Compasión: Un concepto universalmente incomprendido

Compasión: Un concepto universalmente incomprendido


"La gente puede tener miedo de la compasión porque piensa que es una debilidad o una indulgencia. Esto se debe en gran parte a que no la entienden y no reconocen el enorme valor que tiene darse cuenta de las causas del sufrimiento, y de nuestra propia fragilidad." ~ Por Profesor Paul Gilbert OBE

Cuando la gente escucha la palabra compasión, tiende a pensar en bondad. Pero un estudio científico ha descubierto que el centro de la compasión es la valentía.

Más que definir la compasión, la amabilidad es sólo una forma de ser compasivo. Imaginemos a un bombero que pone regularmente su vida en peligro para salvar a los demás. Ese acto en sí mismo es sin duda compasivo, pero, fuera del trabajo, podría ser huraño, tener un temperamento irritable o no acordarse constantemente de los cumpleaños. La cuestión es que las personas bondadosas no siempre tienen el valor de comportarse de forma compasiva.

Una definición estándar de compasión en un diccionario sería algo así como "una sensibilidad hacia el sufrimiento propio y ajeno con el compromiso de intentar aliviarlo". Esto engloba dos procesos básicos. El primero es el valor de volverse hacia el dolor y la angustia, comprometerse con ellos y estar en contacto con ellos, en lugar de optar por evitarlos o ignorarlos. El segundo es la preparación para adquirir la sabiduría que necesitamos para comportarnos adecuadamente ante el sufrimiento.

Compasión: Un concepto universalmente incomprendido

El valor de ser compasivo reside en la voluntad de ver la naturaleza y las causas del sufrimiento, ya sea en nosotros mismos, en los demás o en la humanidad en general. Estamos construidos a partir de genes que han ido evolucionando durante millones de años. Esos genes construyeron nuestros cerebros y cuerpos, no los elegimos nosotros. Estos cuerpos y cerebros son frágiles: estamos expuestos a lesiones, a multitud de enfermedades, al deterioro y finalmente a la muerte.

Las motivaciones evolucionadas en nuestros cerebros, como el estatus y la búsqueda de poder, el sexo y el cuidado de los parientes (que compartimos con otros animales), pueden llevarnos a quedar atrapados en la ambición egocéntrica y el tribalismo, y hacernos capaces de terribles crueldades. Los humanos hemos sido fuente de sufrimiento entre nosotros y en los animales durante miles de años. La mente humana inventó la tortura y puede sentir placer en la venganza sádica. Nosotros, como otros animales, somos vulnerables a una serie de enfermedades mentales como el miedo, la depresión y la paranoia. Hace falta valor para empezar siquiera a comprender a nuestra propia especie de este modo.

Lo que también sabemos es que estamos construidos socialmente. Si hubiese sido secuestrado cuando era un bebé de tres días por una violenta banda de narcotraficantes, la versión de Paul Gilbert que escribe este blog no existiría. Sí existiría una versión potencialmente fría, agresiva y defensiva de mí mismo. Puede ser muy humillante comprender que sólo somos una versión posible de nosotros mismos como resultado de nuestra educación social y nuestros contextos. Esto también se aplica a los demás.

Se necesita valor para ser conscientes de que somos seres biológicos, creados por genes que nunca elegimos; empujados y arrastrados por motivos y emociones que llevamos dentro; moldeados socialmente por entornos en los que simplemente nos encontramos. Esta es la base de la sabiduría compasiva.

En pocas palabras, no tenemos la culpa de ser como somos. Sin embargo, la forma en que elegimos entender y trabajar con nuestro cerebro -para nuestro bienestar y el de los demás- es en gran medida nuestra responsabilidad. Del mismo modo que hemos llegado a comprender la importancia de la higiene para reducir el riesgo de enfermedad, debemos aprender a construir entornos socialmente justos y solidarios que nutran lo mejor de nosotros. Hay muchas fuerzas que intentarán socavar estos esfuerzos, por lo que se requiere esfuerzo y valentía.

La gente puede tener miedo de la compasión porque piensa que es una debilidad o una indulgencia. Esto se debe en gran parte a que no la entienden y no reconocen el enorme valor que tiene darse cuenta de las causas del sufrimiento y de nuestra propia fragilidad. Sin embargo, investigadores académicos de todo el mundo están revelando que, al cultivar la compasión, estimulamos muchos sistemas fisiológicos que son excelentes para nuestra salud y felicidad. Fomenta un comportamiento prosocial y ético del que todos podemos beneficiarnos.

Podemos empezar por nosotros mismos, dedicando unos minutos al día a pensar cómo seríamos si fuéramos compasivos: cómo pensaríamos y actuaríamos. A continuación, podemos imaginar una dificultad en nuestras vidas, respirar profunda y lentamente, crear un tono de voz interior amable e imaginar cómo esta parte sabia y compasiva de nosotros podría abordar el problema. No tardaremos mucho en darnos cuenta de que será diferente a cómo respondería nuestra parte enfadada o ansiosa, ese lado que a menudo surge y quiere controlarnos. Cuanto más tiempo dediquemos a imaginarnos a nosotros mismos en nuestro mejor momento de compasión, mayores serán las posibilidades de que nos volvamos así: más arraigados, afectuosos y asertivos.

La compasión no es sólo amabilidad o " delicadeza" y, desde luego, no es una debilidad: es una de las declaraciones de fuerza y coraje más importantes que conoce la humanidad. Es difícil y poderosa, contagiosa e influyente. Y es quizá el único lenguaje universalmente reconocido con la capacidad de cambiar el mundo.

Por Paul Raymond Gilbert OBE Psicólogo clínico británico.

Huffington Post

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