¿Racional ó Emocional? parte 1/2

¿Racional ó Emocional? parte 1/2


"Si Ud. cree que tiene razón la tiene, Si Ud. cree que no tiene razón, no la tiene." -  Henry Ford. 

La primera vez que leí esta cita de Henry Ford, no la tome como cierta, tuvieron que pasar muchas cosas y aprendizajes para descubrir su gran profundidad: cada uno de nosotros establece su propia verdad de sí mismo y de la vida. Y eso es precisamente lo que vamos a tratar en éste capítulo.

Existen varias teorías y escuelas respecto a cómo se forma la personalidad, unas son determinantes, piensan que el ser humano nace con una carga de herencia predispuesta por la genética a ciertas características para toda su vida; la corriente opuesta ve al ser humano como un pizarrón en blanco con la infinita posibilidad de escribir en él una nueva historia.  Es una realidad que los hijos tienen ciertos rasgos físicos de los padres, pero habremos exagerado en afirmar que ¿si el padre fue alcohólico,  también el hijo lo será?, ó ¿si los padres fueron estudiosos los hijos también lo serán?.

Por otra parte es una realidad como lo explica extraordinariamente Deepak Chopra la materia no es sólida, cada átomo que forma la materia el núcleo es sólo un pequeño punto flotando en energía, entonces la expresión de la materia es en realidad expresión de la energía vibrando a cierta frecuencia. Nuestros pensamientos y emociones son energía que vamos guardando en cada una de las células del organismo aún desde el vientre materno y lo continúa haciendo el resto de su vida, elevando el concepto de que no sólo el cerebro es el único lugar de nuestro cuerpo que guarda información.

Esto se confirma en las terapias de regresión, donde el terapeuta lleva al paciente a un estado de relajación semi-profunda y lo dirige a las diversas etapas de su vida con la finalidad de sanar vivencias traumáticas grabadas a nivel consciente y sub-conciente. En el caso de pacientes que fueron concebidos sin planearlos, resultado de un embarazo “accidental”, y peor aún que se intento abortarlos, expresan ese sentimiento de rechazo durante toda su vida, y en la terapia cuando comienza la exploración haciéndolos sentir las grabaciones de lo vivido dentro del vientre materno diciendo que no quieren nacer porque no los quieren, recuerdan que quisieron matarlos.

Si es una realidad que existen leyes de la genética, pero los estudios Gestalt demuestran como la formación de la personalidad esta generada por la influencia del entorno en el que se desarrolle, la familia, el lugar donde vive, la escuela, la iglesia, los amigos y las comunicaciones (televisión, lectura, música e Internet). Esto genera nuestra propia verdad, el auto concepto y nuestra filosofía de la vida, generando como resultado los pensamientos creencias y emociones con los que navegamos en la vida.

Todos tendemos a pensar que vemos las cosas como son, que somos objetivos. Pero no es así. Vemos el mundo, no como es, sino como somos nosotros o como se nos ha condicionado para que lo veamos. Cuando abrimos la boca para describir lo que vemos, en reali­dad nos describimos a nosotros mismos, a nuestras percepciones, a nuestros paradigmas. Cuando otras personas difieren de nosotros, de inmediato pensamos que algo extraño les ocurre.

Antes de seguir adelante, invito al lector a una experiencia intelectual y emocional. Observemos durante algunos segundos el siguiente dibujo

                               
¿Ve una mujer? ¿Cuántos años tiene? ¿Cómo es? ¿Qué lleva puesto? ¿En qué roles la ve?  Es probable que describa a la mujer del segundo dibujo como una joven de unos veinticinco años, muy atractiva, vestida a la moda, con nariz pequeña y aspecto formal. Si usted es un soltero, le gustaría in­vitarla a salir. Si su negocio es la ropa femenina, tal vez la emplearía como modelo.  Pero, ¿y si yo le dijera que está equivocado? ¿Qué pensaría si yo insistiera en que se trata de una mujer de 60 o 70 años, triste, con una gran nariz, y que no es en absoluto una modelo? Es el tipo de perso­na a la que usted probablemente ayudaría a cruzar la calle.

¿Quién tiene razón? Vuelva a mirar el dibujo. ¿Logra ver a la an­ciana? En caso contrario, persista. ¿No identifica su gran nariz gan­chuda? ¿Su chal?  Si usted y yo estuviéramos hablando frente a frente podríamos discutir el dibujo. Usted me describiría lo que ve, y yo podría ha­blarle de lo que veo por mi parte. Podríamos seguir comunicándonos hasta que usted me mostrara claramente lo que ve y yo le mostrara lo que veo.

Muestre el dibujo a otras personas y pídales por favor que le digan que ven, anticipo argumentos a favor de una bella joven en el dibujo ó una anciana narizona, haga la prueba.
Este ejercicio, en primer lugar, demuestra cuan poderoso es el efecto del condiciona­miento sobre nuestras percepciones, nuestros paradigmas. Si diez se­gundos pueden tener semejante efecto en el modo en que vemos las cosas, ¿qué cabe decir del condicionamiento de toda una vida? Las influencias que obran en nuestras vidas (la familia, la escuela, la Iglesia, el ambiente de trabajo, los amigos, los compañeros de traba­jo y los paradigmas sociales corrientes, como por ejemplo la ética de la personalidad) tienen un efecto silencioso e inconsciente en nosotros, y contribuyen a dar forma a nuestro marco de referencia, a nues­tros paradigmas, a nuestros mapas.

El experimento demuestra también que tales paradigmas son la fuente de nuestras actitudes y conductas. Al margen de ellos no podemos actuar con integridad. Sencillamente no podemos conservar­nos íntegros si hablamos y andamos de cierto modo mientras vemos de otro. Si el lector se encuentra entre el 90 por ciento que ve a la jo­ven en el dibujo compuesto cuando se lo condiciona para que así lo haga, sin duda le resultará difícil pensar en ayudarla a cruzar la calle. Tanto su actitud como su conducta con respecto a la figura tienen que ser congruentes con el modo en que la ve.

Esto plantea uno de los defectos básicos de la ética de la perso­nalidad. Tratar de cambiar nuestras actitudes y conductas es prácti­camente inútil a largo plazo si no examinamos los paradigmas bási­cos de los que surgen esas actitudes y conductas.

Este experimento perceptivo también demuestra cuan poderoso es el efecto de nuestros paradigmas sobre la manera en que interactuamos con otras personas y la vida misma. Cuando pensamos que vemos las cosas de manera clara y objetiva, empezamos a comprender que otros las ven de diferente manera desde sus propios puntos de vista, en apa­riencia igualmente claros y objetivos. «Uno se pone de pie en el mis­mo lugar en el que estaba sentado.»
De aquí que la Ley de atracción nos conceda lo que creemos.  Si creemos que el mundo es un lugar de sufrimiento de injusticia, de pocas oportunidades, así lo será. Sin embargo la creencia en la bondad, el amor, la prosperidad, de una vida digna, también así será para la persona que así lo crea.

Esto no significa que no existan hechos. En nuestro experimento, dos individuos inicialmente influidos por distintas imágenes condicionadoras miraban juntos la tercera figura. Miraban los mismos hechos (líneas negras y espacios blancos) y los reconocían como he­chos. Pero la interpretación que cada uno de ellos daba a esos hechos representaba experiencias anteriores, y los hechos carecen de signi­ficado al margen de su interpretación.

Cuanta más conciencia tengamos de nuestros paradigmas, mapas o supuestos básicos, y de la medida en que nos ha influido nuestra experiencia, en mayor grado podremos asumir la responsabilidad de tales paradigmas, examinarlos, someterlos a la prueba de la realidad, escuchar a los otros y estar abiertos a sus percepciones, con lo cual lograremos un cuadro más amplio y una modalidad de visión mucho más objetiva.

Pero, como de­muestra nuestro experimento, personas sinceras e inteligentes ven las cosas de modo distinto, pues cada una mira a través del cristal de su experiencia.

Quizá la conclusión más importante que puede obtenerse del experimento perceptivo pertenece al área del cambio de paradigma, que podría denominarse experiencia «¡Eureka!», y se produce cuando alguien finalmente «ve» de otro modo la imagen compuesta. Cuanto más apegada esté una persona a su percepción inicial, más poderosa será la experiencia «¡Eureka!». Es como si en nuestro interior de pronto se encendiera una luz.

Continuará...

Del Taller de Autoestima de Juan Carlos Fernández. Capitulo 84 Volumén 2