Uno de los grandes kabbalistas solía hablar por horas mientras enseñaba.
Un día, se paró frente a su clase en completo silencio durante un periodo de tiempo considerable. Cuando sus estudiantes le preguntaron por qué lo hacía, él respondió: “A veces, no hay palabras”.
Al silenciarnos a nosotros mismo y a nuestra mente, podemos escuchar mejor las respuestas que el universo intenta darnos.
Yehuda Berg
Afinación Diaria de la Conciencia de la Kabbalah