Humillar a otros no te hace más fuerte, te hace más miserable

Humillar a otros no te hace más fuerte, te hace más miserable


Como es de esperar, en la vida nos topamos con todo, experimentamos de todo y aprendemos constantemente, así como enfrentamos sucesos, también nos encontramos con personas que pueden hacernos ser mejores personas o con seres que en su propia inseguridad y sufrimiento, lastiman a los demás, muchas veces en su propia ignorancia ante la esencia de la vida, pues nadie sale ileso de sus acciones.

La probabilidad de hacer mal se encuentra cien veces al día; la de hacer bien una vez al año.


Lamentablemente en la vida aún quedan este tipo de personas, las que equivocadamente confunden la autoridad con el poder y el abuso, incluso llegan a pensar que están en lo correcto, traspasan la sutil línea de la humildad y se desbordan en la búsqueda de un respeto externo que no es más que la carencia de respeto a sí mismo.

Humillar a otros no te hace más fuerte, te hace más miserable

Cuando se humilla a alguien más, se está atentando contra sí mismo, porque en realidad nada nos separa del resto del mundo, somos esencialmente iguales, únicamente las capacidades varían, en torno a potencialidades, que en cada quien brillan de distinta manera, pero pretender oscurecer las virtudes ajenas enalteciendo sus defectos, no es más que la necesidad propia de aceptación.

“El mal no es lo que entra en la boca del hombre, sino lo que sale de ella” - Jesús de Nazareth

Colocar a los demás en situación de desventaja, aprovecharnos de alguna fortaleza, disminuir su estima y cualquier acción que haga desmerecer a un tercero, no es más que ser miserable, no te hace más fuerte el exponer las debilidades de los demás, ni aprovecharte de tu situación de ventaja, cuando se toman estas acciones, parece olvidarse que la vida todo lo devuelve, todo es causa y efecto y lo que hagamos hoy es lo que recogeremos mañana.

“Aunque estés solo, no debes decir ni hacer nada malo. Aprende a avergonzarte más ante ti que ante los demás” - Demócrito de Abdera


Nuestras acciones siempre hablan por nosotros, debemos ser justicieros en la vida y procurar no hacer a los demás lo que no deseamos para nosotros o para los seres que amamos, recordar siempre que el respeto no proviene del temor, que todos somos seres humanos que sentimos y padecemos como cualquier otro, y que la vida siempre nos dará toda clase de oportunidades, para demostrar, para crecer y progresar y para ponernos siempre en el lugar del otro. La vida es un aprendizaje y cada quien elige su personaje.

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Por: Marvi Martínez – Rincón del Tibet