Reloj, Agenda y Brújula parte 2/2

Reloj, Agenda y Brújula parte 2/2


"Bienaventurados los que saben     a dónde van, porque sabrán    cuándo han llegado." -
PASAJE BÍBLICO



Permítame platicarle una conversación que tuve hace muchos meses con la que era mi novia en aquel entonces. Ella se caracterizaba por estar muy ocupada y con miles de actividades, se es­tresaba mucho al iniciar otro semestre de su ca­rrera, sentía que no le daba tiempo para cumplir con todo lo que quería hacer. Alguna noche, des­pués de cenar, me dijo: ..¡Estoy frustrada! Sabes cuánto te quiero, cómo me gusta ir al gim­nasio, la enorme responsabilidad que tengo en la empresa de mi papá y ahora también tengo que darme tiempo para ir a la escuela. ¡No sé qué ha­cer! Tan sólo me gustaría estar contigo y dejar todo lo demás". Te entiendo -respondió Só­lo necesitas relajarte y tratar de disfrutar cada experiencia que nos brinda la vida. Sé que te gustaría que pasáramos más tiempo juntos, pero ambos tenemos muchas ocupaciones, varias de gran importancia, y eso parece limitamos; pero aun así, te invito a que percibas la alegría que implica tener la extraordinaria oportunidad de ir a la escuela. Sé que hay mucho trabajo en la em­presa de tu papá, pero puedes encargar varios de tus pendientes a tus colaboradores y asistir a la universidad para continuar con tus estudios.

Cualquier otro interés en tu vida debe quedar postergado por el momento." Creo que mi novia pensó que su vida se desequilibraría y que... así debía ser. Continué: "Existe el momento y la oportunidad para cada cosa y para cada persona. No sigas un horario, olvida el calendario y aban­dona las agendas. Terminar tu carrera es lo más importante. Deja que te dirija la brújula interna de tu corazón y no el reloj que traes en tu brazo. Mientras tanto, yo siempre estaré en tu mente y tú en la mía, al fin y al cabo, uno está donde realmente lo extrañan." El final de la historia debe de imaginárselo. Me dio un muy merecido beso y la dejé más tranquila al saber qué debía hacer en ese momento, sin sentir presión o culpa alguna.

Debemos disminuir la presión que genera la distancia entre la brújula y el reloj, entre lo im­portante y lo urgente. El enfoque que muchas escuelas de administración del tiempo proporcio­nan es que hay que hacer más cosas con mayor rapidez para mejorar nuestra vida siendo más efi­cientes, como si esa velocidad disminuyera la distancia entre lo importante y lo urgente. Sin embargo, muchos ya nos hemos percatado de que el aumento de velocidad sólo lleva a hacer peor las cosas.

Esta breve reflexión exige cierta disposición emocional para llevar a cabo un profundo cam­bio interior en su persona. Poner primero lo pri­mero constituye un acto esencial en la vida. El desafío consiste en saber qué es lo primero. Defi­nitivamente es una cuestión de jerarquización de valores. Casi todos, en algún momento de nues­tras vidas, nos sentimos atormentados por las co­sas que desearíamos hacer, por las exigencias de los demás, por las numerosas responsabilidades que tenemos, por los compromisos que adquirimos.  Nos hemos llegado a sentir desafiados por las decisiones que debemos tomar respecto a có­mo mejorar nuestro empleo del tiempo. Esas de­cisiones resultan más fáciles cuando el problema se reduce a distinguir "lo bueno" y "lo malo". Es relativamente fácil ver que algunas formas de pa­sar el tiempo son inútiles, embrutecedoras e incluso destructivas. Sin embargo, el asunto no estriba en distinguir lo bueno de lo malo, sino lo bueno de lo "mejor". ¡Ésa sí es una distinción di­fícil! Sobre todo cuando usted mismo no sabe qué es lo mejor. Por cierto, ¿qué es para usted "lo mejor"? ¿Qué le impide otorgar a esas cosas "mejores" su tiempo y energía? ¿Acaso interfie­ren otras "buenas"? ¿Será que una "buena" rela­ción amorosa le impide experimentar una "mejor"? ¿Ya se habrá dado cuenta de que muy' posiblemente un "buen" trabajo lo ha limitado para encontrar uno "mejor"? Piénselo. Si gusta dese tiempo ahora mismo y suspenda aquí su lec­tura para permitirse un desafiante momento de reflexión.

Como afirma Stephen R. Covey, nuestra lucha por colocar primero lo primero se caracteriza por el contraste existente entre dos poderosas herramientas que nos dirigen: el reloj y la brújula. El reloj representa los compromisos a determinada hora, las citas, los horarios, las metas, las actividades:  es decir, lo que hacemos con el tiempo y cómo nos administramos en él. La brújula representa nuestra visión personal, nuestros valores, principios, misión, conciencia moral, orientación, es decir, lo que sentimos que es importante y el cómo dirigimos nuestra vida. El desasosiego aparece cuando percibimos que lo que hacemos (el reloj) no contribuye a lo que es más importante en nuestras vidas (la brújula) y eso produce un gran dolor. Es cuando la gente no hace lo que dice,  cuando se siente atrapada o controlada por otras personas o situaciones y viven verdaderos momentos de crisis. No logran embonar lo que creen que deben realizar y lo que desean hacer con lo que efectúan.

Diariamente viven un dilema, y dada la culpabilidad que sienten por no ejercer lo que realmente quieren, no disfrutan lo que desempeñan y se pierden de toda emoción por existir. ¡Qué miserable y desdichada vida han de experimentar esas personas que por un tiempo definido hacen lo que no les gusta! ¡De cuánta alegría por vivir se están perdiendo!
Contrariamente, hay gente cuya emoción por existir es muy grande, por tener las agallas de realizar lo que siempre han deseado llevar a cabo. Permítame afirmar algo: el éxito es el resultado de su propia decisión y voluntad para actuar ¡ahora!, y no es mera consecuencia de las circunstancias aparentemente favorables. Sólo los mediocres creen que la fuerza del destino es la razón de su suerte. El humano superior llega a percatarse de que él mismo es el origen de su porvenir, se da cuenta de que con sus decisiones, incluso con las más pequeñas, con aquellas que momento a momento realiza, va creando su porvenir y, así, se da cuenta del poder que genera su congruencia cuando hace coincidir, su reloj con su brújula.

Darse cuenta de estas dinámicas de vida, puede suceder de dos maneras. Una es mediante la apertura del corazón y de la mente ante reflexiones como las que está leyendo, aunada a una profunda y sincera necesidad de cambio en su vida por encontrar y vivir algo mejor. La otra es mediante señales de alarma espectaculares. Un ejemplo: cuando un ser querido muere. De repente ya no está y se presenta la oscura y dolorosa realidad mostrando lo que pudimos haber hecho pero no efectuamos; ya que estábamos demasiado ocupados en ascender la escalera del éxito, amasando grandes fortunas como para cuidar y atender una relación sumamente satisfactoria.

Otro ejemplo: cuando descubrimos que nuestro hijo es homosexual y con problemas de droga­dicción. En ese momento nuestra mente se inunda de imágenes: años que pudimos haber convivido con él, compartiendo sus temores y alegrías, construyendo una relación..., pero que no llevamos a cabo porque estábamos ganando nos el sustento, haciendo relaciones de importancia o, peor aún, viendo televisión.

Cuando surgen estas señales de alerta, muchos prefieren nunca enfrentarse con los temas cruciales de la vida y buscar las causas profundas para eliminarlas de raíz y cambiar. En lugar de ello recurren a una aspirina moral y el apósito espiritual de fácil aplicación para tratar el agudo dolor. Ese alivio temporal les da fuerza, misma que emplean para estar cada vez más' ocupados sin siquiera dete­nerse a reflexionar si lo que hacen es en verdad lo que más importa; no se dan cuenta de que si­guen dirigiendo su vida con un reloj, en lugar de encontrar una brújula que los oriente.

La clásica administración del tiempo se ocupa del chronos, palabra griega que define el tiempo cronológico. ¡El chronos se considera lineal y se­cuencia!. Aquí ningún minuto vale más que otro, ninguna hora supera a otra: es cuando ¡el reloj dicta, en esencia, el ritmo de nuestra vida!.Sin embargo, en el mundo existen culturas -por suerte- que enfocan el vivir desde una perspec­tiva diferente; se trata de una filosofía basada en el kairós, que podríamos traducir como tiempo apropiado o calidad de tiempo. Éste se debe experimentar, es exponencial, existencia!. La esen­cia del kairós reside en el valor que se obtiene de él, más que en la cantidad del chronos que en él se invierte.

Creo poder explicarme más fácilmente si comparo estas dos perspectivas en un par de preguntas: ¿Qué tal te la pasaste en esa reunión?, es muy diferente a preguntar ¿cuánto tiempo estuviste en esa reunión? Me parece fascinante lo­grar entender esta diferencia. Tengo un gran amigo, alguien muy cercano a mí, que ya no que­ría seguir su carrera de médico. Todo iba aparentemente bien durante los primeros años de estudio, pero cuando llegó al internado, se convenció plenamente de que la medicina no era lo suyo y anhelaba dejar la carrera. El día que lo comentó con sus padres, la Revolución Francesa se quedó corta, la noticia fue motivo de gran discordia y separación con su padre, quien era médico y había fincado sus ilusiones en la brillante carrera de su hijo como galeno. Mi amigo tomó esa decisión tan sólo a un año y tres meses para titularse  y su padre incluso llego a decide que lo echaría de la casa si no terminaba la carrera (como sutil método motivacional). Después de una, discusión acalorada, su padre llegó a decirle: "Mira, trato de entenderte aunque no pueda. Te invito a que termines tu carrera y en el momento que obtengas tu título haces lo que quieras. ¡Ca­ray!, ¿qué son los 15 meses que te faltan? Termina tu internado y haz tu servicio social en algún poblado, lo más cercano a la casa, y verás que pronto quedará todo olvidado", Mi amigo; cuando escuchó ¿qué son 15 meses...?, se quedó pas­mado ante la ligereza con que su padre percibía esa descomunal y gigantesca cantidad de tiempo. ¿Qué pasó ahí? ¿Quién cree usted que tuvo la razón  El hijo, al no soportar padecer ni un solo  día más esa tortura existencial, o el padre, quien lo invitaba a que acabara la carrera para no echar por la borda los cuatro años y medio que ya había estudiado.

Pues el hijo tenía de su parte la razón. Él era quien experimentaba el kairós del tiempo, mientras que su padre sólo veía el chro­nos del mismo y así le parecían muy poco 15 me­ses o desde ese momento, el distanciamiento entre mi amigo y su padre se hizo inaproximable por siempre. En conclusión: la auténtica empatía sólo se sucede en el kairós. Cuando logramos entender el mundo de significados de otra persona, dos espíritus se encuentran y, así, realmente pueden dialogar en un mutuo crecimiento para encontrar lo mejor. Historias como la que acabo de escribir hay muchas.

Estoy seguro de que usted tiene en mente alguna similar, momentos difíciles de la gente cuando deja a un lado su kairósexistencial y alegría por vivir, sacrificándolo por un chronos que le dejará más dinero o le dará ese puesto que le conviene, aunque no le guste y no le satisfaga. Es cuando alguien prefiere un trabajo mejor re­munerado, donde gane más dinero, aunque se desgaste emocionalmente por hacerlo, aunque lo sufra; al fin que lo que importa es hacer dinero. Que triste realidad viven las personas así. Por eso hay tanta gente con dinero, pero miserable y des­dichada también. En mi consulta particular 10 he podido constatar en un sinnúmero de ocasiones. Hombres y mujeres que me visitan con graves síndromes depresivos precisamente como aquel en que cayó mi amigo por terminar su ca­rrera, con intentos de suicidio, no obstante que tienen mucho dinero. ¿Ha conocido gente así?

Aprender a vivir es un arte que se logra día con día, y nunca hay una ceremonia de graduación. Sin embargo, puede haber fiestas de alegría por aprender a vivir y compartir la emoción que genera saberse dirigir con brújula y reloj en ma­no. Escribí esta reflexión con el firme propósito de ayudado a escapar de la tiranía del reloj e in­vitarlo a descubrir su brújula. Ésta lo capacitará para vivir, amar, aprender y dejar un enorme y duradero legado de alegría por existir. Busque intensamente lo mejor para usted y para la gente que ama, reclámese a sí mismo y, como un ave fénix, levante el vuelo con el poder de la congruencia  entre lo que desea y hace, entre sus valores y sus acciones. Vivir así, tener la fortuna de elegir lo mejor y actuar en consecuencia, son razones de gran peso para consolidar, por siempre, su... ¡Emoción por existir!

Con la esperanza de que encuentre y genere su destino, le deseo la mayor alegría por vivir. No se pierda la única y temporal oportunidad que Dios nos dio para pasar por este mundo y disfrutar de las maravillas que nos ofrece, amando y compartiendo.

Del Taller de Autoestima de Juan Carlos Fernández. Capitulo 62 - Volumén 2