Una anciana deja una conmovedora carta a sus cuidadores antes de morir

Una anciana deja una conmovedora carta a sus cuidadores antes de morir


Las enfermeras pensaron que padecía demencia senil, pero cuando leyeron la nota todo cambió

Uno de los problemas comunes en las personas mayores es la soledad. Ya sea por viudedad, por razones propias o por el paso de los años, muchos ancianos notan la falta de compañía y de cariño al sentirse solos.
Este es el caso de la mujer de esta historia, que vivía en una residencia de ancianos. Las enfermeras pensaron que padecía demencia senil y simplemente esperaba a la muerte. De vez en cuando murmuraba algo sarcástico, pero sus cuidadores tenían claro que ya no reconocía lo que sucedía a su alrededor.
Tras su muerte, los enfermeros encontraron una carta en su escritorio que lo cambió todo. Mientras leían las siguientes líneas, pudieron sentir la tristeza de la anciana. Sus cuidadores supieron que la mujer vivía y sentía como cualquiera de ellos.

«¿Qué veis vosotras, enfermeras? ¿Qué veis?

¿Qué pensáis cuando me veis?

Una vieja cascarrabias, no muy lista.

Con hábitos extraños y mirada distante.

A la que la comida le cae por la comisura de los labios y nunca responde.

A la que decís en alto: ‘Al menos podría intentarlo’.

Que parece no darse cuenta de las cosas que hacéis.

Y que siempre pierde algo. ¿Un calcetín o un zapato?

Que, oponiendo resistencia o sin oponerla, deja que hagáis lo que queráis.

Que ocupa sus largos días con el baño o la comida.
¿Es eso lo que pensáis? ¿Es eso lo que veis?

Pues entonces abrid los ojos, enfermeras, vosotras no me veis.

Os diré quién soy, ahora que estoy sentada

haciendo lo que me decís y comiendo cuando me pedís:

Soy una niña de 10 años, con padre y madre,

hermanos y hermanas, que se quieren.

Una chica de 16 con alas en los pies,

que sueña con encontrar pronto el amor.

Una novia con 20, a la que el corazón le brinca.

Que recuerda los votos que prometió cumplir.

Que con 25 ya tiene sus propios niños,

a los que ha de guiar y dar un seguro hogar.

Una mujer de 30, cuyos hijos crecen rápido.

Unidos los unos a los otros con lazos que han de durar.

Con 40, mis jóvenes hijos han crecido y se han ido.

Pero mi marido está conmigo para que no entristezca.

Con 50 vuelven a jugar bebés en mi regazo.

Volvemos a conocer a niños, mi amor y yo.

Días oscuros sobre mí, mi marido ha muerto.

Miro al futuro y me estremezco.

Mis hijos tienen sus propios hijos.
Y pienso en los años y en el amor que conocí.

Yo soy ahora una vieja. La naturaleza es terrible.

Me río de mi edad como una idiota.

Mi cuerpo se viene abajo. Gracia y fuerza se despiden.

Ahora solo queda una piedra, donde latía un corazón.

Pero en esta vieja carcasa aún vive una mujer joven.

Y mi maltrecho corazón se hincha.

Me acuerdo de las alegrías, me acuerdo de las penas.

Y vivo y amo, todos los días.

Pienso en los años, tan pocos y que se fueron tan rápido.

Acepto el hecho de que nada puede quedar.

Así que abrid los ojos. Abridlos y mirad.

Nada de vieja cascarrabias.

Mirad más de cerca. ¡Vedme a MÍ!».
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Fuente: es.newsner.com