No puedo Vs. Elijo. ¿Cuál eliges tú?

No puedo Vs. Elijo. ¿Cuál eliges tú?


La «proactividad» definida

Al describir los principios básicos de la naturaleza del hombre, Frankl trazó un mapa preciso de sí mismo, a partir del cual empezó a desarrollar el primero y fundamental hábito de las personas que, en cualquier medio, son altamente efectivas: el hábito de la proactividad.

Si bien la palabra proactividad es ahora muy común en los textos de dirección de empresas, se trata de un término que no se encuentra en la mayoría de los diccionarios. No significa sólo tomar la iniciativa. Significa que, como seres humanos, ser responsables de nuestras propias vidas. Nuestra conducta es una función de nuestras decisiones, no de nuestras condiciones. Podemos subordinar los sentimientos a los valores. Tenemos la iniciativa y la responsabilidad de hacer que las cosas sucedan.

Examinemos la palabra «responsabilidad», en la cual encontramos alusiones a las palabras «responder» y «habilidad»: habilidad para elegir la respuesta. Las personas muy proactivas reconocen esa responsabilidad. No dicen que su conducta es la consecuencia de las condiciones, el condicionamiento o las circunstancias. Su conducta es un producto de su propia elección consciente; se basa en valores, y no es producto de las condiciones ni está fundada en el sentimiento.
Dado que por naturaleza somos proactivos, si nuestras vidas esta en función del condicionamiento y las condiciones, ello se debe a que, por decisión consciente o por omisión, elegimos otorgar a esas cosas el poder de controlarnos.



Modelo proactivo

Si nuestra elección es ésa, nos volvemos reactivos. Las personas reactivas se ven a menudo afectadas por su ambiente físico. Si el tiempo es bueno, se sienten bien. Si no lo es, afecta a sus actitudes y su comportamiento. Las personas proactivas llevan consigo su propio clima. El hecho de que llueva o brille el sol no supone ninguna diferencia para ellas. Su fuerza impulsiva reside en los valores, y si su valor es hacer un trabajo de buena calidad, no depende de que haga buen tiempo o no.

Las personas reactivas se ven también afectadas por el ambiente social, por el «clima social». Cuando se las trata bien, se sienten bien; cuando no las tratan bien, se vuelven defensivas o autoprotectoras. Las personas reactivas construyen sus vidas emocionales en torno a la conducta de los otros, permitiendo que los defectos de las otras personas las controlen.

La capacidad para subordinar los impulsos a los valores es la esencia de la persona proactiva. Las personas reactivas se ven impulsadas por sentimientos, por las circunstancias, por las condiciones, por el ambiente. Las personas proactivas se mueven por valores: valores cuidadosamente meditados, seleccionados e internalizados.

También las personas proactivas se ven influidas por los estímulos externos, sean físicos, sociales o psicológicos. Pero su respuesta a los estímulos, consciente o inconsciente, es una elección o respuesta basada en valores.

Como observó Eleanor Roosevelt: «Nadie puede herirte sin tu consentimiento». Y Gandhi dijo: «Ellos no pueden quitarnos nuestro autorrespeto si nosotros no se lo damos». Para empezar, lo que nos daña, mucho más que lo que nos sucede, es nuestro permiso, nuestro consentimiento a lo que nos sucede.

Admito que esto es muy difícil de aceptar emocionalmente, en especial si durante años y años hemos explicado nuestra desdicha apelando a las circunstancias o a la conducta de algún otro. Pero hasta que una persona no pueda decir, profunda y honestamente, «Soy lo que soy como consecuencia de mis elecciones de ayer», tampoco podrá decir «Elijo otra cosa».

Lo que nos hiere o daña no es lo que nos sucede, sino nuestra respuesta a lo que nos sucede. Desde luego, las cosas pueden dañarnos físicamente o perjudicarnos económicamente, y producirnos dolor por ello. Pero nuestro carácter, nuestra identidad básica, en modo alguno tiene que quedar herida. De hecho, nuestras experiencias más difíciles se convierten en los crisoles donde se moldea nuestro carácter y se desarrollan las fuerzas internas, la libertad para abordar circunstancias difíciles en el futuro y para inspirar a otros la misma conducta.

Frankl es uno de los muchos que pudieron desarrollar su libertad personal en circunstancias difíciles, para animar e inspirar a otros. Víctor Frankl dice que hay tres valores fundamentales en la vida: el de la experiencia, o de lo que nos sucede; el creador, o de lo que aportamos a la existencia, y el actitudinal, o de nuestra respuesta en circunstancias difíciles, como por ejemplo en enfermedades graves, que esto es lo más importante: El modo en que respondemos a lo que experimentamos en la vida.

Las circunstancias difíciles son oportunidades de cambio, que suelen dar origen a cambios de paradigma, a marcos de referencia totalmente nuevos, a través de los cuales la gente ve el mundo, descubrirnos fortalezas ó dones de nosotros mismos, cambiar la forma como se le ve la vida y como vemos a otros.

Tomar la iniciativa

Nuestra naturaleza básica consiste en actuar, no en que se actúe sobre nosotros. Esto nos permite elegir nuestras respuestas a circunstancias particulares, y además ¡nos da poder para crear las circunstancias!.

Tomar la iniciativa no significa ser insistente, molesto o agresivo. Significa reconocer nuestra responsabilidad de hacer que las cosas sucedan.

A lo largo de los años frecuentemente he tenido la oportunidad de asesorar a personas que querían conseguir mejores empleos; les he aconsejado mostrar más iniciativa: hacerse administrar tests de intereses y aptitudes, estudiar el mercado laboral, incluso los problemas específicos que afrontan las organizaciones, y que después elaboren una exposición efectiva para demostrar de qué modo sus capacidades pueden ayudar a resolver las dificultades de la organización. Esto se llama «venta de la solución» y es un paradigma clave tanto de éxito comercial, como personal.

La respuesta de las personas que he sugerido hagan lo anterior es que están de acuerdo que esto les ayudaría a mejorar su empleo y progresar. Pero,  muchas de ellas no toman la iniciativa para llevar esta recomendación a la práctica.

«No sé adonde ir para someterme a los tests de intereses y aptitudes.»
«¿Cómo estudiar los problemas de la industria y la organización? Nadie quiere ayudarme.»
«No tengo la menor idea de cómo se realiza una exposición efectiva.»

Muchas personas esperan que suceda algo o que alguien se haga cargo de ellas, no solo en su trabajo, sino que también en la vida misma.

Pero las personas que llegan a ocupar los buenos puestos y a lograr lo que desean de la vida son las proactivas, aquellas que son soluciones para los problemas, y no parte del problema, que toman la iniciativa de hacer siempre lo que resulte necesario, congruente con principios correctos, y finalmente realizan la tarea.

La proactividad forma parte de la naturaleza humana, y, aunque los músculos proactivos puedan encontrarse adormecidos, sin duda están en su lugar. Tome la decisión de hacerse cargo de su vida a partir de éste momento, no espere un momento de iluminación ó un mes de meditación, comience ¡¡Ya!!.

Desde luego, depende del nivel de madurez de la persona. No se puede esperar un resultado inmediato de quienes se hallan en una profunda dependencia emocional. Pero conforme se vaya haciendo conciencia y aceptando tomar las riendas de nuestra vida, resultará en mayor confianza cada vez más en sí mismas.

Actúe o deje que los demás actúen por usted

La diferencia entre las personas que toman la iniciativa y las que no lo hacen equivale literalmente a la diferencia entre el día y la noche. No estoy hablando de un 25 o 50 por ciento de efectividad; hablo de un 5000 por ciento de diferencia, en particular si esas personas son inteligentes, sensibles ante las necesidades de los demás y están siempre alerta.

Crear en nuestra vida el equilibrio de efectividad requiere iniciativa, uno mismo es quien tiene la responsabilidad de actuar. Si espera que los demás actúen sobre usted, actuarán sobre usted. Y las consecuencias en cuanto al desarrollo y las oportunidades dependen de que se siga una u otra ruta.

En una ocasión trabajaba con un grupo de personas de la industria de mantenimiento del hogar, representantes de veinte organizaciones diferentes que se reunían trimestralmente a fin de compartir sus números y problemas de una manera desinhibida.

Vivíamos en una época de gran recesión, y el efecto negativo en esa industria en particular era más grave aún que sobre la economía en general. Cuando empezamos, esas personas se sentían totalmente desanimadas.

El primer día, plantearon un interrogante: «¿Qué nos está sucediendo? ¿Cuál es la causa?». Estaban sucediendo muchas cosas. Las presiones ambientales eran poderosas. El desempleo se había generalizado, y muchas de esas personas estaban despidiendo a amigos para conservar la viabilidad de sus empresas. Al final del día, todos nos sentíamos aún más descorazonados.

El segundo día la pregunta fue: «¿Qué nos va a pasar en el futuro?». Estudiaron las tendencias ambientales con el supuesto reactivo subyacente de que éstas determinarían su futuro. Al final del segundo día estaban aún más deprimidos. Las cosas iban a ir peor antes que se pusieran mejor, y todos lo sabíamos.

De modo que en el tercer día decidimos centrarnos en la pregunta proactiva de «¿Cuál es nuestra respuesta? ¿Qué vamos a hacer nosotros! ¿Cómo podemos nosotros tomar la iniciativa en esta situación?». Por la mañana hablamos sobre control y reducción de costos. Por la tarde se habló sobre ampliar el mercado. Se aportaron profusamente ideas sobre ambas áreas, y después nos concentramos en cosas muy prácticas y factibles. Las reuniones concluyeron con un espíritu de excitación, esperanza y conciencia proactiva.

Los resultados de la conferencia de tres días, los resumíamos al final de cada día, respondiendo a la pregunta de «¿Cómo está el negocio?».

Primera día: lo que nos está sucediendo no es bueno, y las tendencias sugieren que será peor antes que mejore.

Segundo día: Lo que nosotros estamos determinando que suceda es muy bueno, pues controlamos mejor, reducimos los costos y ampliamos nuestro mercado.

Tercer día: El negocio está mejor que nunca.

Ahora bien, ¿qué diría a todo esto una mente reactiva? «Oh, vamos. Afrontemos los hechos. No pueden llevar más adelante este enfoque de pensamiento positivo y automentalización. Más tarde o más temprano tendrán que afrontar la realidad.»

Pero era un hecho que estábamos afrontando la realidad. Estábamos afrontando la realidad de las circunstancias del presente y las proyecciones respecto del futuro. Pero también afrontábamos la realidad de que teníamos el poder de elegir nuestra respuesta a las circunstancias y proyecciones. No afrontar la realidad hubiera sido aceptar la idea de que lo que sucede en nuestro ambiente tiene que determinarnos.

Las empresas, los grupos comunitarios, las organizaciones de todo tipo (incluso las familias) pueden ser proactivos. Pueden combinar la creatividad y los recursos de los individuos proactivos para crear una cultura proactiva dentro de la organización. La organización no tiene por qué estar a merced del ambiente; puede tomar la iniciativa para llevar a la práctica los valores compartidos, y alcanzar los propósitos compartidos de todos los individuos implicados.

Escuchando nuestro lenguaje

Dado que nuestras actitudes y conductas fluyen de nuestros paradigmas, si las examinamos utilizando la autoconciencia, a menudo descubrimos en ellas la naturaleza de nuestros mapas subyacentes. Nuestro lenguaje, por ejemplo, es un indicador muy fiel del grado en que nos vemos como personas proactivas.

El lenguaje de las personas reactivas las absuelve de responsabilidad.

«Ése soy yo. Yo soy así, eso es todo.» Estoy determinado. No puedo hacer nada al respecto.

«¡Me vuelvo loco!» No soy responsable. Mi vida emocional es gobernada por algo que está fuera de mi control.

«No puedo hacerlo. No tengo tiempo.» Me controla algo que está fuera de mí: el tiempo limitado.

«Si mi esposa fuera más paciente...» La conducta de algún otro está limitando mi efectividad.

«Tengo que hacerlo.» Las circunstancias u otras personas me fuerzan a hacer lo que hago. No tengo la libertad de elegir mis propias acciones.

Ese lenguaje deriva de un paradigma básico determinista. Y en su espíritu está transferir la responsabilidad. No soy responsable, no Puedo elegir mi respuesta.

Lenguaje Reactivo Lenguaje Proactivo
No puedo hacer nada
Examinemos nuestras alternativas
Yo no soy así
Puedo optar por un enfoque distinto
Me vuelve loco
Controlo mis sentimientos
No lo permitirán
Puedo elaborar una exposición efectiva
Tengo que hacer eso
Elegiré una respuesta adecuada
No puedo
Elijo
Debo
Prefiero
Si……..
Pase lo que pase

Un serio problema del lenguaje reactivo es que se convierte en una profecía de auto cumplimiento. Refuerza el paradigma de que estamos determinados y genera pruebas en apoyo de esa creencia. La gente se siente cada vez más impotente y privada de su auto control, alejada de su vida y de su destino. Culpa a fuerzas externas —a otras personas, a las circunstancias, incluso al horóscopo— de su propia situación.

Las personas de conciencia muy básica simplemente están a la defensiva ante la vida, decida que lo que la realidad que vive el día de hoy es de su propia creación; conciente ó inconciente; le guste ó no le guste; pero así es. Usted decide si lo mejor de su vida ya paso ó esta por venir.

Deseo disfrute el poder de la creación comenzando por aceptar su responsabilidad.

Del Taller de Autoestima de Juan Carlos Fernández. Capítulo 173 Volumén 2: Ser Proactivo