¿Por qué es tan doloroso el amor?


El amor es doloroso porque crea el camino hacia la felicidad. El amor es doloroso porque transforma, porque es mutación. Toda transformación resulta dolorosa porque lo viejo tiene que dar paso a lo nuevo. Lo viejo es conocido, seguro, y lo nuevo completamente desconocido. Te internas en un océano ignoto. Con lo nuevo no te sirve la mente; con lo viejo, la mente es muy hábil. La mente solo puede funcionar con lo viejo; con lo nuevo, no te sirve para nada.

Por eso surge el miedo, y al abandonar el mundo viejo, tan cómodo, tan seguro, también surge el dolor. Es el mismo dolor que siente el niño al abandonar el vientre materno, el mismo dolor que siente el pájaro al salir del huevo, el mismo dolor que sentirá el pájaro la primera vez que intente alzar el vuelo.

El miedo a lo desconocido, y la seguridad de lo conocido, la inseguridad de lo desconocido, lo impredecible de lo desconocido... todo eso asusta mucho.
Y como se va a producir la transformación de tu propio ser en un estado de no ser, el tormento será terrible, pero no se puede experimentar el éxtasis sin pasar por el tormento. Para purificarse, el oro tiene que pasar por el fuego.
El amor es fuego.

Debido al dolor del amor, millones de personas llevan una vida sin amor. También ellas sufren, pero su sufrimiento es inútil. Sufrir con el amor no es sufrir en vano. Sufrir con el amor es creativo, te lleva a los niveles más elevados de la consciencia. Sufrir sin amor es un derroche absurdo, que no lleva a ninguna parte, que te mantiene en el mismo círculo vicioso.

La persona sin amor es narcisista, está cerrada. Solo se conoce a sí misma. ¿Y cuánto puede conocer de sí mismo si no ha conocido al otro? Porque solo el otro puede funcionar como espejo. Nunca te conocerás a ti mismo sin conocer al otro. El amor es también algo fundamental para el conocimiento de uno mismo. La persona que no ha conocido al otro con profundo amor, con intensa pasión, con éxtasis, no podrá saber quién es ella misma, porque no tendrá espejo en el que ver su propio reflejo.

La relación es un espejo, y cuanto más puro es el amor, cuanto más elevado el amor, mejor el espejo, más claro. Pero el amor más elevado requiere que te abras. Para el amor más elevado tienes que ser vulnerable. Tienes que deshacerte de tu coraza, y eso resulta doloroso. No debes estar constantemente en guardia. Tienes que deshacerte de la mente calculadora, arriesgarte. Tienes que vivir peligrosamente. El otro puede herirte, y ese es el miedo a ser vulnerable. El otro puede rechazarte, y ese es el miedo a enamorarse.

El reflejo de tu propio ser que encontrarás en el otro puede resultar feo; de ahí surge la ansiedad. Evita el espejo, pero si lo evitas no te volverás guapo. Tampoco crecerás evitando esa situación. Hay que aceptar el reto.
Hay que adentrarse en el amor. Ese es el primer paso hacia Dios, y no se puede rehuir. Quienes intentan rehuir el paso hacia el amor nunca llegarán a Dios. Ese paso es necesario porque solo tomas consciencia de tu totalidad cuando te provoca la presencia del otro, cuando tu presencia queda realzada por la presencia del otro, cuando te sacan de tu mundo narcisista, cerrado, al cielo abierto.

El amor es un cielo abierto. Enamorarse significa alzar el vuelo, pero no cabe duda de que el cielo ilimitado produce temor.

Y deshacerse del ego es muy doloroso porque nos han enseñado a cultivarlo. Pensamos que el ego es nuestro único tesoro. Lo protegemos, lo decoramos, lo perfeccionamos, y cuando el amor llama a nuestra puerta, lo único que se necesita para enamorarse es dejar a un lado el ego, sin duda algo muy doloroso. Le has dedicado toda la vida, es lo único que has creado, ese ego tan feo, esa idea de «Yo soy algo distinto de la existencia».

Esta idea es fea porque es falsa. Esta idea es ilusoria, pero nuestra sociedad está basada, en la idea de que cada persona es una persona, no una presencia.

La verdad es que en el mundo no hay ninguna persona, sino solo presencia. Tú no existes, no como ego, como algo distinto del todo.

Formas parte del todo. El todo te penetra, el todo respira en ti, palpita en ti, el todo es tu vida.

El amor te proporciona la primera experiencia de estar en sintonía con algo que no es tu ego. El amor te da la primera lección para estar en armonía con alguien que nunca ha formado parte de tu ego. Si puedes estar en armonía con una mujer, si puedes estar en armonía con un hombre, con un amigo, con tu hijo o con tu madre, ¿por qué no puedes estar en armonía con todos los seres humanos? Y si estar en armonía con una sola persona produce tal gozo, ¿cuál será el resultado de estar en armonía con todos los seres humanos? Y si puedes estar en armonía con todos los seres humanos, ¿por qué no con los animales y los árboles? Un peldaño lleva al otro.

El amor es una escalera. Empieza con una persona y acaba con la totalidad. El amor es el principio; Dios el final. Temer al amor, tener miedo de sufrir dolor por el amor equivale a quedarse encerrado en una celda oscura.

El hombre actual vive en una celda oscura, es narcisista. El narcisismo es la mayor obsesión de la mente actual.

Y entonces surgen los problemas, problemas absurdos. Algunos problemas son creativos porque te llevan a una consciencia más elevada. Hay problemas que no te llevan a ninguna parte; simplemente te mantienen atado, te mantienen en tu antigua confusión.
El amor crea problemas. Puedes evitar esos problemas evitando el amor, pero son problemas esenciales, que hay que afrontar, que hay que vivir, superar. Y para superarlos, hay que recorrer el camino. El amor es lo único que realmente merece la pena. Todo lo demás es secundario. Si contribuye al amor, es bueno. Todo lo demás se reduce a un medio, mientras que el amor es el fin. Por tanto, adéntrate en el amor, a toda costa.

Si no te adentras en el amor, como han decidido hacer tantas personas, te quedarás anclado en ti mismo. Entonces tu vida no es una peregrinación, no es un río que desemboca en el mar, sino una charca de agua estancada, sucia, y dentro de poco no habrá sino porquería y cieno. Para mantenerse limpio hay que seguir fluyendo. Un río se mantiene limpio porque fluye sin cesar. El fluir es el proceso para mantenerse siempre virgen.

Un amante siempre se mantiene virgen. Todos los amantes son vírgenes. Quienes no aman no pueden mantenerse vírgenes; se quedan aletargados, estancados, tarde o temprano empiezan a apestar —más bien temprano que tarde— porque no tienen adónde ir. Su vida está muerta.

En esa situación se encuentra el ser humano actual, y por eso proliferan las neurosis, las locuras. Las enfermedades psicológicas han adquirido proporciones epidémicas. Ya no se trata de unas cuantas personas enfermas psicológicamente; la realidad es que la tierra entera se ha convertido en un manicomio. La humanidad entera padece una especie de neurosis.

Y esa neurosis procede del estancamiento narcisista. Todo el mundo se aferra a la ilusión de tener su propio ser, algo distinto del resto, y la gente se vuelve loca. Y esa locura carece de sentido, es improductiva, nada creativa. O las personas se suicidan. También esos suicidios son improductivos, faltos de creatividad.

Quizá no te suicides con veneno, tirándote desde un acantilado o pegándote un tiro, pero puedes suicidarte con un proceso muy lento, que es lo que suele ocurrir. Muy pocas personas se suicidan de golpe. Otras prefieren un suicidio lento, ir muriendo poco a poco, lentamente, pero se puede decir que existe una tendencia suicida casi generalizada.

Esa no es forma de vivir, y la razón, la razón fundamental, es que hemos olvidado el lenguaje del amor. Ya no tenemos la suficiente valentía para adentrarnos en esa aventura llamada amor. Por eso a la gente le interesa el sexo, porque con el sexo no te arriesgas. Es algo pasajero, y no te implicas. El amor significa implicación, compromiso; no es algo pasajero. En cuanto empieza a arraigar, puede durar para siempre. Puede suponer un compromiso de por vida. El amor requiere intimidad, y solo cuando intimáis se puede convertir el otro en espejo. Cuando hay un encuentro sexual con una mujer o con un hombre, no os encontráis; simplemente evitáis el alma de la otra persona. Os limitáis a utilizar el cuerpo de esa persona y salís corriendo, y la otra persona utiliza tu cuerpo y sale corriendo. No llegáis a la intimidad necesaria para revelaros mutuamente vuestro auténtico rostro.

Osho - El libro del Ego