácter?

En el mundo moderno no hay ninguna respuesta a ese tipo de preguntas, pero en Oriente, así como en muchas culturas occidentales tradicionales, existe una filosofía fundamental cuya aplicación revela el significado que se oculta detrás de nuestros rasgos físicos. Me refiero a la filosofía del yin y el yang.

Comencemos, entonces, nuestra comprensión de la diagnosis oriental informándonos acerca del yin y el yang.

EL YIN Y EL YANG: LAS FUERZAS DEL CAMBIO

El yin y el yang se pueden considerar los poderes que hacen posible la realidad física. Son las herramientas de Dios, por así decirlo. Sin esos dos contrarios, en las formas de tiempo y espacio, luz y oscuridad, masculino y femenino, dimensiones (por ejemplo, cerca y lejos, arriba y abajo, izquierda y derecha), nada sería posible en el mundo físico. En las culturas antiguas la gente comprendía muy bien todo esto. De hecho, la Biblia comienza:

Todas las cosas poseen en sí yin y yang. Por ejemplo, la parte yin de un árbol la constituyen las ramas y las hojas, es decir, la zona que se extiende hacia arriba y hacia fuera, mientras que la parte yang se concentra principalmente en las raíces. El tronco es también yang, pero el pie es más yang que la parte de arriba.

Cada uno de nosotros posee grados de yin y grados de yang. Muchas personas poseen yin y yang en grado extremo. Los jugadores de baloncesto constituyen un buen ejemplo de esto. Son altos, pero de huesos grandes, muy fuertes y activos.

Todo en el cuerpo humano funciona gracias al yin y el yang. El corazón, por ejemplo, bombea sangre en virtud de su capacidad para contraerse (yang) y expandirse (yin); los pulmones respiran aire en virtud de su capacidad para contraerse y expandirse; los músculos funcionan mediante la expansión y contracción. El yin y el yang están por todo el cuerpo humano, así como en todas las actividades que realizamos durante el día y la noche.

Lo importante aquí es que necesitamos vivir de acuerdo a nuestra naturaleza. Si una persona es de naturaleza más yin, va a ser muy desgraciada trabajando en albañilería o en cualquiera otra profesión que sea muy yang. La inversa también es verdadera: las personas yang sufren mucho si se las obliga a estar ante un escritorio todo el día.

El yin y el yang se pueden aplicar también a zonas concretas del cuerpo. Por ejemplo, la cabeza es la parte más yin, y los pies la parte más yang. El acto de pensar tiene lugar en la cabeza; los pensamientos, que son intangibles, efímeros y cambiantes, son formas de energía extremadamente yin. Por otro lado, los pies descansan sobre la Tierra, que es sólida, estable, material y firme, todas características yang.

La parte exterior del cuerpo es más yin que la interior, y la parte superior es más yin que la inferior.

El ambiente, nuestras actividades o estilo de vida y los alimentos que consumimos influyen en nuestro cuerpo, haciéndolo expandirse o contraerse. El ejercicio, por ejemplo, tiene un efecto yang o contractivo; tensa y fortalece los músculos, en cuanto se opone a los músculos fláccidos, flojos y expandidos.

Ciertos alimentos, como la sal, la carne y los quesos secos, tienen un efecto yang, mientras que otros, como la fruta y el azúcar, y algunas bebidas como los zumos de frutas y el alcohol, tienen un efecto más yin en nuestros pensamientos y cuerpos. El azúcar y las bebidas alcohólicas, por ejemplo, hacen que nuestro pensamiento se descentre y sea menos intenso, y que nuestros cuerpos sean menos coordinados y más descontrolados. El consumo excesivo de carne u otros alimentos proteínicos nos impulsa a pensar y actuar con más agresividad, y a tratar de controlar nuestro entorno. Se considera que los cereales integrales están en el centro del espectro yin yang; el pescado es ligeramente yang; las legumbres y verduras, ligeramente yin.

Al principio creó Dios el cielo y la tierra. [... ] Dijo Dios: «Que exista la luz». Y la luz existió. Vio Dios que la luz era buena; y separó Dios la luz de la tiniebla: llamó Dios a luz «día» y a la tiniebla «noche». Pasó una tarde, pasó una mañana, el día primero.

Todo lo que creó Dios estaba compuesto de contrarios: cielo y tierra, luz y oscuridad, mañana y tarde, tierra y océano, masculino y femenino. En la Antigüedad los sabios estudiaban estos contrarios para comprender sus naturalezas. Descubrieron que en el cielo estaban el Sol, la Luna, las estrellas y los planetas, y que todos enviaban una lluvia de energía sobre la Tierra en forma de luz solar, rayos cósmicos y fuerzas gravitatorias. Del cielo también emanaban otras fuerzas: el viento, el tiempo atmosférico, las estaciones y los climas. Estas fuerzas provenían de arriba y seguían un camino descendente hacia la Tierra; se las llamó yang.


Las influencias yin tienden a actuar en la parte superior del cuerpo, desde el plexo solar hacia arriba, mientras que las influencias yang tienden a actuar en la parte inferior del cuerpo, desde el plexo solar hacia abajo. Como todo cardiólogo sabe, la sal (alimento muy yang) tiende a afectar los ríñones, mientras que el alcohol (substancia muy yin) tiene un efecto directo e inmediato en el cerebro y el sistema nervioso. Una de las leyes de la diagnosis oriental,  es que lo macro se puede ver en lo micro. El yin y el yang hacen esto posible. La cara, por ejemplo, tiene una parte yin y una parte yang. Si se traza una línea por el medio de la cara, desde la base de una oreja a la base de la otra, la zona que queda encima de la línea es la parte yin, y la zona de abajo es la parte yang. La zona yin de la cara (pómulos, nariz, ojos, frente y cuero cabelludo) representa la zona yin del cuerpo (pulmones, corazón, hígado y sistema nervioso). La parte que incluye la boca representa la zona más yang o inferior del cuerpo, es decir los intestinos y los órganos sexuales. Lo mismo ocurre en el resto del cuerpo.

Si entendemos nuestros desequilibrios peculiares podemos entendernos más profundamente a nosotros mismos y aprender a tomar las medidas necesarias para recuperar el equilibrio y armonía de nuestra vida. De esa manera, podemos ayudar a otras personas a curarse, o bien orientarlas hacia una vida más feliz.

La verdadera percepción íntima de la naturaleza de otras personas y de nosotros mismos depende de nuestra capacidad para comprender el yin y el yang y la manera como se manifiestan en cada una de las personas que tratamos.

En general, la fuerza yang hace que las cosas se contraigan o se acerquen a la Tierra. La gravedad, por ejemplo, es yang.

Los sabios descubrieron que la Tierra, por su parte, tenía una naturaleza totalmente diferente. Gira sobre su eje, haciendo que la energía vuele hacia fuera y hacia arriba, hacia el cielo. A esta fuerza la llamaron yin. Tenía una influencia expansiva.

Las cosas que crecen hacia arriba, como los árboles y muchas plantas, son yin.

La contracción, o la fuerza yang, se produce en la espiral centrípeta, es decir, en la espiral que aprieta o contrae hacia el centro. La expansión, o la fuerza yin, se produce en una espiral centrífuga, es decir, la que abre y expande fuera del centro.

El yin y el yang tienen otras características. Las cosas yin son más pasivas, más ligeras, porosas y húmedas, mientras que las cosas yang son más activas, más pesadas, densas y secas. Cuando se infla un globo se lo hace más yin. La noche es menos activa y está menos cargada de energía que el día; es la parte más yin del día. El sexo femenino es el más yin. El cielo, como creador de todas las cosas, es el elemento más activo, o más yang, mientras que la Tierra, la receptora del cielo, es el elemento más pasivo, más yin.

Las cosas que se expanden alejándose de la Tierra se van haciendo más yin, mientras que las que son comprimidas hacia abajo sobre la Tierra se van haciendo más yang. Las personas altas generalmente son más yin que las personas bajas. Cuanto más delgada, frágil y menuda de constitución es una persona, más yin se dice que es.

A las personas yin les gusta más el trabajo intelectual que el manual. Les gusta más el trabajo de oficina que, digamos, cavar pozos o construir edificios.   Las personas de constitución yin prefieren el interior de la casa, son personas introvertidas.

Las personas de constitución yang suelen ser más bajas y de huesos más voluminosos. Tienden a ser más activas y orientadas hacia lo físico. Les gustan los trabajos manuales; disfrutan con actividades al aire libre, les encanta estar con gente; son más extrovertidas.

Extracto del Capítulo 2: “Como leer el cuerpo” Manual de diagnosis oriental - Wataru Ohashi
Ediciones Urano