¿Cómo percibes la imagen interna de ti mism@?

¿Cómo percibes la imagen interna de ti mism@?


La Familia.
Además de verificarse en las escuelas y en las organizaciones, el Efecto Pigmalión se comprueba en las familias. Como es natural, un padre tiene expectativas frente a sus hijos que -consciente o inconscientemente- comunica. Éstas condicionan las expectativas que tienen los hijos sobre sí mismos, quienes terminan comportándose de acuerdo a aquello que sus padres esperaban de ellos. Es decir, las expectativas de los padres influyen en cómo serán sus hijos.

El Efecto Pigmalión se hace más evidente en hogares con más de un hijo. Hay padres que esperan más de unos hijos, que de otros. Como consecuencia, premian más a unos que a otros, les orientan mejor en sus tareas, les elogian ante los demás y les ofrecen más estimulación. Si bien esto aumenta la confianza y autoestima de unos hijos, perjudica -y distorsiona- la autoimagen de otros. Cuando -en una familia- alguien es etiquetado como "perdedor", "lento" o "difícil", el resto de los miembros tiende a negarle la contribución y el apoyo que necesita para hacerlo bien. Esto reduce aún más sus posibilidades de superación.

La familia tiene la gran influencia de formar los ojos con los que miramos el mundo y a través de la vida, sigue siendo la primera fuente de influencia de lo que somos. Nacemos con la necesidad de queridos, amados y aceptados. Hay un experimento científico donde a un changuito recién nacido le acercan dos mamás hechas de alambre: Una con alimento y la otra sin alimento pero cubierto el alambre con una capa de tela tibia; el changuito es acercado a ambas mamás para que perciba las bondades de cada una y siempre escoge el animalito la mamá de tela tibia a pesar de que no tiene alimento, a la mamá fría pero con alimento.  Que concluimos. Los seres vivos necesitamos afecto, sentirnos abrigados, apreciados y valorados, motivados a descubrir en nosotros nuestros dones y fortalezas, además de aceptarnos como somos y sobre todo ser felices.

Realmente cuantos de nosotros vivió un ambiente de estas características… mmmmm desgraciadamente muy pocos, casi puedo afirmar que casi todos provenimos de familias disfuncionales aunque hayamos tenido la suerte de tener juntos a nuestros papás. ¿Se imaginan como anda entonces nuestro autoconcepto?. Estudios demuestran que cuando un niño llega a la escuela por primera vez ya lleva desde su nacimiento una carga emocional de 6,000 “Nos”, No toques aquí, no vayas allá, no esto, no el otro.

Si ambos padres tienen expectativas positivas hacia un hijo, éste sabrá que creen en su potencial y seguramente se esforzará para demostrar que es tan bueno como sus padres creen. Ahora, ¿cómo genera -y trasmite- un padre expectativas positivas?
  1. ofreciendo oportunidades para superarse: confiando en sus hijos asuntos importantes
  2. dándoles tareas desafiantes y asegurándose de que tengan éxito frecuentemente
  3. brindando regularmente retroalimentación positiva, que remarque sus fortalezas
  4. apoyando su aprendizaje.
  5. elogiando a sus hijos delante de los demás.
  6. utilizando un lenguaje positivo.
Por ejemplo, diciendo "sé que puedes hacerlo", en lugar de "espero que puedas hacerlo"; "Siempre creí en ti" y no "Temía que me decepcionaras"; "Este es un buen comienzo" en lugar de "Necesitaremos corregir esto en el futuro"

Desde luego, hay muchos otros factores que influyen en las posibilidades de superación de los hijos, como la educación que reciben en la escuela; los límites que marcan sus padres; los valores que les inculcan; el apoyo de sus hermanos; los amigos; etc... Pero -sin lugar a dudas- las expectativas de los padres son una influencia más poderosa, por aquello que la figura paterna representa para un hijo.

Tenemos los hijos que "modelamos" con nuestra influencia, amor y confianza. Seamos como Pigmalión: creamos que nuestros hijos son capaces de grandes cosas... ¡y lo serán!
"Siempre seré la "chica de las flores" para el profesor Higgins, porque siempre me trató como a una florista y así seguirá tratándome.

Pero sé que puedo ser una dama para usted, porque siempre me vio como tal.”
- fragmento de la obra "Pigmalión" de George Bernard Shaw

La escuela.

Después, durante el periodo de formación en la escuela en sus diversos grados, sigue colocando nuevas hileras de piezas gracias a los estímulos que recibe. En esa etapa la sociedad, la cultura, la posición económica, la religión, etc., marcan pautas muy significativas.

Más adelante, la adolescencia marca un punto de ruptura y rebeldía con sus orígenes. El joven quiere transgredir normas y leyes para experimentar sus ansias de libertad. Necesita probar sus propios límites y para ello quiere reforzarse "inventando" algo nuevo, original, que le permita canalizar sus ideales.

Posteriormente, con la incorporación al mundo laboral -que tiene también su particular escala de valores-, se enfrentará a nuevas tensiones y ajustes. Y, finalmente, en ese proceso de construcción de la personalidad, llega a la creación de una familia propia en la que intenta implantar u concepción de la vida.

Pero, ¿y lo innato? ¿Dónde está esa parte esencial que anida dentro de la persona y que forma parte del bagaje intangible acumulado por los seres humanos a lo largo de millones de años? ¿Dónde se manifiesta esa filosofía interna de valores profundos? ¿Qué hay de esa ética que es independiente de la cultura y el medio?

Comienza entonces a producirse tensión entre lo que su interior demanda y lo que la persona está viviendo en su vida cotidiana. Y como resultado de esa tensión se produce una reflexión, un análisis. Es cuando la persona siente la necesidad de hacer un alto en el camino para formularse una serie de preguntas a las que le suele resultar muy difícil responder: "¿Qué estoy haciendo? ¿Hago lo que quiero? ¿Cuáles son mis prioridades? La escala de valores por la que me muevo, ¿es la que deseo? ¿Quién soy realmente?"

Y es en ese momento, al echar la vista atrás, cuando uno se da cuenta de que siendo niño adquirió una serie de modelos o "identidades" que le proporcionaban lo que necesitaba: atención, cariño, seguridad, poder, etc. Que en la adolescencia eligió sus propios modelos, aquellos que la sociedad o los medios de comunicación le vendían. Que más tarde su desarrollo profesional le llevó a adoptar "roles" que encajaran dentro de ese entorno. Y así sucesivamente.

De tal manera que cuando llega a la madurez, a esa mal llamada crisis de los cuarenta, se da cuenta de que eso no es así, de que la vida misma, desde su origen, es una continua sucesión de crisis: la de la infancia, la de la adolescencia, la de la juventud, la de la madurez y la de la vejez. Que todas las etapas de la vida son crisis porque esa palabra es sinónimo de cambio y el cambio es compañero inseparable de la vida. Y entiende que mientras hay transformación hay vida, que cuando dejamos de aprender nos morimos, que cuando cualquier aspecto del ser humano se cristaliza esa parte de sí ha comenzado a morir.

Se trata de un punto en el que comienza la ardua tarea de tomar consciencia de todas aquellas cosas con las que nos identificamos pero que en realidad no somos. Porque nos identificamos con las funciones, con los "roles" que desempeñamos, con los títulos que atesoramos y llegamos así a tal identificación con los cargos, las profesiones, los estatus, lo que poseemos, lo que sabemos e, incluso, lo que somos para los demás... que llega un momento en que no tenemos respuesta a aquella simple pregunta: ¿Quién soy yo?

El peligro de identificarnos sólo con alguno de los aspectos de nuestra personalidad es que renunciamos a vivir el resto, a experimentar la gran riqueza de aprendizaje que se oculta tras cada una de nuestras facetas. Si uno se centra exclusivamente en ser médico, o padre, o deportista; si otra cree que es hija, o broker de la Bolsa, o cocinera; si otro piensa que ha nacido para ayudar a los demás, o para ser sincero, o para enseñar... estará contemplando sólo el aspecto más sobresaliente, quizá al que dedica mayor número de horas, o el que más gratificaciones le proporciona, o el que le resulta más fácil, o... Cada uno encontrará mil y una razones para sentirse satisfecho con su identificación.

Pero preguntémonos: ¿soy capaz de estar solo?, ¿me atrevo a quedarme conmigo mismo, sin títulos, sin escudos, sin disfraces, desnudo?, ¿puedo mirarme al espejo y ver qué hay más allá?, ¿me reconozco en esa imagen que me devuelve el espejo?, ¿qué dice mi mirada?, ¿qué expresan mis ojos, mis gestos?, ¿qué hay escrito en mi rostro? Probablemente, para dar respuesta a tantos interrogantes sea necesario apartarnos, alejarnos -siquiera mentalmente- de nuestras circunstancias y desde ese punto recurrir al observador interno que todos llevamos incorporado. Si en la maraña de relaciones interpersonales que hemos creado hemos perdido identidad o bien no somos capaces de recuperar la sensación de ser auténticos, de ser fieles a nosotros mismos, si el poder, el dinero, el prestigio o las expectativas que los demás han volcado sobre nosotros nos han hecho olvidar al Ser que somos, será necesario alejarse un poco para identificar cuál es nuestro territorio.

Pero, ¿cómo hacer eso en nuestra vida cotidiana? -nos preguntamos-. Pues, en primer lugar, siendo conscientes de que nos identificamos con imágenes creadas por nosotros mismos y también con las que crean los demás en su relación con nosotros. Debemos saber que ambas no son sino interpretaciones de la mente -la nuestra y la de ellos- y que, como tales, son aspectos parciales de una totalidad mucho mayor.

En segundo lugar, descubriendo las potencialidades que tenemos aún por desarrollar y que nos abrirán las puertas de la consciencia. Para lo cual deberemos afrontar los retos y las oportunidades que la vida pondrá a nuestro alcance.

Tercero, admitiendo que los límites y los miedos los fabrica nuestra mente y que si es ella la que nos coloca las cadenas y nos priva de libertad puede igualmente hacer lo contrario. Sólo hay que ponerla a trabajar a nuestro servicio con el objetivo bien definido.

Cuarto, abriéndonos a la energía de la vida que fluye en el universo constantemente como un río sin fin y confiando en que el sumergirnos en esa corriente nos va a proporcionar las experiencias que necesitamos incorporar.

En quinto lugar, tomando consciencia de nuestro ser integral. De que somos una energía espiritual que se manifiesta en distintos planos vibratorios: físico, energético, emocional y mental. Esa energía espiritual superior proporciona coherencia y da sentido a todo lo demás. En la medida en que todos esos soportes estén alineados, es decir, vibren armónicamente, podremos acceder a un nivel de consciencia que nos permita beneficiarnos del orden imperante en el universo donde funciona la ley de la sintonía vibratoria.
En sexto lugar, incorporando en la ampliación de consciencia a los que nos rodean. Porque nunca estamos solos, siempre participamos de la misma esencia que el resto del universo.

Y, en séptimo lugar, haciendo silencio interior, buscando el sosiego y la paz dentro de nosotros mismos para poder vivirla después. Porque sólo aquietándonos podremos escuchar las notas del espíritu, apreciar la dirección y descubrir la intención que la Inteligencia Suprema dejó impresa en cada una de nuestras células.

¿Cómo percibes la imagen interna de ti mismo?

Posiblemente te extrañe el título, todos tenemos una imagen interna de nosotros mismos y es diferente a la imagen externa que ves en el espejo, y hasta hablas con ella, y no es cuestión de locura, simplemente recuerda qué te dices cuando descubres que cometiste un error, puede ser que te digas cosas como: Soy un tonto, nunca me salen bien las cuentas, no sirvo para vendedor, soy un inútil no puedo hacer nada bien, o te dices cualquier otra lindura como estas.

Cualquier acción que realizamos por pequeña o inconsciente que esta sea, es precedida por un pensamiento, la forma específica de pensar te lleva a la forma específica de actuar y obtienes los resultados específicos correspondientes. Así que empieza a darte cuenta que si actúas con el pensamiento de que: A mí no me salen las cosas bien ¿cómo esperas tener resultados satisfactorios?

Ahora empiezas a aceptar que tienes una imagen interna, reconócela cerrando los ojos y trae al consciente esa imagen, ¿cómo te ves? Reconócete en todos los aspectos, desde el físico, el emocional, el mental, como te ves en la postura; de pié erguido o encorvado, en el peso ideal o con sobrepeso, vigoroso sobrepasando obstáculos o derrotado por las circunstancias, triunfador o abatido, simpático atrayendo a las personas o abandonado, amado o rechazado, sonriente o con gesto adusto, dueño de las situaciones o víctima de las circunstancias.

Es muy probable que estés pensando que el mundo externo y sus condiciones te llevaron a Ser lo que eres, por que el mundo físico es muy convincente, pero si haces un pequeño análisis verás que fueron tus decisiones en el pasado las que te pusieron en esta situación, si estás satisfecho y orgulloso de los resultados que bien, si aspiras a más y sientes que no puedes lograrlo cambia tu imagen interna, crea tu propia imagen interna de acuerdo con lo que quieres Ser y en eso te conviertes. Existen algunos experimentos que parecen corroborar que el peso corporal físico, se conforma de acuerdo a la imagen interna.

¿Ya te reconociste? ¿Ya te diste cuenta de que lo que sucede al exterior de tu persona lo creas desde el interior? El mundo exterior a tu persona es solo un reflejo de tu mundo interno, y solo ves lo que coincide con tu imagen interna. Por ejemplo; Yo vivo en un país latino, con dificultades económicas, falta de empleo, etc. Y si doy un paseo por la ciudad alcanzo a ver varias agencias de automóviles en construcción y otras recién puestas en marcha, luego entonces es una contradicción que los que piensan vender automóviles de todo tipo e incluso de lujo, estén invirtiendo en un país en el que la gente no tiene para comprar autos, o vieron una sociedad con posibilidades económicas. Qué es lo tú ves, o mejor dicho: ¿Que es lo que tu imagen interna no te permite ver?

Concluyo este capítulo con un mensaje importante para ti.
El Universo no te proporcionará lo que deseas ser y tener por lo que vales, sino por lo que tú crees que vales.

Así que, si quieres Ser mucho más de lo que eres ahora, cambia tu imagen interna y actúa de acuerdo con esa nueva imagen de lo que Sí quieres, esto te conecta a 
¡Vivir con Pasión¡

Del Taller de Autoestima de Juan Carlos Fernández. Capítulo 116 Volumén 2: La Importancia del Autoconcepto