La fe que mueve montaña

La fe que mueve montaña


Visualizando Figuras Sencillas

Escoge un lugar oscuro, cierra los ojos, relájate y procura visualizar alguna figura geométrica sencilla, por ejemplo, un triángulo.No quieras pasar a una segunda figura mientras no hayas conseguido visualizar la primera.Cuando lo consigas, antes de decidirte a pasar a otra figura, permanece visualizando la primera por algunos instantes.
Después, puedes pensar en otra figura igualmente sencilla.Cuando ya tengas una cierta práctica, puedes pasar a figuras más complejas, y más tarde a objetos, paisajes, etc.

Recuerda que la visualización interna no se hace con los ojos. 
Sólo con la práctica llegarás a los mejores resultados.Debes sentir que estas perfeccionando un instrumento que te abrirá todas las puertas que quieras en la vida. Practica bastante.




PUNTOS PARA RECORDAR
1- La motivación es uno de los grandes secretos para la materialización de cualquier deseo.

Para que se dé una auténtica motivación, es necesaria la unión interna del consciente, del subconsciente y del superconsciente… El pensamiento (consciente) sólo tiene fuerza transformadora cuando se apoya en la emoción (subconsciente). La mente racional no sustenta por mucho tiempo lo que está falto del apoyo de la emoción.


2- Motivar es hacer que la emoción viva el objetivo como el mejor y el más deseado de los bienes. Cuando hablamos de motivar no nos referimos al hecho de dar las razones lógicas de la necesidad racional de un objetivo, sino al hecho de hacer que el objetivo sea sentido como un bien por la emoción.


A través del pensamiento, el consciente ve lo que el objetivo tiene de verdadero y necesario, pero para que ese objetivo sea vivido positivamente por la emoción es necesario que se presente a esta como bien deseable.


FE
Al tratar de la motivación hemos dicho que la emoción es la más eficaz de las armas que poseemos para conseguir lo que queremos.

Hemos dicho también que cuando la razón y la emoción se contraponen es ésta última la que acaba venciendo.


Es difícil que alguien cambie de modo de pensar sólo por razones de la razón. Es difícil que alguien se adhiera a una ideología sólo por motivos racionales.


Hay siempre un componente emocional, tanto en la actitud conservadora como en la que busca el cambio.


Queramos o no, e incluso cuando lo negamos o nos resistimos a admitirlo, la razón siempre está teñida por el color de una emoción.


Afectadas por la emoción, incluso personas muy inteligentes pueden presentar razonamiento y conductas infantiles.


Ser afectado por la emoción no significa ser infantil. Significa, sencillamente, ser humano.


La emoción tiene su crecimiento. El ser humano que crece emocionalmente también es influenciado por la emoción en su razonamiento, conducta, inteligencia, crecimiento, haciéndose más humano y más divino.


Pero aquel que no ha crecido emocionalmente, aun en el caso de estar bien dotado intelectualmente, procederá y razonará muchas veces de manera infantil.


Queramos admitirlo o no, nuestro estrato subconsciente, emocional, es parte fundamental de nuestro estado de vida.
Las tres emociones más poderosas son: la fe, el amor y el sexo. A tales emociones se da el calificativo de positivas.

La emoción negativa más devastadora es el miedo.


Cuando se juntan, en torno a un mismo objetivo, la fe, el amor y el sexo, no hay nada que se les resista. La fuerza que representan es capaz de materializar el objetivo de manera casi instantánea.


Pero aunque seria lo mejor, no es necesario que esas tres emociones se den juntas.


La fe, ella sola, es capaz de mover montañas.


¿Qué es fe?


El mundo esta lleno de personas que dicen tener fe, así como de personas que dicen tener amor.


Pero si eso fuese verdad el mundo seria diferente.


No habría tanta miseria, enfermedad, sufrimiento y desilusión ante la vida.


Hay algo que no funciona bien.


La verdad es que a lo que llaman fe,  amor, o sexo, falta el componente básico que da a estas fuerzas el carácter de positivas, poderosas y transformadoras.


Sin este componente, la fe se convierte en su contrario: en miedo; el amor, en egoísmo y el sexo en posesión, y éstas son tres emociones que en vez de construir destruyen.


Analicemos la fe.


Hace algunos años se dio en Brasil un hecho que me hizo pensar.


Después de un intenso movimiento popular, Tancredo Neves acababa de ser escogido como presidente de Brasil.


El pueblo vivía un momento de gran entusiasmo. Pero, de repente, Tancredo cae enfermo y el país entero queda traumatizado.


Incomprensiblemente Tancredo Neves empeora y la nación, unida en la fe y en la oración lo ve morir.


Todo un pueblo unido en la fe, y aun así, Tancredo muere.


Este hecho me hace pensar. ¿La fe de un pueblo entero no fue capaz de salvar a Tancredo?


Dejemos de lado el destino o el hecho de que había llegado su hora ¿Quién puede decirlo?


Pero si analizamos mejor "la fe y la oraciones" del pueblo podremos ver que, en verdad, se creía, no en su recuperación, sino en su muerte.


El pueblo quería que viviese, pero sabía, pensaba que iba a morir, tenía miedo de que muriese.


Estaba, rezando por su recuperación, pero tenía miedo de que muriese, lloraba por su muerte.


LA FE QUE MUEVE MONTAÑAS
La fe de mucha gente es como la de aquella señora que un día, viendo la montaña que había en frente de su casa y acordándose de lo que dijera Jesús –aquello de que si alguien tuviera fe, aunque fuera tan pequeña como un grano de mostaza, podría mover montañas- se puso a hablar con el espolón y le dijo:

¡Mañana, cuando me levante, no estarás ahí!


Al día siguiente, la buena señora abrió la ventana y vio que la montaña continuaba en el lugar de siempre.


Con una sonrisa de satisfacción comentó: Exactamente como pensaba. Sabía que no iba a ocurrir nada.


La gente pide esto o aquello, pero piensa (cree) que no lo va a conseguir.


Siempre me pareció problemática aquella frase que tanto se repite: "Creo, Señor, pero aumenta mi fe".


En verdad, tal frase podría ser traducida así: Me gustaría, creer, Señor, pero hay algo que no me deja ¡Ah, si pudiese creer!


Porque, o se cree o no se cree. No hay término medio.


Si dudo, por poco que sea, ya no creo. Puede decir que estoy casi creyendo, pero no puedo decir que creo.


Es como una puerta: O está abierta o esta cerrada.


Puede estar casi cerrada, pero si esta así, esta abierta.


Ocurre lo mismo con la fe: O la tenemos o no la tenemos. Y no es diferente con la confianza: O confío o no confío.


Si alguien dice: Confío, pero… en realidad, en el fondo, no confía.


La fe que es capaz de mover montañas es una fe que, ciertamente, no necesita "ser aumentada".

Ir a la iglesia y pedir que llueva para, acto seguido, ponerse en traje de deporte y dirigirse al club, no es tener fe. Si hay una brecha, por pequeña que sea, pasa la duda en eso que llamamos fe, esa  no es la fe que es capaz de cualquier cosa. Podemos estar cerca de la fe, más cerca que otros, pero todavía  no hemos llegado a ella.


LA FE DEL SUBCONSCIENTE
Muchas veces nos parece que sabemos o creemos que tal cosa debe ser de determinada manera, pero nuestro subconsciente no lo cree así. En realidad, nuestra fe es otra.

En tal caso, por más que diga que creo, no consigo nada. La razón es clara: Estoy dividido internamente y quien vence es siempre el subconsciente, pues es en él donde está toda la fuerza vital.


Para tener poder, la fe tiene que unir las fuerzas del consciente y del subconsciente.


Sólo la fe consciente que se armoniza con la fe inconsciente es capaz de mover montañas.


La fe es la clave que abre o cierra el camino para cualquier cosa.


El subconsciente cree en muchas cosas, independientemente de que sean verdaderas o falsas, buenas o malas.


HECHOS QUE RECIBEN EL NOMBRE DE MILAGRO
Es interesante ver como los milagros (hechos extraordinarios que parecen ir contra las leyes naturales) siempre fueron considerados como expresiones de la verdad y del bien.

En verdad, lo que se llama milagro es el resultado de una fe. Esta fe puso en funcionamiento alguna ley poco o nada conocida que accionó determinados mecanismos, produciendo de esta manera un hecho inusual que es visto como imposible dentro del mundo natural.


El hecho de ver el milagro como algo sobrenatural y divino acabó haciendo de él una garantía de que se estaba en la verdad y con Dios.


Sin embargo, no hay ninguna religión que tenga la exclusividad de los milagros o hechos extraordinarios.


Los hacen personas de ideologías diferentes: católicos, espiritistas, protestantes, etc.


El milagro sólo prueba una cosa: prueba que hubo fe, que lo que se consiguió podía ser conseguido.


Fe en la posibilidad de la curación y el deseo de esa curación.


Por otro lado, la fe que realmente cura es la de la propia persona y no la del que cura.


Sin embargo,  el que cura desempeña un papel importante.


Es él que desencadena la acción, el que despierta la confianza, el que fortalece la fe subconsciente del sujeto, y el que así hace posible el milagro.


Un hábito se elimina con otro; una imagen, con otra.


El subconsciente está lleno de resentimientos, de sentimientos de culpa. De creencias religiosas negativas. Por eso encuentra gran dificultad para creer algo positivo. Y ni siquiera la oración funciona, pues cree que no merece acercarse a Dios.


Antes de nada tenemos que modificar el subconsciente. Sólo así, podremos contar, después, con la fuerza vital que este representa.


Tenemos que modificar el programa del subconsciente. No resulta que mi consciente crea en algo si mi subconsciente está programado de modo diferente.


Cuando decimos que no creemos en algo, lo que queremos decir, en realidad, es que creemos en lo contrario.


Por ejemplo, decir que "no creemos en el bien" significa que creemos en el mal, decir que no creemos en la sinceridad de las personas significa que creemos en su insinceridad.


No podemos tener miedo del subconsciente, porque si lo bloqueamos estamos pensando que es malo.

Obrando así, se posiciona, con sus imágenes y hábitos, como quien ve algo malo en todo esto.


En tal caso nos quedamos sin fuerza vital y nos vemos en la necesidad de crear "fuerza de voluntad" que, como vimos, es presagio de un futuro "stress".

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Del Taller de Autoestima de Juan Carlos Fernández. Capítulo 272 Volumén 2: Objetivos, Motivación y Fé