La trampa del Ego 3/3

La trampa del Ego 3/3




7ª. Trampa. El ego está loco.


La séptima trampa que nos pone el ego es mediante las consecuencias de que está loco. De mi eminente maestro Dyer, aprendí su definición de locura y él dice que una persona loca es quien se cree lo que no es y actúa en el mundo según esa creencia. En todos mis estudios de la psicología humana, nunca había encontrado una definición tan sencilla y tan contundente a la vez, de locura. Y eso es precisamente lo que cree el ego, y a todas horas intenta que tú lo creas también.


Al igual que mi maestro, estoy convencido de que el ego está loco porque le teme a la muerte. Podríamos decir que el ego tiene la delirante idea de que puede morir cuando tú conozcas tu verdadero yo. A medida que esta locura del ego se apodera de tu vida, te llegas a identificar con la idea de tu yo falso para mantenerlo vivo.


Esta trampa del ego, viene claramente indicada en d libro Un Curso de Milagros cuando acota: "Éste es un mundo demente, y no subestimes la extensión de dicha locura. No existe aspecto alguno de tu percepción que no esté afectado". La locura del ego es la que engendra la idea de que lo que ves es lo único que existe, su locura genera tu percepción de sentirte aislado, su locura te convence de que eres alguien "especial", su locura hace que te ofendas muy fácil y rápidamente hasta por lo más mínimo, su locura engendra tus temores, su locura te hace pensar que puedes encontrar la paz consumiendo y comprando cada vez más.


El teólogo y paleontólogo francés, Teilhard de Chardin, escribió: "Somos uno solo, al fin y al cabo, tu y yo; juntos sufrimos, juntos existimos, y eternamente nos regocijaremos el uno con el otro”. Esto es cordura: saber que todos somos uno en Dios. Cuando sepas esto, tu verdadero conocimiento de Dios, esto no te hará superior a nadie, pero te aportará un sentido más rico y profundo a tu vida. Los que no han visto su luz interior siguen siendo parte de nosotros, son nosotros, en diferentes momentos de nuestra misma manifestación.


Ahora que te he explicado lo que he llegado a conocer como las siete trampas del ego, estás preparado para ir más allá de él. Recuerdo que hace muchos años un maestro que conocí de tiro al blanco, me dijo: "Nunca podrás dar en el blanco que no veas". Una verdad que podría callarse por lógicamente sabida. Pero no. V ale la pena nombrarla, para comprender que, analógicamente, nunca podremos franquear una trampa de la que no se nos advirtió. Ésa fue mi intención aquí. Advertirte de lo mismo que se me ha advertido a mí, y que me sirvió para emprender el camino de mi búsqueda espiritual con más seguridad. Así fue como empecé a darme cuenta de las siete maneras para pasar del lado oscuro a la luz. Mi primer hallazgo consistió en pasar ...


DE LA NECESIDAD DE GANAR A LA PAZ


Lo que tu ego necesita es demostrar que ha ganado, siempre busca ganar. Lo que tu espíritu busca es paz. Así de simple, y tremenda es la diferencia, tal como la que hay entre la oscuridad y la luz.

Todo el tiempo estás eligiendo, todo el tiempo eliges con qué identificarte, con tu ego o con tu espíritu. Y una forma muy adecuada de saberlo es: si tus elecciones te generan ansiedad y agitación o una sensación de armonía y paz. La opción que genera ansiedad o agitación generalmente está basada en la idea que tienes de ti mismo, mientras que la que genera paz es la basada en lo que tú yo espiritual te ofrece. "Si la opción que tomas te aporta una sensación de paz, entonces estás bajo la guía de tu yo espiritual".


Siempre pregúntate: "¿Esto me va a traer paz o ansiedad?" Siempre que te des cuenta de la respuesta podrás ir caminando más seguro. Por ejemplo, cada vez 1ue yo tengo que ir a algún lado a visitar a alguien, me pregunto si el encuentro me traerá paz o agitación. Si siento paz con sólo imaginarlo, voy. Si siento ansiedad o una leve molestia en mi interior, simplemente no visito a esa persona. Así de sencillo y así de fructificante a la vez. Te puedo jurar que este parámetro de decisión ha sido uno de los más poderosos (para el bien) que he podido encontrar en mi vida. Eligiendo de esta manera, cada encuentro que tengo con alguien, me hace sentir extremadamente bien; y cuando decido permanecer sin visitar a ese alguien, también me hace sentir extraordinariamente bien. Esto es vivir del lado de la luz.


Otro ejemplo tremendamente útil es a la hora de comprar. En esta etapa de mi vida me he percatado de que no basta tener el dinero para comprar algo, sino que es muy conveniente además saber si es adecuado comprarlo o no. Hoy en día, cada vez que tengo ganas de comprar algo, me atrapo sabiendo que el que quiere comprar es mi ego; recuerda que, como ya te lo he explicado, el ego crece con las adquisiciones. Sin embargo, en esta vida terrenal, requerimos de la compra de ciertas cosas. Hoy, siempre que estoy frente a algún producto o servicio, en el instante en que lo tengo en mis manos o en el momento en que debo firmar algún contrato de servicios, ahí mismo me pregunto: "¿Esto me traerá paz o ansiedad?" Nunca falla el sentimiento. Nunca. Lo tengo comprobado porque cada vez que mi interior me respondía "Ansiedad", y aún así lo compraba, no tardaba mucho en corroborar dolorosamente que en efecto tenía ansiedad o desesperación por haber comprado ese algo unos minutos después.


No importa si se tiene el dinero en abundancia o de sobra para la compra de ese algo. La ansiedad siempre hace su aparición cuando quien lo eligió fue el ego. En cambio, cuando al comprar algo siento paz, nunca falla que ese algo era efectivamente útil para continuar con determinada misión. Hay alegría en esta compra. Sin duda, hoy compro mucho menos -en verdad mucho menos- que hace unos años, y se siente uno tan bien, pero tan bien, que esta sensación es altamente recomendable.


Tu ego quiere que siempre estés en angustia y para ello siempre te invita a que sientas la necesidad de ganar. Quien necesita ganar vive en un estado permanente de angustia y ansiedad, y esta forma es de las más eficientes para alejarte de tu yo espiritual, de Dios. Quizás aquí me quieras rebatir el punto preguntándome si acaso está mal ganar. Y entonces te diría que no. No. Lo que está mal es tener la necesidad, cuestión que es muy distinta. Mira, sorpréndete con esto: hay gente que gana -y por mucho con respecto a su más cercano contrincante- y nunca se da cuenta de que ganó, eso es algo que le tiene sin cuidado. Me consta. Esto es el colmo de no tener ninguna necesidad de ganar, y en este tipo del verdadero éxito en la vida, donde la gente gana y ni se da cuenta, es cuando su espíritu lo guía. Otra de las ironías que he encontrado en esta vida es precisamente ésa, que cuando alguien es inmensamente feliz viviendo en paz haciendo lo que hace, siempre gana si se le comparara con otros que hacen lo mismo que él. Pero a él ni le interesa, ni se da cuenta, ni dedica tiempo a pensar en cómo ganar, ni busca estrategias para triunfar, ni nada por el estilo. Esta persona que ha optado por su yo espiritual, simplemente gana sin darse cuenta. No le interesa ganar, le interesa estar en paz y feliz mientras hace lo que hace. Y te repito, aquí irónicamente se gana y por mucho.


En mi carrera como conferenciante, fui muchas veces tentado por el ego queriendo (al grado de necesidad) ser el mejor. Incluso hace muchos años llegué a dictar mis conferencias en un colegio donde los alumnos calificaban al conferenciante y de ello dependía el monto del pago por la conferencia. Recuerdo perfectamente bien y como una hermosa experiencia de mi vida la primera vez que di clase en esa institución a mis 23 años de edad aproximadamente. Una semana después de haber dictado mi conferencia en la que dejé mi alma en ella, recibí una llamada a mi oficina donde la encargada me felicitaba por haber obtenido un diez de calificación cerrado. Me felicitó exhaustivamente y yo no lograba entender a qué se refería. Hasta ese momento supe que lo calificaban a uno. Nunca lo supe antes. No tenía ni la más remota idea de que iba a ser evaluada mi participación. Y no fue sino hasta que le pregunté a que se refería que me lo explicó.


Cada alumno calificaba cinco parámetros de la exposición y el promedio se obtenía al sumar cada parámetro por alumno para luego hacer otro promedio por cada alumno de todos los que participaron en mi conferencia. Eran muchas, en verdad muchas, las posibilidades de que alguien pusiera tan sólo un nueve en uno de los parámetros y con ello e promedio final fuera cualquiera inferior a un diez perfecto. Incluso, meses después me enteré que el mejo conferenciante considerado ahí nunca había sacado Un diez perfecto, su máxima calificación había sido 9.9 Era el líder de esa institución y por supuesto luego di mi calificación y prestigio ahí ganado, ya no me invita ron a dictar conferencias en su colegio.


El ego nunca quiere perder. Yo, en todo el tiempo que colaboré ahí nunca revisé ninguna de las calificaciones que me asignaban. Nunca. Incluso, cuando alguna de las encargadas me llamaba para ir a revisar mi historial de evaluación no asistía. Yo tan sólo era inmensamente feliz hablando y enseñando lo que más me gustaba como mi materia en un colegio tan bonito. Al mismo tiempo, alcancé a ver a maestros que revisaban y revisaban sus calificaciones tratando de demostrar que quizás hubiera algún error. Te puedo garantizar que la diferencia en la alegría que esto generaba era enorme. Hoy y desde aquella vez, ya nunca compito. No me interesa. No compito en ningún ámbito de mi vida. La paz que he llegado a sentir, no la cambio por nada. Tan sólo me interesa dar lo mejor de mí cada vez que Dios me pone en su camino y eso es todo lo que queda en mi intención. Las calificaciones tal vez sigan siendo muy útiles para otros, yo ya no les alcanzo a ver mucho sentido.


Reemplazar la necesidad de ganar y su ansiedad por la paz interior, es reemplazar tu identidad con el ego por la de tu espíritu. El cambio de identidad es de hermosas consecuencias. Aquí quiero repetirte algo: te sugiero que no necesites ganar, sólo gana sin darte cuenta permitiendo que el triunfo suceda solo. No persigas el triunfo, más bien deja que éste llegue a ti. Para logrado no debes hacer nada en su búsqueda. Sucede solo. Luego de 15 años de vivido, siento la autoridad para decÍrtelo aquí con el corazón en mi mano. Quizás aquí aplique esta frase: "No busques, encuentra". A estas alturas podrás deducir que es distinto.


Uno de los más gratos recuerdos de mis primeros años en la universidad es por un maestro que me impresionó en aquella época, el Doctor Mario Vergara, la materia que impartía era "Psicosociología del mexicano". Recuerdo perfectamente una de sus clases  que más me dejaron impresionado para toda mi vida, incluso ahora mismo viene muy vívido a mi mente, casi como si estuviera volviéndolo a escuchar en este momento, fue uno donde dijo con todo el impacto de sus elocuentes palabras:


... El corazón humano, al ser tan humano, siempre busca más y más, y más, es insaciable. Los deseos del corazón de un humano son tan grandes y ambiciosos que se encierra en una tonta búsqueda sin fin, en el mundo material; ahí, por más que se acumule, por más que se logre, por más que se gane, siempre habrá más, y más que se pueda desear. Así funciona la garantía para frustrar cualquier corazón humano que busca su satisfacción en los bienes materiales o éxitos terrenales. Nunca podrá estar en paz y tranquilo porque siempre hay más que lograr o ganar. Si el corazón humano es infinito en sus deseos, entonces lo único que lo puede saciar es precisamente lo que es Infinito. Y ésta es la razón por la cual sólo y exclusivamente cuando permitimos que Dios entre a nuestro corazón, es cuando éste se sacia en verdad y encuentra la paz”.


Nunca olvidé esas palabras. Nunca. Se prendieron de mi corazón y de mi alma como pocas piezas de oratoria lo han logrado y hoy me doy cuenta que desde hace 20 años se quedaron en mí para poderlas compartir en este taller de autoestima y comprender aún más la enorme diferencia entre ego y espíritu. Entre la oscuridad y la luz.

Continúa en el capítulo 291

Del Taller de Autoestima de Juan Carlos Fernández. Capítulo 290 Volumén 2: Las Trampas del Ego