Volviendo  al tema de la vanidad, digo yo que no todo el mundo que se encuentre en la  etapa de la vanidad tendrá las mismas características. 
No.  Dentro de la vanidad existen diferentes grados. En una primera etapa de vanidad  inicial se dan las manifestaciones más primitivas y materiales del egoísmo,  como la avaricia (no querer compartir con los demás lo que uno tiene), la  codicia (querer poseer cada vez más, aun perjudicando a otros), la envidia  (rechazo por los que tienen algo material que uno codicia). En una segunda etapa, cuando el espíritu  avanza en el conocimiento de los sentimientos, este egoísmo materialista  comienza a transformarse en egoísmo espiritual. En esta etapa el espíritu  continúa aferrándose al egoísmo, pero al mismo tiempo ya ha comenzado a  desarrollar el sentimiento. Aunque todavía es reacio a dar, es capaz de  reconocer la presencia de amor y el bienestar que produce, y busca recibirlo.  Es entonces cuando la avaricia se va transformando en apego (no querer  compartir con los demás el cariño y el amor que uno recibe de determinadas  personas) y la codicia, en absorbencia (querer que todo el mundo esté pendiente  de uno para darle cariño), mientras que la envidia toma un cariz más sutil y se  transforma en aversión por los que tienen alguna virtud espiritual que uno no  tiene pero que le gustaría tener. Al ser más sensibles, tienen un concepto de  justicia más desarrollado, pero cuando el asunto les concierne a ellos, con  frecuencia actúan injustamente favoreciéndose a sí mismos a sabiendas, por  seguir aferrándose a su egoísmo, con lo cual son más culpables por ser más  conscientes. 
¿Qué avance fundamental ha logrado el espíritu para poder  decir de él que ha superado la etapa de la vanidad? 
El principal logro que marca la frontera entre la vanidad y  el orgullo, es el despertar del propio amor espiritual. Mientras que el  vanidoso es eminentemente un espíritu receptor de amor, el orgulloso ya es un  espíritu dador de amor. Significa que ha adquirido la capaz de amar  verdaderamente por iniciativa propia de forma bastante afianzada. 
¿Quiere decir esto que el vanidoso no es capaz de amar o no  ha experimentado el amor? 
No, por supuesto. Todos los espíritus son capaces de amar. De  hecho todo espíritu que ha llegado a la fase del orgullo ha pasado antes por la  fase de la vanidad y, por supuesto, el pasar a ser un emisor de amor no sucede  de un día para otro, sino que existirá un prolongado tiempo en el que habrá una  lucha entre el despertar del sentimiento y el egoísmo, entre lo que enciende y  lo que apaga la llama del amor. En el vanidoso esa llama es débil, se enciende y  apaga continuamente. Todavía no hay una voluntad firme de trabajar por los  sentimientos y no pone énfasis en alimentar esa llama, ya que todavía está muy  pendiente de satisfacer sus caprichos egoístas. 
Dicho de otro modo, mientras que el vanidoso todavía no ha  sido capaz de encender o avivar su propia llama y todavía busca calentarse con  el fuego que emana de los demás, el orgulloso ya ha descubierto la forma de  encender su propio fuego interior y su voluntad trabaja con mayor firmeza para  mantenerlo encendido, porque ha reconocido y experimentado algo de la felicidad  verdadera que emana cuando esa llama arde con fuerza, y quiere experimentarlo  con mayor intensidad. 
¿Y cómo aprende el espíritu a encender su propia llama? 
Con la experiencia propia y el ejemplo de otros espíritus más  avanzados. 
Generalmente un espíritu vanidoso es iniciado en el amor por  un espíritu más avanzado, dador de amor, encarnado como alguien cercano: su  propia pareja, un familiar, como el padre, la madre, un hijo o hija, un hermano  o hermana. Muchas veces el espíritu menos avanzado, acostumbrado a que los  demás trabajen por él, no toma conciencia en ese momento de lo que se le está  dando, y pide cada vez más y más... Hasta que lo pierde. Se despierta entonces  una nostalgia por el amor perdido y un deseo de volver a experimentar lo que un  día se tuvo, una toma de conciencia y un reconocimiento de que fue amado y no  fue capaz de apreciarlo. Esta necesidad despierta los primeros sentimientos por  la persona o personas que tanto le dieron, que perdurará para otras vidas. Es  decir, que para que uno pueda ser capaz de dar amor, primero ha de ser capaz de  recibirlo. En vidas subsiguientes, el espíritu afrontará la experiencia de  convivir cercanamente con otros espíritus menos avanzados que él, que  requerirán de él lo mismo que él requirió de los demás y así se verá  confrontado con su propio yo, para que reconozca en las actitudes egoístas de  los demás la suya propia. Este aprendizaje se puede prolongar durante multitud  de vidas, alternado las vidas en las que se hace el papel principal de receptor  o de dador. Cuanto más se da como dador, más se recibe como receptor. Ya  depende de la voluntad del espíritu el seguir el camino del amor o el de  continuar por el del egoísmo. 
¿Qué otros avances ha logrado el espíritu después de superar  la etapa de la vanidad? 
Haré una descripción general de los logros que ha alcanzado  el espíritu que se ha desprendido bastante de la vanidad y se encuentra  plenamente inmerso en la etapa del orgullo, las cuales emanan del hecho de que  se trata ya de un espíritu conocedor del sentimiento, afianzado como dador de  amor. 
El concepto  de justicia está más desarrollado. La persona que ha llegado al orgullo es más  consciente de lo que es verdadero y justo y de lo que es sólo apariencia. En  general, los orgullosos se comportan más justamente. Ya no procuran favorecerse  a sí mismos si para ello han de ser injustos, sino que en sus decisiones tienen  en cuenta el perjuicio que pueden causar a los demás. El orgulloso ya no pretende  que le complazcan, busca que le quieran y también querer auténticamente. La  cualidad contraria a la vanidad, y que el orgulloso ya ha adquirido, es la  modestia, porque no busca hacer las cosas para llamar la atención, sino por la  satisfacción de ser justo y generoso. Los orgullosos son generosos con aquellos  a quienes quieren. Por lo tanto, en las relaciones, ya no buscan ser el centro  de atención. Prefieren una amistad auténtica a cien superficiales. 
¿Quiere  decir esto que si el orgulloso es espiritualmente más avanzado que el vanidoso,  también avanza más rápidamente? 
 
No,  porque la rapidez del avance depende de la voluntad y el énfasis que ponga el  espíritu en desprenderse del egoísmo y en amar. Hay orgullosos que se han  detenido en su evolución, pudiendo durar el estancamiento muchas vidas, así  como vanidosos que ponen mucha voluntad en avanzar y progresan rápidamente.  Aunque sí es cierto que el mayor conocimiento y conciencia de los sentimientos  hace que el más avanzado tenga más capacidad para avanzar y pueda ser más firme  en su voluntad de avance, y sufre más cuando se estanca, con lo que también  este malestar le supone un revulsivo para avanzar. Comparar un espíritu  avanzado que lleva muchas encarnaciones a sus espaldas con uno joven y poco  avanzado es tan ridículo como creer en la validez de los resultados de un mismo  test de inteligencia que se hace a un niño de siete años y a un joven de  quince. Lo normal es que, aun pudiendo ser el de siete muy inteligente, el de  quince años obtenga mejores resultados que el de siete, lo cual no tendría  ningún mérito, ya que el de quince, por tener más edad, ha tenido más tiempo  para aprender y está más desarrollado, física y mentalmente. 
Por  tanto, las comparaciones evolutivas no han de hacerse con los demás, sino con  uno mismo respecto a lo que ha podido avanzar de una encarnación a otra, ya que  el nivel evolutivo no depende sólo de la rapidez con la que se aprende, sino  también del tiempo que lleva cada espíritu evolucionado. Y como cada ser tiene  una edad espiritual distinta, lo que ocurre generalmente es que los espíritus  más viejos están más evolucionados que los más jóvenes, sencillamente porque  llevan más tiempo de evolución. No obstante existen casos particulares de  espíritus jóvenes que han progresado muy rápidamente y han adelantado a otros  más viejos que ellos, y a la inversa, espíritus muy viejos que se han estancado  espiritualmente durante mucho tiempo y que son adelantados por generaciones de  espíritus más jóvenes. 
¿Podrías  poner un ejemplo que remarque la diferencia entre el nivel evolutivo y la  rapidez del progreso evolutivo? 
Sí, el de dos  coches que parten del mismo punto, pero uno lo hace una hora antes que el otro.  El que sale el segundo inicialmente está más retrasado. Pero si su velocidad es  mayor que la del primero, en algún momento le alcanzará. La distancia recorrida  equivale al nivel evolutivo del espíritu, mientras que la velocidad, al ritmo  de evolución en cada momento.
Continuará...
Titulo: Las Leyes Espirituales  
Autor: Vicent Guillem
Está permitida la reproducción total o parcial de esta obra por todos los medios actualmente disponibles, con la condición de que no se haga con fines lucrativos ni se modifique su contenido. Página web oficial del libro: http://lasleyesespirituales.blogspot.com
Correo electrónico: lasleyes.espirituales@gmail.com
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