La niña que se atrevió a desear. Yo sólo quiero pasar un día sin que nadie se ría o se burle de mí.

La niña que se atrevió a desear. Yo sólo quiero pasar un día sin que nadie se ría o se burle de mí.


Cuando Amy Hagadorn dio vuelta en la esquina del otro extremo del corredor donde estaba su salón de clase, chocó contra un niño alto de quinto grado que corría en dirección opuesta.

—Fíjate por donde andas, tonta —gritó el niño al esquivar a la pequeña de tercer grado. Luego, con una sonrisa de burla en la cara, el niño se agarró la pierna derecha e imitó la forma de cojear de Amy. Amy cerró los ojos un instante. "Ignóralo", se dijo al dirigirse a su salón. Pero al final del día Amy todavía pensaba en la burla del niño. Y él no era el único. Desde que Amy comenzó el tercer grado, todos los días había alguien que la molestaba, por su forma de hablar o de cojear. A veces, hasta en un salón de clase lleno de alumnos, las burlas la hacían sentirse totalmente sola.

Esa noche, Amy permaneció callada durante la cena. Sabiendo que las cosas no iban bien en la escuela, Patti Hagadorn se alegró de tener buenas noticias para compartirlas con su hija.

La niña que se atrevió a desear

—Hay un certamen de deseos de Navidad en la estación de radio local —anunció—. Hay que escribir una carta a Santa para ganar un premio. Creo que alguien con cabello rubio ondulado en esta mesa debería participar —Amy sonrió nerviosa y sacó lápiz y papel.

"Querido Santa Claus", empezó. Mientras Amy se esforzaba por escribir bien, el resto de la familia trató de imaginar lo que le pediría a Santa. Tanto la mamá como la hermana de Amy, Jamie, pensaron que una Barbie de un metro sería lo primera en la lista de deseos de Amy. El papá pensó en un libro ilustrado. Pero Amy no reveló su deseo secreto de Navidad.

A la estación de radio WJLT de Fort Wayne, Indiana, llegaron numerosas cartas para el certamen del Deseo de Navidad. Los empleados se divirtieron leyendo todos los diferentes regalos que los niños y las niñas de toda la ciudad querían para Navidad. Cuando llegó la carta de Amy a la estación de radio, el director Lee Tobin la leyó con todo cuidado.

Querido Santa Claus:

Mi nombre es Amy. Tengo nueve años de edad. Tengo un problema en la escuela. ¿Me puedes ayudar, Santa? Los niños se ríen de mí por mi forma de caminar, correr y hablar. Tengo parálisis cerebral. Yo sólo quiero pasar un día sin que nadie se ría o se burle de mí.

Con amor,
Amy.

El corazón de Lee se encogió al leer la carta: sabía que la parálisis cerebral era un trastorno muscular que podía confundir a los compañeros de escuela de Amy. Pensó que sería bueno que la gente de Fort Wayne supiera de esta niña especial y su inusitado deseo. El señor Tobin llamó por teléfono al periódico local.

Al día siguiente, en la primera plana del periódico The News Sentinel apareció una fotografía de Amy y su carta a Santa. La historia se difundió con rapidez. Por todo el país, periódicos y estaciones de radio y televisión relataron la historia de la pequeña de Fort Wayne, Indiana, que pidió un regalo de Navidad tan sencillo, pero tan fuera de lo común: sólo un día sin burlas. Repentinamente, el cartero era visita asidua en la casa de los Hagadorn. Sobres de todos tamaños dirigidos a Amy llegaban a diario de niños y adultos de todo el país, con felicitaciones navideñas y palabras de aliento. Durante esa agitada temporada navideña, más de dos mil personas de todo el mundo le enviaron a Amy cartas de amistad y apoyo. Algunos de' los remitentes eran discapacitados; otros habían sido objeto de burla cuando niños, pero todos tenían un mensaje especial para Amy. A través de las tarjetas y cartas de gente desconocida, Amy vislumbró un mundo lleno de personas que en verdad se preocupaban unas por otras. Comprendió que ninguna forma o cantidad de burlas podría volverla hacer sentirse sola.

Muchas personas agradecieron a Amy el haber tenido el valor de hablar claro. Otros la animaron a ignorar las burlas y llevar la cabeza en alto. Lynn, alumna de sexto grado en Texas, envió este mensaje: Quisiera ser tu amiga, y si me quieres visitar, nos podríamos divertir. Nadie se burlará de nosotras, porque si lo hacen, ni siquiera los vamos a oír. Amy recibió su deseo de un día especial sin burlas en la Escuela Primaria de South Wayne. Pero además, la escuela recibió un beneficio adicional. Maestros y alumnos hablaron de cómo las burlas pueden hacer sentir a los demás. Ese año, el alcalde de Fort Wayne proclamó oficialmente en toda la ciudad el 21 de diciembre como el Día de Amy Jo Hagadorn. El alcalde explicó, que al atreverse a expresar un deseo tan sencillo, Amy enseñó una lección universal.

—Todos —declaró el alcalde— queremos y merecemos que se nos trate con respeto, dignidad y cordialidad.

Alan D. Shultz

Extracto de“Sopa de pollo para el alma inquebrantable. Relatos que inspiran para vencer los desafíos de la vida”porJack Canfield Mark

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Yo sólo quiero pasar un día sin que nadie se ría o se burle de mí.