Un Gran Secreto: La sencillez parte II

Un Gran Secreto: La sencillez parte II


"El camino hacia la sabiduría exige sencillez, al menos por un tiempo, con el fin de que nos sintamos libres para pensar y no sólo hacer."  -   Jennifer James. Autora de Veinte pasos hacia la Sabiduría. 

Hasta hoy empiezo a entender cabalmente la filosofía en que coinciden guías espirituales como Jesucristo, Buda, Bagabad Gita, la madre Teresa, Mahatma Gandhi, San Francisco de Asís, etc. En todos ellos, un gran secreto: simple. Llevar una vida simple. Hoy sé que ese es un gran camino que se transita con enormes momentos de alegría y felicidad. 

Hoy, que he aprendido tantas diferencias entre el ego y espíritu humanos,  comprendo tanto a mis pacientes que, por ejemplo, no se permiten salir de vacaciones porque ¡temen dejar la casa sola! Alguien puede entrar a robar. Y sí, tienen tanto y se han vuelto tan dependientes de esa acumulación material, que teniendo tanto, no pueden disfrutar de unas vacaciones en paz. ¡Cuál paz! Una vida arraigada a bienes materiales nunca podrá encontrar la verdadera paz. Aquí, al citar este ejemplo, quiero volver a insistir que no estoy en desacuerdo con tener abundancia material, pero en lo que sí estoy en desacuerdo es en depender de esa abundancia. Tal vez aquí es en donde se puede aplicar la gran verdad que dice: Prefiere, pero no necesites nada. Tú y yo, claro que podemos preferir vivir en abundancia material, pero el desafío está en no necesitarlo. ¿Me expliqué? Ojalá. 
Hoy me da risa, con todo respeto (si existiera la palabra respetísimo la usaría) cuando luego de una hora de consulta, alguno de mis pacientes me dice una y otra vez que ya no soporta a su pareja por todo lo que tiene que corregirlo, por todo lo que tiene que decirle para que entienda determinada cosa. Luego de una hora en que escucho con atención su continua queja y dolor, mi paciente me pregunta: Doctor, dígame qué hacer, qué me recomienda, ya no aguanto más vivir así.... A lo que le respondo: Deje de hacerlo. Eso es todo. Simple. Y me callo. Los ojos de mis pacientes suelen exorbitarse cuando digo esto. Han de pensar: ¿Y todo el dinero que pagué fue para escuchar esto?. 

De seguro esperaban oír algo como que su caso es muy difícil y requiere varios años de terapias semanales ó que se requiere de estrategias y técnicas muy complejas para modificar su forma de vida, pero ¡no!, me pregunto: ¿Por qué le ser humano valora como bueno cuando esta relacionado a lo complejo? Sin embargo, a la semana siguiente se me exorbitan los ojos a mí cuando me suelen decir mis pacientes: ¡Gracias doctor! Hice lo que me dijo y todo ha cambiado. Mis problemas desaparecieron.... Lo que te platico aquí es verdad. Así me ha sucedido y las simples medidas que se requieren para desaparecer un problema son impresionantes, precisamente por el grado de su simpleza. 

Conozco gente que no puede salir de casa sin arreglarse. Gente que si no combina perfectamente bien su ropa, si no da la Imagen del Éxito, se siente insegura y por ningún motivo saldría. Y también he tenido la fortuna de conocer a gente que con una simple T-shirt y sus Jeans junto con unos zapatos cómodos, se sienten perfectamente bien y listos para salir de casa. Por supuesto que el grado de felicidad y paz en ambos ejemplos es terriblemente distinto. En el segundo caso se está más cerca de la verdadera felicidad. Alerta: no digo que el primero esté mal. A lo largo de toda este capítulo no he usado calificativo alguno refiriéndome a que alguien esté mal o no. Simplemente estoy acotando que existen diferentes grados de despertar. Eso es todo. Lo he aprendido y, como todo lo que aprendo y juzgo bueno para la evolución del ser humano, lo comparto de inmediato. 

Hasta hace unos años, cuando iba en viaje de negocios, llevaba una maleta tan grande como si fuera a un tour mundial. Y no, solo iba un par de días a alguna ciudad. Pero cargaba tanto, por cualquier cosa que se fuera a necesitar. Hoy me impresiono de esto. Hoy ya he empezado a viajar alguna que otra vez sin maleta ninguna y la sensación de libertad es tan grande en esa simpleza con la que uno puede viajar que no la cambio por nada. Es tan novedoso esto para el cerebro de muchos de nosotros que, hasta cuando me bajo del avión viajando tan ligero, de vez en cuando todavía siento que algo se me olvida porque no estoy cargando nada. Y no, nada se me olvida. Si no lo has vivido, te confieso que es algo maravilloso. 

Déjame te platico otra: Hace unos quince días llegué a una de mis conferencias en otra ciudad y cuando desempaqué, me di cuenta de que no llevaba cinturón. Si esto hubiera pasado hace unos años, de inmediato llamaría a mi asistente para que hiciera lo que fuera necesario y me consiguiera uno de determinado color para que combinara con mis zapatos y mi traje. De lo contrario juzgaría casi imposible salir a dar mi conferencia. Hoy en cambio, cuando me di cuenta de que había olvidado el cinturón, simplemente me puse el pantalón y con toda certeza nunca se me caería de la cintura. Me apretaba tanto el pantalón que sin duda no corría ese riesgo (de hecho, nunca lo he corrido con la cinturita que tengo). Todo un éxito. 

Permíteme platicarte esto: hace varios años, cuando daba clase de liderazgo en un afamado colegio aquí en México, asistí a una junta de maestros. En ese entonces yo era el más joven (y por mucho) del claustro profesoral. Tal vez esa juventud me hacía impresionarme ante todos mis colegas; según esto, brillantes directores de empresas que se reunían a analizar los programas de estudio. Pues allí estaba yo. Recuerdo las miradas de varios de mis colegas como no creyendo que un chavo estuviera ahí, pero en fin, me tenían que aguantar porque los resultados de las encuestas que ese colegio hacía a todo su alumnado, mostraban la evidencia de que yo era el mejor, quien había sido calificado con las cifras más altas de todo el claustro profesoral (ejem! modestia aparte). 

El caso es que ahí estaba, quería aprender de mis colegas, gente mayor, con más experiencia. Y recuerdo que en pleno momento de opiniones (yo solo observaba), un maestro de dicho colegio, con voz impostada y con aires de grandeza y elocuencia, arremetió diciéndonos: ...la calidad de un maestro se nota desde el reloj que usa.... Hum..., en ese entonces me lo creí. Alcancé a traer uno de los relojes más finos que existen. Me sentía bien dando clase así. Hoy..., no uso reloj. Me siento muchísimo mejor. 
Hasta el año pasado, siempre le pedí a mis colaboradores que fueran excelentemente bien vestidos, preferentemente de traje (los hombres, por supuesto) y de finos vestidos o traje sastre a las damas. A partir de enero del 2002, les dije que ya no se iba a usar traje en nuestras oficinas, que podían ir vestidos como quisieran (con el lógico respeto a una institución). Desde enero, el ambiente de trabajo en mi empresa ha mejorado ostensiblemente. Se siente más juventud. Se comparten más momentos de amistad y camaradería. ¡Desaparecieron las corbatas! Y todo sigue bien, extraordinariamente bien. Sin duda ha sido una formidable experiencia. Recomiendo que intentes algo así en tu empresa (si es tu caso). Observa y mide las consecuencias y luego, valora ese cambio. 

Creo que la conclusión es simple (hoy hasta la conclusión salió simple): te recomiendo vivir una vida más simple y sencilla. Eso es todo. Voluntariamente despréndete de todas aquellas cosas que, siendo sincero, te preocupan conservar o cuidar. Es tiempo muy valioso gastado en vanidad. No vale la pena. Alerta: por tercera vez en este capítulo no quiero que creas que te invito a hacer a un lado la riqueza material, no. A lo que te invito es a que, si esa riqueza material te arrebata calidad de vida, entonces sí, elimina esas cosas, te sobran. Vamos, en otras palabras, disfruta de la riqueza material si la tienes, no la padezcas. Ahí comprenderás que la abundancia no es algo que se llega a tener, sino algo con lo que se llega a sintonizar. 

Elimina de tu vida todo aquello a lo que sientas apego. Poco a poco. Verás cuán libre y dichoso empezarás a sentirte, más seguridad empezarás a vivir, de la verdadera seguridad, de esa que se lleva dentro. Algún día, tarde o temprano, te darás cuenta de esto. Verás que si me crees en lo que hoy te digo, poco a poco sentirás que cada vez más cosas te sobran. Cada vez quieres menos cosas y deseas compartir más bellos momentos conversando con quien amas. Tendrás más gozo al tener contacto con la naturaleza que con cualquier otro centro comercial. Apreciarás más el arte y necesitarás de menos cosas para vivir. En pocas palabras, disfrutarás más de la Vida y ese disfrute será más auténtico. Incluso, si ya empezaste a vivir la dicha de vivir así, te empezarás a cuestionar por qué no lo hiciste antes. 

¡Ánimo! Nadie puede dar marcha atrás y crear un nuevo comienzo, pero cualquiera puede empezar ahora mismo y crear un nuevo final. Hoy (posiblemente tarde, posiblemente no) he aprendido con esta Nueva Conciencia que es mejor perder mi orgullo por alguien a quien amo que perder a alguien a quien amo por mi orgullo. Y te digo esto porque vivir simple te da la oportunidad de incluso abandonar tu orgullo (que es muy complicado) en pos de un ideal superior. Lo estoy empezando a vivir y no te imaginas cuán valioso es. 
Hoy te podría explicar cada punto que te recomiendo, pero para ser más congruente con el tema que elegí hoy, tan solo te compartiré estos puntos poniéndolos a tu consideración:

  1.  Libera a tu corazón del odio. Es más simple de lo que crees.
  2.  Libera a tu mente de preocupaciones. Es más simple todavía.
  3.  Vive simple.
  4.  Da más.
  5.  Espera menos (mucho menos).


Es todo. Te puedo garantizar que estos son cinco puntos que puedes practicar a lo largo de esta semana y experimentarás felicidad en tu vida. Te lo puedo asegurar. Luego, serán tu estilo de vida. 

Un gran secreto: simple. ¿Por qué se me antojó nombrar así éste capítulo, como un gran secreto? Pues quizá porque, como todo secreto, casi nadie te lo dice. Piensa y vive de acuerdo a este gran secreto, comienza a vivir un compromiso con la sencillez y verás que los encantos de una vida simple generan una maravillosa... 


¡Emoción por Existir!


Del Taller de Autoestima Volumén 1 de Juan Carlos Fernández