La intención desde una nueva perspectiva 
Durante los últimos años me  he sentido atraído de tal manera por el estudio de la intención que he leído  centenares de libros de psicólogos, sociólogos y escritores espirituales, de  eruditos antiguos y actuales, de investigadores. En mi investigación desarrollo  una definición bastante corriente de la intención, en el sentido de un firme  propósito u objetivo unido a la decisión de alcanzar el resultado deseado. Se  caracteriza a las personas impulsadas por la intención por una fuerza de  voluntad que no permite que nada se interponga en la consecución de su deseo  íntimo. Yo me imagino una decisión o determinación inquebrantables. Si eres una  de esas personas con la actitud de «nunca me voy a rendir» y además con una  visión interna que te empuja a hacer tus sueños realidad, encajas en la  descripción de la persona con intención. Lo más probable es que seas un  supertriunfador, y también que te sientas orgulloso de tu capacidad para  reconocer y aprovecharte de las oportunidades que se te presentan. 
Yo he mantenido una creencia  semejante sobre la intención durante muchos años. Aún más; he escrito muchas cosas  y hablado muchas veces sobre la fuerza de la intención, tal y como he dicho  anteriormente. Sin embargo, durante los últimos veinticinco años he notado un  cambio en mi pensamiento, que ha pasado de lo puramente psicológico o de  desarrollo personal a una orientación espiritual, en la que existen verdaderas  posibilidades de curación, de obrar milagros, de manifestar y establecer  contacto con la inteligencia divina. 
No se trata de un esfuerzo  deliberado por librarme de mi pasado académico y profesional, sino de una  evolución natural que se ha desarrollado al tiempo que  empezaba a tomar contacto  consciente con el Espíritu. Mis escritos hacen hincapié en la convicción de que  podemos encontrar soluciones espirituales a los problemas viviendo en niveles  superiores y recurriendo a energías más rápidas. Mentalmente, la intención es  un concepto mucho más amplio que la decisión del ego o la voluntad individual.  Es casi justo lo contrario. Quizá se deba a que me he despojado de muchos  niveles del ego en mi propia vida, pero también noto la fuerte influencia de  dos frases que leí en un libro de Carlos Castaneda. En mi vida de escritor, me  topo con frecuencia con algo en un libro que provoca la germinación de un  pensamiento que al final me impulsa a escribir otro libro. El caso es que leí  esas dos frases en el último libro de Castaneda, El lado activo del infinito,*  mientras esperaba una intervención quirúrgica para abrir una arteria obstruida  que me había provocado un ataque cardíaco no demasiado grave. Las palabras de  Castaneda eran las siguientes: «El propósito es una fuerza que existe en el  universo. Cuando los hechiceros (los que viven de la Fuente) llaman al  propósito, él acude y señala el camino de la realización, lo que significa que  los hechiceros siempre consiguen lo que se proponen». 
Al leer esas frases me quedé estupefacto por la  claridad que me aportaban sobre la fuerza de la intención. ¡La intención no es  algo que la persona hace, sino una fuerza que existe en el universo como campo  de energía invisible! Nunca había pensado en la intención en esos términos  hasta leer las palabras de Castaneda. 
Anoté esas frases, y después me las imprimieron  en una tarjeta plastificada. Me llevé la tarjeta a la sala en la que me iba a  someter a la pequeña intervención quirúrgica, y en cuanto pude empecé a hablar  sobre la fuerza de la intención a quien estuviera dispuesto a hacerme caso. La  intención pasó a formar parte de todas mis conversaciones. Me sumergí en esta  idea, no solo para mi propia curación, sino para ayudar a otros a utilizar la  fuerza de la intención para llevarlos hasta donde estaban completamente  equipados para ir. Había experimentado el satori, o despertar instantáneo, y  estaba empeñado en transmitir esa idea a los demás. Veía claramente que tener  acceso a la energía de la intención aliviaba gran parte de la tarea, en  apariencia imposible, de luchar por cumplir los deseos con la simple fuerza de  voluntad. 
Desde aquel momento decisivo pienso en la fuerza  de la intención prácticamente durante todo el tiempo que permanezco despierto,  y los libros, los artículos, las conversaciones, las llamadas telefónicas, lo  que me llega al buzón de correos y cualquier obra que busque en una librería  parecen contribuir a mantenerme en ese camino. Y este es el resultado: El poder  de la intención. Espero que este libro te ayude a pensar en la intención de una  forma distinta y a emplearla de modo que llegues a definirte como proponía  Patanjali hace más de veinte siglos: «Se abren a la vida las fuerzas, las  facultades y las posibilidades durmientes, y descubres que eres una persona  mucho mejor de lo que jamás te habías considerado». 
Esas dos palabras de Patanjali, «fuerzas  durmientes», me dieron el impulso para escribir sobre la intención. Patanjali  se refería a las fuerzas que parecen inexistentes o muertas, y también se  refería a la poderosa energía que siente una persona cuando está inspirada. 
Si te has sentido alguna vez  inspirado por un objetivo o una llamada, conocerás la sensación del Espíritu  actuando sobre ti. Inspirado equivale a animado interiormente. He pensado mucho  sobre la idea de poder acceder a las fuerzas en apariencia durmientes con el  fin de que me ayudaran en momentos clave de mi vida a hacer realidad un  ardiente deseo íntimo. ¿En qué consisten esas fuerzas? ¿Dónde están situadas?  ¿Quién puede emplearlas? ¿A quién se le niega el acceso a ellas? ¿Y por qué?  Estas preguntas me han impulsado a investigar y a escribir este libro, después  de lo cual he llegado a un perspectiva completamente nueva de la intención. 
En estos momentos, mientras escribo sobre mi  entusiasmo al comprender una verdad largo tiempo oscurecida, sé que la intención  es una fuerza que todos llevamos en nuestro interior. La intención es un campo  de energía que fluye de una forma invisible, fuera del alcance de nuestros  hábitos normales, cotidianos. Está ahí aun antes de que seamos concebidos.  Tenemos los medios de atraer esa energía y experimentar la vida de una forma  fascinante, nueva.  
¿Dónde se encuentra ese campo llamado  «intención»? Algunos destacados investigadores creen que nuestra inteligencia,  creatividad e imaginación interactúan con el campo de energía de la intención,  no que sean pensamientos o elementos de nuestro cerebro. El genial científico  David Bohm apunta que toda la fuerza y la información ordenadora están  presentes en un terreno invisible o realidad superior y que se puede acudir a  ellas en momentos de necesidad. He encontrado miles de ejemplos de esta clase  de conclusiones en mis investigaciones y lecturas. Si al lector le atraen las  pruebas científicas, le recomiendo la lectura de The Field: The Quest for the  Secret Force of the Universe [El campo: búsqueda de la fuerza secreta del  universo], de Lynne McTaggart. Su libro presenta numerosos estudios que  corroboran la existencia de una dimensión de energía más alta y más rápida o  campo de la intención al que cualquiera puede conectarse. 
La respuesta a dónde está ese campo es la  siguiente: no existe ningún lugar en el que no esté, porque en el universo todo  lleva una intención intrínseca. Esto se aplica a todas las formas de vida, ya  sea un ñu, un rosal o una montaña. Un mosquito tiene un propósito intrínseco en  su propia creación y su experiencia vital. Una bellota, que aparentemente no  tiene capacidad para pensar ni hacer planes de futuro, contiene la intención  del campo invisible. Si abres la bellota, no verás un enorme alcornoque, pero  sabrás que está ahí. Una flor de manzano en primavera parece simplemente una  florecita preciosa, pero tiene un propósito intrínseco y en verano se  manifestará como una manzana. La intención no yerra. La bellota no se  transformará en calabaza, ni la flor del manzano en una naranja. Todo aspecto  de la naturaleza, sin excepción, tiene una intención intrínseca y, que nosotros  sepamos, nada en la naturaleza cuestiona el camino que ha de seguir para  hacerla realidad. La naturaleza se limita a desarrollarse armónicamente a  partir del campo de la intención. La energía de este campo también dispuso esa  intención en nosotros. 
Existe lo que algunos llaman  el tirón del futuro del ADN, presente en la concepción de todo ser humano. En  el momento de la concepción, cuando una gota infinitesimal de protoplasma  humano se combina con un óvulo, comienza la vida en su forma física, y la  intención dirige el proceso de crecimiento. La estructura del cuerpo, los rasgos  físicos, el desarrollo, incluyendo el envejecimiento, ya están dispuestos en el  momento mismo de la concepción. La piel flácida, las arrugas, incluso la  muerte: todo está incluido allí. Pero ¿qué ocurre exactamente en el momento de  la concepción? ¿Dónde empieza esa vida, nacida de la intención? 
Al examinar la danza de la semilla y el óvulo  para intentar descubrir su origen, retrocediendo hacia la Creación, al  principio encontramos moléculas, después átomos, electrones, partículas  atómicas y partículas sub subatómicas. En última instancia, si pusiéramos esas  minúsculas partículas subatómicas cuánticas en un acelerador de partículas y  las hiciéramos colisionar para intentar dar con la clave del origen de la vida,  descubriríamos lo que ya habían descubierto Einstein y sus colegas: que no  existe una partícula en la Fuente; las partículas no crean más partículas. La  Fuente, que es intención, es energía pura, ilimitada, con unas vibraciones tan  rápidas que desafían toda medición y observación. Es invisible, sin forma ni  límites. De modo que, en nuestra Fuente, somos energía amorfa, y en ese campo  espiritual de la energía, informe y vibrante, reside la intención. En tono más  desenfadado, sé que está ahí, puesto que de alguna forma logró entrar en una  gota de esperma y un óvulo y determinar que no me seguirá creciendo el pelo de  la cabeza después de los veinticinco años... y que a los cincuenta me crecerá  en la nariz y las orejas, y que lo único que yo (el observador) puedo hacer es  verlo y quitármelo. El campo de la intención no se puede describir con  palabras, porque las palabras emanan de ese campo, al igual que las preguntas.  Ese lugar que no ocupa lugar es la intención, que es lo que decide todo por  nosotros. Es lo que hace que me crezcan las uñas, que lata mi corazón, que  digiera los alimentos, que escriba mis libros, y hace otro tanto para todo y  todos en el universo. Y eso me recuerda un antiguo relato chino de Chuang Tzu,  que me encanta: Érase una vez un dragón cojo llamado Hui. —¿Cómo demonios  controlas 
tantas patas? —le preguntó a un ciempiés—, ¡si yo casi no controlo  una! —Pues la verdad es que no controlo las mías. Existe un campo, invisible y  amorfo, que lo controla todo. La intención de este universo se manifiesta en  tropecientas mil formas en el mundo físico, y cada parte de todos nosotros,  incluyendo el alma, los pensamientos, las emociones y, por supuesto, el cuerpo  físico que ocupamos, forman parte de esa intención. Entonces, si la intención  lo determina todo en el universo y es omnipresente, es decir, que no hay sitio  donde no esté, ¿por qué tantos de nosotros nos sentimos desconectados de ella,  y con tanta frecuencia? Y algo aún más importante, si la intención lo determina  todo, ¿por qué nos falta a tantos de nosotros tanto de lo que nos gustaría tener? 
Continuará...
Del Taller de Autoestima de Juan Carlos Fernández. Capítulo 264 Volumén 2:Los Puntos Escenciales de la Intención
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