El hijo rebelde

El hijo rebelde


Como detesto que me digan siempre ¡Aprende de tu hermano!
Como detesto que me digan siempre: ¡Aprende de Roberto! ¡Aprende de tu hermano! ¡Ah, pero si fueras como Víctor! ¡Habías de ser como el hijo del vecino! pero no.

Siempre las mismas palabras: ¡Tu profesión tu profesión será la que yo quiera! ¡Siéntate bien! ¡Saluda a tus padrinos! ¡Ah y mucho cuidado con que te vea fumando, o perdiendo tu tiempo en el billar! ¡Ya lo verás, ya lo verás bueno para nada! ¡Eres un inútil! ¡Ya me tienes harto!

Frustraciones, solamente frustraciones. Dolor, desconsuelo, órdenes, regaños. ¿Cuándo me van a dejar vivir en paz? ¿Cuándo seré como las aves, libres para volar en el cielo? ¿Cuándo seré como los peces, felices, felices en el mar? ¿Por qué siempre me tienen que comparar con los demás? ¿Por qué me tienen que imponer sus ideas, su religión, y hasta su forma de pensar? ¿Por qué siempre me tienen que someter a sus caprichos? ¿Por qué me agobian sin cesar?

Yo también como ustedes he deseado unos padres mejor preparados, más finos, más ricos, con mejor cultura, con más amor y sin embargo, los he aceptado como son: con todos sus defectos y virtudes.

Tú Papá, ¿cuántas veces nos has echado en cara la comida, la ropa, y hasta el techo que nos das? ¿Cuántas veces me has humillado delante mis amigos? ¿Cuántas veces me has golpeado delante de todos? Y a veces en la mesa, cuando tiro algo me dices que soy un inútil, me dices que soy un retrasado mental. ¿Cuántas veces a mí, que trato de entenderte me has maldecido? Y cuando en la escuela te dan alguna queja me dices que soy un tarado, y a veces hasta de idiota me has tratado.
Te olvidas Papá, que tú fuiste el que me trajo al mundo, y que tú eres mi espejo, mi retrato. Y tú Mamá, que tanto te lamentas bien que hablas mal de Papá cuando no está en casa, descargando entre nosotros tu neurosis, tus frustraciones, tus problemas de indignidad ¿Qué han hecho de sus hijos consentidos? ¿Qué de los sueños que un día se forjaron con nosotros? O acaso ¿No-más nos trajeron al mundo para demostrar que son humanos? ¿Qué han hecho de nosotros? No hagan que el odio y el rencor entre nuestros hermanos, sea peor que el de las propias fieras.

Y ustedes, los perfectos, los intocables, a los que no se les puede decir nada porque son padres, piensan, piensan que con insultos, humillaciones y desprecios vamos a ser los hijos de la perfección.

¡Qué equivocados están ustedes! Y no obstante con todos sus errores y con todos sus defectos, yo los acepto y los quiero como son. Entonces, ¿Por qué nunca nos comprenden?

Claro que estoy llorando soy un ser humano soy el hijo rebelde sí, soy el hijo rebelde del que tanto se han afrentado, soy esa vergüenza de la familia, de ese hogar que ustedes han formado.

Lloro porque los quiero, y me duele que ustedes no me comprendan, ni a mí ni a mis hermanos. ¿Es que acaso quieren robots en la familia? ¿Es que no puedo equivocarme nunca?

No! no quiero parecerme a mi hermano, ni al hijo del vecino, o al hijo de su compadre. Quiero ser yo, ¿entienden? Déjenme ser yo.

Quiero ser yo solamente, con mis defectos y con mis virtudes. Quiero ser como las aves en el cielo quiero ser como los peces en el mar.

Mis padres, mis padres no movieron ni los labios, solo se limitaron a escuchar.

Mi madre, reconoció sus errores en silencio, callada y sin hablar. ¡Tienes razón! ¡Tienes razón chamaco del demonio! Eres igual que yo y que tu Mamá. Ven a mí hijo, ven a mí que quiero abrazarte. Ya lo creo que en esta casa todo va a cambiar. Nada de gritos, nada de imposiciones, nada de tratar peor a los demás. Hay que acercarnos más a Dios, para olvidar rencores y recelos vamos a aprender a perdonar. Hay que dejar que sean nuestros hijos libres, libres como las aves en el cielo y felices, felices como los peces en el mar.

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