Ley de atracción: La juguetería es toda tuya, toma todo lo que deseas.

Ley de atracción: La juguetería es toda tuya, toma todo lo que deseas.


Parte anterior del Capítulo 94: LEY DE ATRACCIÓN
1.- ¡No, eso no!.

La juguetería es toda tuya

Imagina que te conviertes de pronto en un niño que anda suelto por la juguetería más grande y mejor surtida que hayas visto jamás en este ancho y amplio mundo, y que te dicen que puedes tomar lo que desees. iGuau! Eso va más allá de nuestra imaginación. Sin embargo, así es nuestro universo: una gigantesca juguetería de la cual podemos tomar lo que queramos para jugar con ello. Está ahí todo para que lo tomemos, o en espera de ser creado. Todo lo que tenemos que hacer es seeeeentir lo que queremos y magnetizarlo, atraerlo hacia nosotros.

Por ejemplo, digamos que en nuestra juguetería mágica hay ¡Un fantástico nuevo empleo que te está esperando!. O tal vez encuentres ahí mismo tu próxima casa, con todos los lujos inimaginables y con más aparatos electrodomésticos de los que jamás hayas visto. A la vuelta de la esquina hay también una nueva y maravillosa relación (o una vieja relación renovada). Ha también, hay a tu disposición, un nuevo cuerpo, totalmente reformado, y con las medidas adecuadas.

¡Eso es espléndido! Pero, ¿de dónde te van a llegar todas esas rosas maravillosas? ¿Te van a caer del cielo, o serán un regalo de m ángel guardián? No, van a salir de ti mismo. Para poder obtenerlas, todo lo que tienes que hacer es desearlas con una intensidad que proceda de lo más profundo de tu ser, con una intensa vibración de "sentirte bien".

Viejas creencias oxidadas

Para nosotros, es difícil aceptar la idea de que lo que ha sido nuestra vida no tiene absolutamente nada que ver con lo que puede ser. Eso es diametralmente opuesto a cómo pensamos que funcionan las cosas. Sin embargo, lo que ha sido -o lo que sea que tengamos frente a nosotros en este mismo momento-, es sólo el resultado de cómo hemos dejado fluir nuestras energías anteriormente, y no de "la forma en la que son las cosas".
Lo que ha sucedido en nuestras vidas, no es producto de algo o de alguien "fuera de nosotros", tampoco es el resultado de la buena o la mala suerte, mi abuela decía: “Hay personas que nacen con estrella y otros estrellados”, o de ser una buena persona, de ir a la iglesia, de ser una persona recta o una mula terca. Lo que nos ha pasado no tiene nada que ver con la familia, el gobierno o la escuela ó la empresa donde estoy.

Lo que ha ocurrido en nuestra vida es el resultado directo del lugar en el que ha estado nuestro enfoque. Y la mayor parte de nuestro enfoque procede de creencias anticuadas, de esas filosofías que huelen a rancio y que nos metieron en la cabeza, o que hemos aceptado a pie juntillas como la realidad, desde que éramos bebés. Nos atiborraron con ellas y todavía están ahí: patrones arcaicos de pensamiento sobre lo que consideramos que es la realidad, patrones de pensamiento que francamente deberían estar en el bote de la basura.

Los psicólogos las llaman introyecciones, suena como inyecciones ¿verdad? Y casi así nos fueron inculcadas, se identifican fácilmente porque son creencias que tenemos que comienzan con: “Tengo que…..” a diferencia de aquellas que comienzan con “Quiero que…”. En términos generales, las primeras son del  tipo de viejas creencias enmohecidas, son nuestro mayor obstáculo para crear ciertas situaciones que nos proponemos, porque aparecen y nos detienen cada vez que pensamos que nos gustaría tomar otra dirección.

Otras proceden de nuestro autoconcepto, que por cierto también aprendido de lo que nos dijeron que valíamos  Ya sabes a lo que me refiero: tú piensas que te gustaría conseguir un nuevo empleo, y entonces surge el reclamo del pensamiento, cargado emocionalmente, de: "Pero no puedo, porque......, ó un automóvil nuevo: "Pero no puedo, porque...",  ó una nueva relación: "Ay, no, no, REALMENTE no puedo," porque...

Son los valores y conceptos éticos de nuestros ancestros respecto a "deberías" y "si sólo"; ya "lo correcto" y "lo incorrecto". Son filosofías anticuadas de nuestras religiones que nos dicen que no podemos tener una vida mejor hasta que nos vayamos de aquí, o que "sólo por medio del sufrimiento podemos esperar alcanzar el reino de Dios". Son convicciones acerca de logros y de éxito, de trabajar y ganarnos la vida. Son creencias que nos han impulsado a buscar siempre lo malo que hay en todo, convencidos de que debemos encontrar formas de arreglar las cosas antes de poder avanzar: el trabajo, el medio ambiente, nuestra pareja, el gobierno, nuestros hijos y, sobre todo..., a nosotros mismos.
"Tengo que arreglar esto, tengo que arreglar aquello, tengo que arreglar esto; no lo quiero de esta manera; no me gusta de esta manera; tengo que arreglar esto." Es un enfoque de vida basado en que las cosas están mal y hay que arreglar como visión de vida. Sin embargo, tal vez nuestras creencias más perniciosas son las que más nos agradan, como la de echar la culpa de todo lo que nos sucede a los demás, a nuestros empecinados dirigentes, a nuestros familiares alcohólicos o a nuestros antipáticos jefes.

Culpamos, con la constancia del sol naciente, pensando que no hay nada de malo en eso porque así es como funciona el mundo. Estamos convencidos de que culpar nos hace sentir mejor y nos libera de los desastrosos resultados, así que lo seguimos haciendo todavía más, sin tener idea de cuán destructivas han sido -y están siendo- dichas vibraciones negativas para nuestra vida.

Pero aquí están las buenas noticias: sin importar lo que el desfile actual de psicólogos y consejeros digan en contra, no tenemos que hurgar en toda esa inútil basura para hacer que la vida funcione a nuestro favor. Con unos cuantos sencillos trucos del oficio y la conciencia de que realmente no hay más dificultad que prestar atención a cómo estamos sintiendo,aprenderemos fácilmente a superar esas viejas ideas, anticuadas, que nos mantuvieron prisioneros durante tanto tiempo, viviendo una ida difícil que siempre pensamos que era perfectamente normal.

Continuará...

Del Taller de Autoestima de Juan Carlos Fernández. Capitulo 94 Volumén 2