El Arte de las Relaciones Humanas II

El Arte de las Relaciones Humanas II


“La ternura emerge del hecho de que dos personas que al igual que todos los individuos, anhelan sobreponerse a la separación y al aislamiento que todos heredamos porque somos  individuos, pueden participar en una relación que, por el momento, no es de dos personalidades aisladas, sino una unión” - Rollo May

He visto recientemente cómo se han incrementado en nuestro país de manera muy importante y cada vez mayor los anuncios en los periódicos que ofrecen el servicio de "escuchar" los problemas personales de otros, anuncios de números telefónicos donde cualquiera puede encontrar compañía en momentos de soledad, y por supuesto que me he encontrado con anuncios de que ese amigo sólo será suyo, pero claro, eso mientras usted pueda seguir pagando el servicio.

Así mismo, he tenido la oportunidad de conocer a muchas personas en cuya casa, departamento u oficina jamás se apaga el radio o la televisión. "Es una compañía". Claramente me han dado ese argumento ante mi pregunta de por qué mantienen un radio o televisión encendidos por tanto tiempo.

Son tantas las consultas que doy en las que se me habla del dolor, del aislamiento y la soledad, de la melancolía y depresión, y del vacío de una vida en la que no hay nadie más, que me han invitado a compartir este tema en donde la pregunta en común es: ¿Cómo puedo establecer relaciones y mantenerlas vivas, con amor y por mucho tiempo?

Pues bien, la respuesta a esa pregunta es uno de los principales objetivos de todo este libro y de todos los que le seguirán dentro de la colección NUEVA CONCIENCIA. Mentiría si le dijera que tan sólo con leer este capítulo y aplicar lo que se dice en él, lo lograra satisfactoriamente. Nada más lejos de la verdad. Lo que tiene en sus manos en este preciso momento, incluso mientras lo está leyendo ahora mismo, no es sino un ligero asomo al apasionante mundo de las relaciones humanas, y lejos de ser una fórmula perfecta, es tan sólo fruto de mi más auténtico interés por compartir con usted una pequeña ayuda con la esperanza de que le sea útil, al igual que me ha sido a mí y a muchas personas que han ingresado al mundo de una NUEVA CONCIENCIA.

La evolución de nuestra sociedad nos ha llevado a grandes avances e importantes cambios. Sin embargo, debemos estar conscientes de la forma en que varios de ellos nos han alejado del ser humano sin percatamos de ello fácilmente. Por ejemplo, incluso las compras cotidianas de antaño (por lo menos eso me platica mi abuelita y en ocasiones mis papás de cuando vivieron su infancia) ofrecían a las personas la oportunidad de relacionarse. No se contaba con los enormes y eficientes supermercados de hoy en día en donde se pueden hacer todas las compras de una sola vez. A mí mismo me tocó la experiencia de vivir la evolución de un restaurante de hamburguesas en donde, hace varios años, uno debía relacionarse por lo menos con el dependiente. Al compararlo con los restaurantes que hoy en día se pueden encontrar en donde ni siquiera es necesario hablar con nadie, basta con tocar la pantalla de una computadora al final de la fila. Ningún contacto humano es necesario.

Todo esto nos ha llevado a un sentimiento colectivo de aislamiento; sin embargo, no todo está perdido en la evolución. Simplemente hay que aprender a redirigir nuestra comunicación en la era que nos tocó vivir. Debemos reaprender a generar el nexo sociológico más antiguo de la humanidad: la Amistad.

Comunicación: Pieza clave de la relación

Dentro de las grandes ironías que he percibido de nuestra vida actual es que nosotros, el género humano, hemos desarrollado sistemas de comunicación que permiten que desde la Tierra, el hombre hable con el hombre en la Luna. Hemos desarrollado sistemas de comunicación asombrosamente eficientes como lo es la telefonía celular digital, los radiolocalizadores vía satélite, la navegación por el ciberespacio de Internet, las video teleconferencias, la comunicación sin fronteras, etc. Sin embargo, y a menudo al mismo tiempo, una madre no puede hablar con su hija; un padre, con su hijo, la clase obrera, con la gerencia, o... usted, con su pareja.
En una amistad, como en cualquier relación humana, la comunicación es el arte de hablar unos con otros, de decir lo que sentimos y lo que nos proponemos, de expresarlo con claridad, escuchando lo que la otra persona nos dice y asegurándonos de haber escuchado con atención para lograr esa habilidad de mantener una relación de amor.
De esta manera, le puedo compartir que el primer desafío que encontramos en nuestras relaciones humanas es el hecho de ponemos en contacto con nuestros propios sentimientos y posteriormente comunicarlos a la persona que nos interesa.
La traducción de la figura anterior es: “Tú siempre te quejas de que no sé mostrar mis emociones, así que hice estos señalamientos”.
Realmente eso parece sucederle a la mayoría de las parejas que he podido consultar y, también a lo que he podido experimentar en mi propia persona, ocasionalmente. ¿Acaso le ha pasado algo similar en alguna ocasión? ¿Ha experimentado la necesidad de comunicar un sentimiento y no saber cómo hacerlo? Si su respuesta es afirmativa (como en la inmensa mayoría de las personas), pues tenga en cuenta de que esa es una de las principales dificultades que afrontamos los seres humanos en cuanto a nuestro poder de comunicación. Varias veces sabemos perfectamente bien que sentimos algo, pero no podemos expresarlo fácilmente. Me gustaría darle un pequeño pero poderosísimo consejo: “Entre más palabras conozca, más posibilidades de expresar sus emociones y sen­timientos”.

Créame. Mire usted, ¿recuerda lo que comentamos en el capítulo anterior en donde quedaba claro que nuestra voluntad sólo puede elegir opciones que le presenta nuestra inteligencia?; pues me refiero a lo mismo en este aspecto del lenguaje. Si usted tan sólo sabe ciertas palabras que etiquetan nuestras emociones, por ejemplo: alegría, tristeza, ansiedad, euforia, angustia, etc., pues son tan sólo esas (las que usted conozca) las palabras que su cerebro utilizará para todas las emociones que perciba. De tal suerte que cuando experimente una emoción nueva en su vida, si no conoce las palabras, simplemente dirá: “...no sé qué siento, pero siento bonito...”, en un alarde de su vocabulario. Por favor, créame, esto es más importante de lo que parece en estas simples líneas que lee. El poder de las palabras es enorme. Todo lo que podamos expresar mediante el don y el poder de la palabra afectará indudablemente a quien se lo decimos (incluyendo lo que usted se diga a sí mismo).

Ese poder de influencia a través de la palabra es el que usamos todos los seres humanos cada vez que nos comunicamos con alguien. Aquí es donde más se pone de manifiesto el desafío de vivir en la virtud, precisamente la virtud cardinal de la Prudencia; esa actitud constante de la inteligencia para actuar como y cuando debo, para decir cómo y cuándo lo deba. Es precisamente ahí donde diariamente tenemos la oportunidad de mejorar, de comunicamos. Por favor: ¡No tenga miedo a mostrar sus sentimientos!. Sé que en la inmensa mayoría de los casos usted se ha dicho: “...no vuelvo a ser bueno, me vieron la cara y no me volveré a dejar...”, ¿Ha dicho algo parecido en algún momento, o acaso ha empeorado diciendo “no me vuelvo a enamorar”? Varias son las personas que me han dicho (y me lo han dicho con mucha fuerza en sus palabras): “...Dr. Ariza, quiero que sepa que yo ya no voy a amar, amar duele...”, ¡¡¡Falso!!! No es verdad que amar duela. Lo que puede llegar a doler es cuando ya no nos aman luego de haber  amado. Eso sí. Pero cuando se ama, en ese momento, en ese preciso lapso de nuestra vida, pues no duele nada; al contrario, todo es dicha, pasión y alegría.

Las personas no tenemos miedo a amar, tenemos miedo a sufrir una decepción posterior al amor. Pero, reflexione, si usted se ha propuesto no amar porque puede sufrir, pues en el momento en que lo dice ¡puede estar sufriendo porque no ama!. Qué irónico ¿no cree así? Creo que vale la pena “darse una oportunidad a usted mismo” para intentar de nuevo. El problema en que caemos muchas personas es que juzgamos una futura relación con base en nuestras experiencias, con base en nuestras relaciones pasadas, y llegamos a creer que todo será igual. ¡Caray!, eso significaría cerrar todo sentido de posibilidad.
Abra su corazón, diga lo que siente a quien más quiere antes de que sea demasiado tarde. Estoy plenamente convencido de que este proceso de aprender a comunicamos se puede aplicar con relativa facilidad, sólo depende de un gran factor: su decisión de aprender y actuar.


Del Taller de Autoestima Volumén 1 de Juan Carlos Fernández