Cuando la maravilla del DAR se convierte en una pesadilla

Cuando la maravilla del DAR se convierte en una pesadilla


¿Eres codependiente?

Lo deseable -y enriquecedor- en la bendita “Comunidad Humana”, es que seamos generosos, dados. Dar enriquece, expande, beneficia, recrea... pero... ¿qué ocurre cuando deformamos? Pues, ¡damos por dar o a lo tonto y podemos ser codependientes!

Y... ¿Qué es un o una codependiente?

Quien da, sin sostener su vida, desde su pobreza interior --y a menudo exterior-- pone en riesgo su integridad, sus recursos emocionales, mentales, físicos y económicos.

Dar se convierte en una enfermedad: la atención se vierte en los otros, y se aleja de la sana autocomprensión, auto-observación y del sostén necesario de la propia vida.

¿Taaaanto así?
Sí... Taaanto así.

Cuando la maravilla del DAR se convierte en una pesadilla

La codependencia nos puede llevar a diversos tipos de bancarrota: hay quienes dan todo su dinero y pueden llegar a ser parias, vagando pobres y tristes por las calles. Hay quienes sufren tal quebranto emocional, que pueden terminar en un psiquiátrico. Hay quienes --en la borrachera seca de la codependencia, un ataque, un estado que nos separa de nosotros mismos y de lo que nuestro Poder Superior creó-- pueden chocar cuando conducen o crearse enfermedades terminales. Ansiedad extrema, falta de sueño, enfermedades relacionadas con el timo, hipoglucemia... son sólo algunos cuadros patológicos que produce la codependencia.

La codependencia está bajo la lupa de una organización tan importante como la ONU, en su Oficina de Salud. A través de escrutinios cada vez más finos y serios, se le está reconociendo como una enfermedad de las emociones, que se adquiere en la primera infancia y que ocurre por dos factores. Uno, entorno emocional del individuo que le resulta amenazante. Y, dos, pobre interpretación de la realidad del propio individuo, de tal suerte que las experiencias dolorosas le parecen extremas y le producen estados mentales y de ánimo que densifican su experiencia de vida. La tristeza, el afán de controlar a otros, la frustración por no lograrlo... son sólo algunos de los estados permanentes de conciencia emocional y mental de los individuos que la padecemos.

Cerebro... Luz y sombra

Es una enfermedad que media en el cerebro. En su porción más profunda. En la Zona Ventral, donde tienen asiento las emociones. En esa zona, se encuentra el Circuito de la Recompensa, también conocido como Circuito del Placer. Dicho circuito ya está bien reconocido por la ciencia. Por cierto, fue la mexicana Nora Volkov --quien ahora dirige la Clínica contra Adicciones norteamericana, a nivel nacional--, quien lo descubrió y asentó en la comunidad científica mundial.


En su expresión luminosa, nos ayuda a apreciar la belleza, a saborear la comida que nos gusta, a maravillarnos con un paisaje, a sentir la alegría de vivir por oler la tierra mojada --por ejemplo--. Los placeres de la vida. Los sencillos y cotidianos gustos, que nos hacen sentir dichosos.

Peeero, en su lado oscuro, el Circuito de la Recompensa se "desconchinfla" --se descompone y enferma-- cuando somos incapaces de refrenar los gustos y de postergarlos. Y entonces, queremos comer, ¡ahorita!, o fumar, ¡ya! Un alcohólico empieza a beber y se sigue. Un drogadicto, aumenta su cuota de consumo. Todo adicto quiere más de aquello que le trajo placer. Y, para no sentir el dolor normal que trae aparejado la vida (vivimos en un cuerpo físico y así va), se mete sexo, comida, diversión, distracción, sustancias. O bien, el caso de los codependientes, afán de controlar a otros.

Cuando la maravilla del DAR se convierte en una pesadilla

¿Soy codependiente?

¡Sí señor! Cuando queremos cambiar a otros que se sienten muy bien --o muy mal-- como están... que no quieren cambiar, que tienen un estatus quo inerme, para bien o para mal... ¡Enfermamos! Sí. ¡Adivinaste! De codependencia.

¿Sientes que tienes razón y te frustras porque no te hacen caso? ¿Vives las relaciones de los otros, como si ellos fuesen los malos, necios y tontos y tú el o la buena sacrificada, razonable? ¿Sientes angustia, sentido de amenaza, ansiedad y vives periodos de miedo? ¿Sientes resentimientos mal resueltos --o no resueltos-- de la infancia? ¿Haces cosas que al final te hacen preguntarte "Y yo, por qué hice eso"? ¿Te levantas triste por las mañanas? ¿Has perdido lugares de trabajo y sigues pensando que los demás están mal y tú eres la víctima? ¿Has perdido relaciones con tus familiares o te incomoda estar con ellos? ¿Eres incapaz de mantener relaciones amistosas duraderas?

La codependencia es la enfermedad del dolor. Del dolor que nos producen las conductas de otros. A nosotros, los codependientes, nos duele que los otros hagan cosas "incorrectas" y no permitimos que los demás aprendan de sus propios errores. Somos rescatadores y sentimos que tenemos que hacer mucho por los otros. Y ello nos puede llevar a dolorosas derrotas, pues nos damos cuenta de que nos fijamos excesivamente en los demás, mientras nuestra vida transcurre, y estamos ausentes de ella, sin vivirla. Autómatas. Robots. Como locos... arreglando la vida de otros. Muy triste la condición.

Si estás como loco o como loca detrás de un adicto a sustancias, o tratando de arreglar la vida de gente que está fuera de control (mi esposo, de bancarrota en bancarrota y yo tratando de componerle la vida y sustentando la casa, en todos sentidos, por ejemplo).

Inventario

Si haces un inventario honesto con base en las preguntas arriba citadas y te reconoces codependiente (no tienes que llegar a la bancarrota emocional y financiera, como yo... eso te deseo), tienes esperanzas enormes de balancear tu estado emocional porque existen grupos de recuperación que siguen la belleza de los Doce Pasos, literatura suficiente y modos diversos de sanar. La verdad, ¡malo!, cuando la codependencia no era tratada, ni reconocida y sólo nos conocían como gente "difícil" o como individuos "raros". Nunca nos sentíamos a gusto en donde estuviéramos y nunca lográbamos ser felices... ¡Puro dolor!

Autor Rocío Incera

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