Cómo Cambiar

Cómo Cambiar



“ La gente no necesita cambiar sus problemas, sino sus perspectivas”.
John C. Maxwell.

Me encantan las explicaciones prácticas. Todas las teorías del mundo son inútiles a menos que sepamos cómo aplicarlas para cambiar. Yo siempre he sido una persona muy pragmática, con una gran necesidad de saber cómo se hacen las cosas.

Los principios con que vamos a trabajar ahora son:
  • Alimentar la disposición a renunciar.
  • Controlar la mente.
  • Aprender hasta qué punto nos liberamos perdonando y perdonándonos.

Renunciar a la necesidad

Cuando intentamos renunciar a un modelo mental, parece como si toda la situación empeorase durante un tiempo. No es malo que así sea: es un signo de que la situación empieza a movilizarse. Nuestras afirmaciones funcionan, y es necesario seguir adelante.

Ejemplos:

Estamos  trabajando  para  aumentar  nuestra  prosperidad, y perdemos la billetera.

Estamos   trabajando   para   mejorar   nuestras   relaciones y tenemos una pelea. Estamos trabajando para mejorar la salud y atrapamos un resfriado.

Estamos trabajando en la expresión de nuestros talentos y capacidades de creación, y nos despiden.

A veces el problema toma una dirección diferente, y empezamos a ver y a entender más. Supongamos, por ejemplo, que usted esta tratando de dejar de fumar y diciéndose: «Estoy dispuesto a renunciar a la "necesidad" de cigarrillos». A medida que insiste en su propósito, advierte que se siente más incómodo en sus relaciones.

No se desespere: esto es un signo de que el proceso funciona.

Podría hacerse una serie de preguntas en este estilo:«¿Estoy dispuesto a renunciar a relaciones que me inco-modan? Los cigarrillos, ¿no estarían actuando como una cortina de humo que me impedía ver lo incómodo que me encuentro en esas relaciones?. ¿Por qué me estoy creando esta clase de relaciones?».

Así observa que los cigarrillos no son más que un síntoma, no una causa. Ahora usted empieza a tener una penetración y un entendimiento de la situación que podrán liberarlo, y empieza a decirse que está dispuesto a renunciar a la «necesidad» de relaciones incómodas.

Entonces advierte que la razón de que se sienta tan incómodo es que le da la impresión de que los demás siempre lo critican.

Como usted ya sabe que cada cual es el creador de sus propias experiencias, ahora empieza a decirse: «Estoy dispuesto a renunciar a la necesidad de que me critiquen».

Piensa en las críticas y se da cuenta de que, de pequeño, recibió muchísimas, y de que el niño que lleva dentro sólo se siente «a gusto» cuando lo critican. Su manera de ocultárselo a usted mismo había sido echar una «cortina de humo».

Quizá sienta que el paso siguiente es decirse: «Estoy dispuesto a perdonar a...».

A medida que siga haciendo sus afirmaciones, es probable que descubra que los cigarrillos ya no le interesan, y que la gente que conoce ya no lo critica. Entonces sabrá que ha renunciado a su necesidad, que se ha liberado de ella.

Este tipo de trabajo requiere generalmente cierto tiempo. Si persiste con paciencia y está dispuesto a concederse todos los días unos momentos de tranquilidad para reflexionar sobre su proceso de cambio, irá obteniendo las respuestas. La Inteligencia que hay dentro de usted es la misma que creó todo el planeta. Confíe en su Guía Interior, que le revelará todo lo que necesite saber.

Ejercicio: Renunciar a la necesidad

Si estuviéramos en un seminario, haría que mis lectores practicaran este ejercicio en pareja. Sin embargo, cada uno puede también hacerlo solo usando un espejo, si es posible grande.

Piense un momento en algo que quiera cambiar en su vida. Vaya al espejo y, mirándose a los ojos, diga en voz alta:

—Ahora me doy cuenta de que yo he creado esta situación, y estoy dispuesto a renunciar al modelo mental que, en mi conciencia, es responsable de esta situación.

Dígalo varias veces, con sentimiento.

Si estuvieran trabajando en pareja, yo pediría a su compañero que le dijese si realmente le parecía que usted hablaba en serio. Lo que quisiera sería que usted convenciera a su compañero.

Pregúntese si realmente lo está diciendo en serio. Convénzase a sí mismo, en el espejo, de que esta vez está dispuesto a liberarse de la servidumbre del pasado.

Hay muchas personas que, una vez han llegado a este punto, se asustan porque no saben cómo poner en práctica esta renuncia. Tienen miedo de asumir un compromiso sin saber todas las respuestas. Esto no es más que otra resistencia a cambiar. Hay que ir más allá de ella.


Una de las cosas realmente grandes es que no tenemos que saber cómo. Lo único que necesitamos es estar dispuestos. La Inteligencia Universal -o su subconsciente- ya se ocupará de los «cómos». Para todo lo que usted piensa y para cada palabra que diga hay respuesta, y el momento del poder es el presente. Las cosas que está pensando y las palabras con que las está declarando en este momento están creando su futuro.

Su mente es un instrumento

Usted es mucho más que su mente. Tal vez ella crea que dirige el espectáculo, pero eso es sólo porque usted la ha entrenado para que piense así. También se puede deshacer ese entrenamiento con el fin de adquirir otro muy distinto.

La mente es un instrumento que usted tiene para usarlo como le plazca. La forma en que lo usa actualmente no es más que un hábito, y los hábitos -cualquier hábito- se pueden cambiar si nos lo proponemos, e incluso si simplemente sabemos que es posible hacerlo.

Acalle durante un momento el parloteo de la mente y piense de verdad en este concepto: La mente es un instrumento que usted puede usar de cualquier manera, como lo desee.

Las ideas que usted «decide» pensar crean las experiencias que tiene. Si cree que es arduo y difícil cambiar un hábito o una idea, al decidir pensar así hará que eso sea verdad en su caso. Si decide pensar que cada vez es más fácil para usted hacer cambios, el haber elegido ese pensamiento hará que sea cierto.

El control de la mente

Dentro de usted hay un poder y una inteligencia increíbles, que responden constantemente a sus ideas y a sus palabras. A medida que aprenda a controlar la mente escogiendo conscientemente sus pensamientos, irá ganándose como aliado a ese poder.

No crea que la mente es la que lo controla; es usted quien controla a su mente. Usted la usa. Usted puede dejar de tener esas viejas ideas.

Cuando su pensamiento habitual intente volver, insistiendo en que «es tan difícil cambiar», asuma usted el control mental. Hable con su mente; dígale: «Ahora opto por creer que cada vez se me va haciendo más fácil cambiar».

Tal vez tenga que repetir vanas veces este diálogo con su mente para que ella reconozca que el control lo lleva usted, y que lo que usted dice es lo que vale.


Lo único que usted puede controlar es su pensamiento presente

Sus pensamientos de antes ya no están; no hay nada que usted puede hacer con ellos, como no sea vivir hasta agotar las experiencias que ellos causaron. Sus pensamientos futuros aún no se han formado, y usted no sabe cuáles serán. Su pensamiento actual, lo que está pensando en este mismo momento, está totalmente bajo su control.


Ejemplo

Si durante mucho tiempo ha permitido que su hijo pequeño se quedara hasta que él quisiera, y ahora usted toma la decisión de que el niño se acueste todas las noches temprano, ¿qué cree que pasará la primera noche? El niño se rebelará contra esa nueva regla; es probable que chille y patalee y haga todo lo posible por no irse a la cama. Si en este momento usted afloja, el niño ganará, e intentará siempre controlar la situación.

Sin embargo, si usted mantiene tranquilamente su decisión e insiste con firmeza en que ése es el nuevo horario para acostarse, la rebeldía irá disminuyendo, y en dos o tres noches la nueva rutina habrá quedado establecida.

Lo mismo sucede con su mente: si duda, al principio se rebelará. No querrá someterse a un nuevo entrenamiento. Pero el control lo lleva usted, y si se mantiene firme, en muy poco tiempo la nueva manera de pensar habrá quedado establecida. Y usted se sentirá espléndidamente al darse cuenta de que no es una víctima importante de sus propios pensamientos, sino el señor de su propia mente.

Ejercicio: Desprenderse

Mientras va leyendo esto, haga una inspiración profunda, y mientras exhala deje que toda la tensión desaparezca de su cuerpo. Deje que se relajen el cuero cabelludo, la frente y la cara. La cabeza no necesita estar tensa para que usted pueda seguir leyendo. Deje que se relajen la lengua, la garganta y los hombros. Se puede sostener un libro con las manos y los brazos relajados. Hágalo. Deje que se relajen la espalda, el abdomen y la pelvis. Respire en paz mientras relaja las piernas y los pies.

¿Se ha producido algún cambio importante en su cuerpo desde que empezó el párrafo anterior? Sienta hasta qué punto se reprime. Si lo está haciendo con el cuerpo, lo está haciendo con la mente.

En  esta  posición  cómoda  y  relajada,  dígase:

«Estoy dispuesto a desprenderme. No me reprimo. Me aflojo. Aflojo toda tensión. Renuncio a todo miedo, a todo enojo. Me libero de toda culpa, de toda tristeza. Renuncio a todas las viejas limitaciones. Me desprendo de todo esto y estoy en paz. Estoy en paz conmigo mismo. Estoy en paz con el proceso de la vida. Estoy a salvo y seguro».

Practique dos o tres veces este ejercicio. Sienta el aflojamiento que implica desprenderse. Repítalo cada vez que sienta que empiezan a acosarlo pensamientos negativos. Se necesita cierta práctica para que la rutina se haga parte de usted. Cuando uno empieza por ponerse en este estado pacífico y relajado, es más fácil que las afirmaciones «prendan», porque uno está abierto y receptivo ante ellas. No hay necesidad de pugna, de ninguna clase de esfuerzo. Simplemente, relájese y piense en las cosas apropiadas. Sí, es así de fácil.

La descarga física

En ocasiones necesitamos una descarga física para aflojarnos. Las experiencias y las emociones pueden quedar aprisionadas en el cuerpo. Vociferar en el interior del coche, con todas las ventanillas cerradas, puede ser una excelente descarga si hemos estado sofocando nuestra expresión verbal. Aporrear la cama o patear cojines es una manera inofensiva de liberar la furia contenida, como lo es jugar al tenis o correr.

Hace cierto tiempo, me pasé uno o dos días con un dolor en el hombro. Procuré no hacerle caso, pero no se me iba. Finalmente, me decidí a preguntarme qué era lo que pasaba, y qué era exactamente lo que sentía.

«Es como una sensación de quemadura. Quemadura... quemadura... eso significa enojo. ¿Por qué estás enojada?»

Como no se me ocurría por qué estaba enojada, me dije: «Bueno, vamos a ver si podemos descubrirlo». Puse sobre la cama dos grandes cojines y empecé a aporrearlos con todas mis fuerzas.

Después de una docena de golpes me di cuenta exactamente de por qué estaba enojada. Era clarísimo. Seguí golpeando los almohadones y gritando para descargar las emociones de mi cuerpo. Una vez que hube terminado me sentí mucho mejor, y al día siguiente el hombro estaba como nuevo.

Dejarse inmovilizar por el pasado

Muchas personas vienen a decirme que no pueden disfrutar del día de hoy a causa de algo que sucedió en el pasado. Como antes no hicieron algo, o no lo hicieron de cierta manera, no pueden vivir plenamente ahora. Como ya no tienen algo que tuvieron, no pueden disfrutar del presente. Porque en el pasado alguien los hirió, ahora no quieren aceptar el amor. Como una vez que se comportaron de cierta manera les sucedió algo desagradable, están seguros de que volverá a sucederles si actúan de ese modo. Porque una vez hicieron algo de lo cual se arrepintieron, se consideran para siempre malas personas. Alguien les hizo una mala pasada en una ocasión, y ahora están seguros de que su vida no es lo que ellos quisieran por culpa de aquella persona. Porque en el pasado una situación los indignó, ahora se aferran virtuosamente a aquella indignación. Debido a alguna antigua experiencia en que se sintieron maltratados, jamás han querido perdonar ni olvidar.

Porque no me invitaron a la fiesta de fin de curso, hoy no puedo disfrutar de la vida.

Porque en mi primera prueba de selección no tuve éxito, ahora todas las pruebas me aterrorizan.

Porque estoy divorciado, no puedo llevar una vida plena.

Porque mi primera relación amorosa terminó, me he cerrado para siempre al amor.

Porque en una ocasión me dijeron algo hiriente, jamás volveré a confiar en nadie.

Porque una vez robé algo, debo autocastigarme siempre.

Porque de niño fui pobre, jamás llegaré a ninguna parte.

Lo que muchas veces nos negamos a reconocer es que aferrarnos al pasado, haya sido lo que haya sido y por más terrible que fuera, sólo sirve para hacernos daño. A «ellos en realidad no les importa, y por lo común, ni siquiera se dan cuenta. Si nos negamos a vivir plenamente el momento presente, sólo nos hacemos daño a nosotros mismos.

El pasado pasó, pertenece al ayer y no es posible cambiarlo. Este momento es el único en que podemos vivir. Hasta cuando nos quejamos del pasado, nuestro recuerdo de él se da en el presente, y en el proceso nos estamos perdiendo la verdadera vivencia de este momento.

Ejercicio: Renunciamiento

Liberemos ahora la mente del pasado, renunciando al apego emocional que sentimos por él. Dejemos que los recuerdos no sean más que recuerdos.

Si uno vuelve a pensar en la ropa que solía usar cuando estaba en tercer grado, eso no tiene por lo general ninguna connotación emocional; no es más que un recuerdo.

Lo mismo puede ocurrir con todos los sucesos pasados de la vida. A medida que los desnudamos de su carga afectiva, adquirimos mayor libertad de valernos de todo nuestro poder mental para disfrutar de este momento y crear nuestro futuro. Haga una lista de todas las cosas de las que está dispuesto a «soltarse». ¿Está realmente dispuesto a hacerlo?. Fíjese en sus reacciones. ¿Qué tendrá que hacer para desprenderse de esas cosas?. ¿Hasta qué punto está dispuesto a hacer eso?. ¿Qué nivel alcanza su resistencia a cambiar?.

El perdón

El paso siguiente es el perdón. Perdonarnos y perdonar a los demás es algo que nos libera del pasado. En A Course In Miracles se reitera una y otra vez que el perdón lo resuelve casi todo. Yo sé que cuando nos quedamos atascados, por lo general eso significa que hay algo más que perdonar. Si en el momento presente no vamos fluyendo libremente con la vida, generalmente eso quiere decir que nos estamos aferrando a algo pasado. Puede ser arrepentimiento, tristeza, dolor, miedo, culpa, reproche, cólera, resentimiento e incluso, a veces, deseo de venganza. Cada uno de estos atados se genera en un reducto de dureza, en una negativa implacable a renunciar, a aferrarse y a instalarse en el presente.

El amor es siempre la respuesta a una especie de curación. Y la senda que conduce al amor es el perdón. Al perdonar se disuelve el resentimiento. Es una actitud que suelo abordar de diversas maneras.

Ejercicio: La disolución del resentimiento

Un  amigo   mío  ideó  un  ejercicio,  que  siempre funciona, para disolver el resentimiento. Para hacerlo, siéntese tranquilamente con los ojos cerrados, y deje que mente y cuerpo se relajen. Después, imagine que está sentado en un teatro a oscuras, frente a un pequeño escenario. En él ponga a la persona contra quien sienta más resentimiento; no importa que pertenezca al pasado o al presente, que esté viva o muerta. Cuando la vea con claridad, imagine que a esa persona le suceden cosas buenas, cosas que serían importantes para ella, y véala sonriente y feliz.

Mantenga durante unos minutos esta imagen y después deje que se desvanezca.

El ejercicio es éste, pero yo le añado un paso más. Cuando la persona desaparezca del escenario, instálese allí usted mismo. Imagínese que le suceden cosas buenas, véase feliz y sonriente. Dése cuenta de que la abundancia del Universo está al alcance de todos nosotros.

El ejercicio anterior, que para algunos será muy difícil de hacer, disuelve las sombrías nubes del resentimiento con que la mayoría de nosotros cargamos. Cada vez que lo haga, imagínese una persona diferente. Practíquelo una vez por día durante un mes, y observe cuánto más ligero se siente.

Ejercicio: La venganza
Quienes caminan por la senda espiritual conocen la importancia del perdón, pero entre nosotros hay personas que necesitan un paso previo antes de poder perdonar totalmente. A veces, al niño que llevamos dentro, para sentirse en libertad de perdonar, le hace falta primero vengarse. Por eso, este ejercicio es muy útil.

Con los ojos cerrados, siéntese en silencio, tranquilamente. Piense en las personas a quienes más le cuesta perdonar. ¿Qué le gustaría realmente hacerles?. ¿Qué tendrían que hacer para que usted las perdonara?. Imagínese que eso sucede ahora; entreténgase en los detalles. ¿Durante cuánto tiempo quiere que sufran o que hagan penitencia? Cuando sienta que ya ha acabado, condense el tiempo y dé todo por terminado, para siempre. Generalmente, en este momento uno se siente más ligero y se le hace más fácil pensar en perdonar. Complacerse diariamente en este ejercicio no sería bueno para usted, pero hacerlo una vez, a modo de cierre de un capítulo, puede ser muy liberador.


Ejercicio: El perdón
Ahora ya estamos en condiciones de perdonar. Si le es posible, haga este ejercicio en pareja; si no, hágalo solo, pero siempre en voz alta.

Vuelva a sentarse quieto, con los ojos cerrados, y diga: «La persona a quien necesito perdonar es..., y la perdono por...».

Repita insistentemente el ejercicio. A algunos tendrá muchas cosas que perdonarles, a otros solamente una o dos. Si trabaja en pareja, haga que él -o ella- le diga: «Gracias, ahora te libero». Si trabaja solo, imagínese que la persona a quien está perdonando se lo dice. Hágalo durante cinco o diez minutos por lo menos, buscando en su corazón todas las injusticias que aún alberga, y después suéltelas; no siga aferrándose a ellas.


Ejercicio: Visualización
Otro buen ejercicio. Si puede, haga que alguien se lo lea, o grábelo en una cinta para escucharlo después.

Empiece visualizándose como una criatura de cinco o seis años. Mire profundamente los ojos de ese niño. Vea la ansiedad que hay en ellos y comprenda que la única cosa que quiere de usted es amor. Tiéndale los brazos y envuélvalo en ellos. Abrácelo con amor y ternura, dígale cuánto lo ama, cuánto lo quiere, cuánto le importa. Admire a ese niño, admírelo totalmente y dígale que está perfectamente bien cometer errores mientras se aprende. Prométale que usted estará siempre con él, pase lo que pase. Ahora, deje que ese niño se vuelva muy, muy pequeño, hasta que pueda guardárselo dentro del corazón. Consérvelo allí para que cada vez que mire abajo pueda ver esa carita que se levanta para mirarlo y brindarle todo su amor.


Ahora, visualice a su madre como a una niña de cuatro o cinco años, asustada y en busca de amor, sin saber dónde encontrarlo. Tiéndale los brazos, abrácela y hágale saber cuánto la ama, cuánto se preocupa por ella. Dígale que puede confiar en que usted esté siempre allí, pase lo que pase. Cuando se tranquilice y empiece a sentirse segura, deje que se vuelva muy pequeñita, hasta que pueda albergarla en su corazón, y guárdela allí, junto con su niño, para que se den muchísimo amor el uno al otro.

Ahora imagínese a su padre como un niño de tres o cuatro años, asustado y llorando, en busca de amor. Vea cómo le ruedan las lágrimas por la carita, sin saber a quién volverse. Usted, que ya sabe cómo consolar a niños asustados, tienda los brazos para acoger al cuerpecito tembloroso. Consuélelo, arrúllelo, hágale sentir cuánto lo ama. Asegúrele que usted estará siempre allí, con él.


Cuando  se  le  hayan  secado  las  lágrimas,  y cuando usted pueda sentirlo lleno de amor y de paz, deje que se vuelva muy pequeño hasta que pueda acogerlo en su corazón. Y guárdelo allí para que los tres pequeños puedan darse unos a otros mucho amor, y usted pueda amarlos a los tres.


Hay tanto amor en su corazón que con él podría curar a todo el planeta. Pero por ahora limitémonos a dejar que ese amor sirva para curarlo a usted. Sienta cómo una cálida ternura empieza a arder en el centro de su corazón, algo afectuoso y dulce. Y deje que ese sentimiento empiece a cambiar la forma en que usted piensa y habla de sí mismo.


LA CONSTRUCCION DE LO NUEVO

  • No quiero ser una persona gorda.
  • No quiero estar sin un duro.
  • No quiero envejecer.
  • No quiero vivir aquí.
  • No quiero tener esta relación.
  • No quiero ser como mi padre (o corno mi madre).
  • No quiero seguir en este trabajo.
  • No quiero tener este pelo (o esta nariz o este cuerpo...).
  • No quiero vivir en soledad.
  • No quiero ser una persona desdichada.
  • No quiero enfermar.

Aquello en que uno fija la atención es lo que obtiene

Estas expresiones nos muestran cómo nuestra cultura nos enseña a combatir mentalmente lo negativo, en la creencia de que, si lo hacemos de esa manera, nos atraeremos automáticamente lo positivo... pero las cosas no funcionan así.

¿Con cuánta frecuencia se ha lamentado usted de lo que no quería? Y esa actitud, ¿le trajo alguna vez lo que en realidad deseaba?. Combatir lo negativo es una total pérdida de tiempo, si lo que usted realmente quiere es llevar a cabo cambios en su vida. Cuanto más insista en lo que no quiere, tanto más estará creándolo. Lo más probable es que las cosas que siempre le han disgustado, aún sigan formando parte de usted o de su vida.


Aquello en que se fija la atención es lo que crece y se consolida. Apártese de lo negativo para fijar la atención en aquello que realmente quiere ser o tener. Convirtamos ahora las anteriores afirmaciones negativas en otras positivas.


  • Soy una persona esbelta.
  • Mi situación es próspera.
  • Soy joven.
  • Me mudo a un lugar mejor.
  • Tengo una relación nueva y maravillosa.
  • Soy dueño (o dueña) de mi propio ser.
  • Me encanta mi pelo (o mi nariz o mi cuerpo...)
  • Me siento rebosante de amor y de afecto.
  • Me siento alegre, libre y feliz.
  • Mi salud es perfecta.
Las afirmaciones

Aprenda a usar afirmaciones positivas tanto al hablar como al pensar. Cualquier enunciado que usted formule es una afirmación, pero con demasiada frecuencia para pensar nos valemos de afirmaciones negativas, que sólo sirven para continuar creando aquello que decimos que no queremos. Con afirmar que su trabajo le enferma no llegará a ninguna parte, pero si declara que acepta un trabajo nuevo y estupendo abrirá, en su conciencia, los canales necesarios para crear esa situación.

Formule continuamente enunciados positivos sobre cómo quiere usted que sea su vida, pero no olvide un punto muy importante: Formule siempre sus enunciados en tiempo presente. Diga «soy» o «tengo». Nuestra parte subconsciente es un servidor tan obediente que si formula uno su declaración en tiempo futuro, diciendo «quiero» o «tendré»... pues ahí será donde siga estando siempre lo que desea: ¡En el futuro, fuera de su alcance!.


El proceso de amarse a sí mismo

Tal como ya dije, no importa cuál sea el problema, el punto principal sobre el que hay que trabajar es amarse a sí mismo. Ésa es la «varita mágica» que disuelve los problemas. ¿Recuerda las veces que se ha sentido bien consigo mismo y con su vida?. ¿Recuerda los momentos en que estaba enamorado, los períodos en que parecía que no tuviese ningún problema?. Bueno, pues amándose a sí mismo consigue uno hacer aflorar tal caudal de buenos sentimientos y de buena suerte que termina sintiéndose como si bailara en el aire. Amarse a sí mismo es lo que hace que uno se sienta bien.

Y es imposible que usted se ame realmente a sí mismo si no se aprueba y no se acepta. Aprobarse y aceptarse implican no autocriticarse por nada. Ya estoy oyendo las objeciones:

- ¡Pero si yo siempre me he criticado!.

- ¿Cómo es posible que ese rasgo mío me guste?.

- Mis padres (o mis maestros o mi pareja) siempre me han criticado.

- Entonces, ¿qué motivación tendré?.

- Pero está mal que yo haga esas cosas.

- ¿Cómo voy a cambiar si no me critico?


Entrenar la mente

Autocríticas como las que anteceden no son más que ejemplos de cómo la mente sigue con su antiguo parloteo. ¿Ve cómo ha entrenado usted a su mente para que censure sus actitudes y haga que se resista al cambio?. ¡No haga caso de esos pensamientos y siga adelante con el importante trabajo que tiene entre manos!

Volvamos a un ejercicio que ya hicimos antes. Mírese en el espejo y diga: «Me amo y me acepto exactamente tal como soy». Cómo se siente al decir eso ahora?. ¿Le ha resultado un poco más fácil, después de haber trabajado con el perdón? Este sigue siendo el principal problema. La autoaprobación y la aceptación de uno mismo son las claves de los cambios positivos.


En la época en que lo que dominaba en mí era la negación de mí misma llegué incluso, en ocasiones, a abofetearme. No sabía qué significaba autoaceptarse. Mi creencia en mis propias carencias y limitaciones era más fuerte que cualquier cosa que nadie pudiera decirme en sentido  contrario. Si alguien me decía que me quería, mi reacción inmediata era preguntarme: «¿Por qué?, ¿Qué es lo que puede ver nadie en mí?». O la otra idea, clásica, de que si esa persona hubiera sabido cómo era yo realmente, por dentro, no me habría amado.

Entonces no me daba cuenta de que todo lo bueno empieza por la aceptación de lo que hay dentro de uno mismo, y por el amor a ese ser que es uno mismo. Me llevó mucho tiempo llegar a tener una relación de paz y de amor conmigo misma.


Al principio empecé a buscar con empeño las pequeñas cosas que veía en mí misma y que me parecían «buenas cualidades». Eso me ayudó, y mi salud empezó a mejorar. La buena salud -lo mismo que la prosperidad y la autoexpresión creadora- se inicia con el amor a uno mismo. Más adelante aprendí a amarme y a aprobarme en bloque, incluso teniendo en cuenta las características que no me parecían «lo bastante buenas», y fue entonces cuando empecé realmente a progresar.


Ejercicio: Me acepto y me apruebo

He hecho hacer este ejercicio a cientos de personas, y sus resultados son estupendos. Durante todo un mes, dígase continuamente: «Me acepto y me apruebo».

Hágalo por lo menos trescientas o cuatrocientas veces al día. No, no son demasiadas. Cuando usted se preocupa por algo, vuelve a acordarse de su problema por lo menos otras tantas veces; ahora, deje que la frase «Me acepto y me apruebo» se convierta en un mantra, en algo que usted se dice y se repite interminablemente, casi sin pausa alguna.

Le garantizo que esta frase es infalible para hacer aflorar a la conciencia todo lo que uno mantiene sepultado en sus profundidades, y que se opone a esta afirmación.


Cuando asome un pensamiento negativo como, por ejemplo, «¿Cómo puedes aceptarte y aprobarte si eres gordo?», o «¡Qué tonta que eres si te crees que eso sirve para algo!», o simplemente «Eres un inútil», o cualquier otro enunciado negativo, ése es el momento de asumir el control de su mente. No le dé importancia al asunto. Considere esa idea como lo que es —otra manera de hacer que usted continúe viviendo en el pasado-, y dígale amablemente: «Tú ya puedes irte; yo me acepto y me apruebo».

Ya el sólo hecho de pensar en hacer el ejercicio puede traerle a la mente un montón de objeciones: «Qué tontería», o «Eso no me parece posible», o «Vaya mentira», o «Es pura presunción», o «¿Qué es lo que puedo aprobar de mí si estoy haciendo esto?».

Déjelas pasar a todas. Esas ideas no son más que resistencias, que no tienen ningún poder sobre usted, a menos que decida creérselas.

«Me acepto y me apruebo, me acepto y me apruebo, me acepto y me apruebo.» Pase lo que pase, le digan lo que le digan, le hagan lo que le hagan, usted siga repitiéndoselo. De hecho, cuando pueda decirse eso sea cual sea la situación en la que se encuentre, sabrá que está creciendo y cambiando.


A menos que se lo concedamos, las ideas no tienen ningún poder sobre nosotros; no son más que sartas de palabras, que no tienen absolutamente ningún significado. El significado se lo damos nosotros. Nosotros decidirnos cuál es el significado que vamos a darles. Decidamos, entonces, pensar cosas que nos ayuden y nos apoyen.

Parte de la aceptación de sí mismo reside en liberarse de las opiniones ajenas. Si yo estuviera con usted y le dijera insistentemente «Eres un cerdo de color púrpura», usted se reiría de mí, o se fastidiaría conmigo y pensaría que estaba chiflada. Sería muy improbable que se creyera que eso es verdad. Y, sin embargo, muchas de las cosas que hemos decidido creer acerca de nosotros son tan disparatadas y tan falsas como ésa. Creer que su valor intrínseco depende de la forma de su cuerpo es su propia versión de creerse que es un cerdo de color púrpura.


Con frecuencia, aquellas cosas nuestras que consideramos «malas» no son más que expresiones de nuestra propia individualidad. Eso es lo que tenemos de peculiar, lo que hay de especial en nosotros. La naturaleza jamás se repite. Desde que existe este planeta, no ha habido dos copos de nieve idénticos ni dos gotas de lluvia iguales. Y cada margarita es diferente de todas las demás. Nuestra huellas digitales son distintas y nosotros también. Estamos hechos para ser diferentes. Cuando podernos aceptar que es así, ya no hay competición ni comparación. Tratar de ser como algún otro es marchitarnos el alma. Hemos venido a este planeta para expresar quiénes somos.

Yo ni siquiera sabía quién era, mientras no empecé a aprender a amarme tal corno soy en este momento.


Ponga en funcionamiento su conciencia de sí

Piense cosas que le hagan feliz. Haga cosas que le gusten. Esté con gente que sea de su agrado. Coma cosas que hagan que su cuerpo se sienta bien. Muévase con un ritmo que sienta que le beneficia.


La plantación de semillas

Piense un momento en una tomatera. Una planta sana puede cargar más de un centenar de tomates. Para conseguir una planta así, es necesario empezar por una semillita seca, que no se parece en nada a una tomatera, ni sabe seguramente a tomate, y que si usted no la conociera, ni siquiera creería que puede convertirse en una planta de tomate. Sin embargo, supongamos que planta la semillita en un poco de tierra buena, empieza a regarla y deja que le dé el sol.

Cuando aparece el primer tallito, usted no le da un pisotón, diciendo que eso no es una tomatera; más bien lo mira y se alegra. «¡Qué bien, ya está saliendo!», dice, y lo mira crecer con deleite. En su momento, si sigue regándola, cuida de que no le falte sol y le quita las malezas, la plantita llegará a convertirse en una tomatera con más de un centenar de espléndidos tomates. Y todo empezó con una semillita.


Lo mismo pasa cuando usted quiere crearse una experiencia nueva. La tierra es la parte subconsciente de su mente. La afirmación nueva es la semilla. La nueva experiencia está, en su totalidad, en esa semillita. Usted la riega con afirmaciones, deja que se bañe en el sol de sus pensamientos positivos, limpia de malezas el jardín arrancando las ideas negativas que se le ocurren. Y cuando ve por primera vez una mínima prueba de que algo está creciendo, no la pisotea, quejándose de que eso no es bastante, sino que la mira y exclama jubilosamente:

—Oh, ¡qué bien! Ya está saliendo. ¡Esto funciona!

Y sigue observando cómo crece, para convertirse en la manifestación de su deseo.


Ejercicio: La creación de nuevos cambios

Ahora es el momento de que tome la lista de cosas que no le gustan de usted y las exprese en forma de afirmaciones positivas. O también puede enumerar todos los cambios que quiere realizar, y las cosas que quiere tener y hacer. Después, elija tres puntos de la lista, y expréselos como afirmaciones positivas.

Supongamos que su  lista negativa era más o menos así:

Mi vida es un caos.

Tendría que rebajar de peso.

A mí nadie me quiere.

Quiero mudarme.

Mi trabajo me enferma.

Debería organizarme.

No hago lo suficiente.

Yo no sirvo para...

A todo esto se le puede dar la vuelta de manera que suene más o menos así:

Quiero liberarme del modelo mental que creó todas estas condiciones.

Estoy en el proceso de hacer cambios positivos.

Tengo un cuerpo sano y esbelto.

Dondequiera que voy me quieren.

Tengo una vivienda perfecta.

Me estoy creando un estupendo trabajo nuevo.

Ahora me organizo muy bien.

Todo lo que hago me da placer.

Me amo y me apruebo sin reservas.

Confío en que el proceso de la vida me dé lo que es mejor para mí.

Me  merezco  lo  mejor,  y  ahora  mismo  lo acepto.


De este grupo de afirmaciones provendrán todas las cosas que usted quiere cambiar en su lista. Al amarse y aprobarse se creará un espacio de seguridad y confianza en que la aceptación de sus méritos permitirá que su peso corporal se normalice. Estas afirmaciones generarán la organización en su mente, crearán en su vida relaciones de amor, le atraerán un trabajo nuevo y un nuevo lugar donde vivir. Es milagroso cómo crece una tomatera. Es milagrosa la forma en que podemos hacer que nuestros deseos se manifiesten.


El merecimiento del bien

¿Cree usted que se merece tener lo que desea? Si no es así, no se permitirá tenerlo. Circunstancias que parecen fuera de su control concurrirán para impedírselo.


Ejercicio: Me merezco

Vuelva a mirarse en el espejo y diga: «Me merezco tener... (o ser...), y lo acepto ahora». Dígalo dos o tres veces.

¿Cómo se siente? Preste siempre atención a sus sentimientos, a lo que sucede en su cuerpo. Pregúntese si se cree lo que dice, ¿o todavía se siente indigno?.

Si su cuerpo le transmite cualquier sentimiento negativo, vuelva a afirmar: «Renuncio a la pauta que en mi conciencia está creando resistencias a mi propio bien». Y repita: «Me merezco...».

Repítalo hasta que sienta que lo acepta, aunque tenga que hacerlo durante muchos días seguidos.


El punto de vista holístico

Para enfocar la construcción de algo nuevo en nuestro interior nos interesa partir de un punto de vista holístico. La filosofía holística procura nutrir y alimentar la totalidad del ser: cuerpo, mente y espíritu. Si nos desentendemos de cualquiera de estos aspectos somos seres incompletos, no estamos enteros. No importa por dónde comencemos, siempre y cuando terminemos por incluir también las otras áreas.


Si comenzamos por el cuerpo, tenemos que trabajar con la nutrición, aprender la relación que hay entre nuestra elección de alimentos y bebidas y la forma cómo nos sentimos. Deseamos optar por lo que sea más beneficioso para el cuerpo. Hay hierbas y vitaminas, tenemos la homeopatía y también los remedios florales de Bach y el tratamiento del colon.

Asimismo, deseamos encontrar una forma de ejercicio que nos resulte atractiva. El ejercicio nos fortalece los huesos y mantiene joven el cuerpo. Además de diversos deportes, entre ellos la natación, no hay que olvidar la danza, las artes marciales, el tai-chi, el yoga... A mí me encanta ejercitarme en el trampolín, y lo hago todos los días. Y la tabla inclinada me va estupendamente para relajarme.


O podemos explorar alguna forma de trabajo corporal, como el rolfing, las conocidas como Heller o Trager, diversas formas de masaje, la reflexoterapia de los pies, la acupuntura o la quiropraxia. También están la técnica Alexander, la bioenergética, los trabajos de Feldenkrais, toque terapéutico y Reiki.

Si empezamos por la mente, podemos explorar técnicas de visualización, de imaginación o de fantasía guiada, y también las afirmaciones. Hay muchísimas técnicas psicológicas: la Gestalt, el renacimiento, la hipnosis, el psicodrama, las regresiones a las vidas pasadas, la terapia por el arte, y se puede incluso trabajar con los sueños.


La meditación en cualquiera de sus formas es una manera de aquietar la mente y permitir que nuestra propia «sabiduría» aflore a la superficie. Yo, en general, me limito a sentarme con los ojos cerrados, preguntar qué es lo que necesito saber, y esperar tranquilamente una respuesta. Si la respuesta viene, perfecto; si no viene, también. Ya vendrá otro día.

También hay grupos que hacen trabajos diversos, en forma de talleres. Los hay para todos los gustos. Ningún taller ni seminario le librará a uno para siempre de todos sus problemas, pero pueden ayudarle a cambiar su vida aquí y ahora, en esta circunstancia momentánea y concreta.

En el terreno espiritual están la oración, la meditación y diversas maneras de conectarse cada uno con su Fuente Superior. Para mí, la práctica del perdón y del amor incondicional son disciplinas espirituales.

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Del Taller de Autoestima de Juan Carlos Fernández. Capítulo 339 Volumén 7:  Cómo Cambiar