¿En qué te enfocas tú: amigos, pareja, familia, religión o en ti? parte II

¿En qué te enfocas tú: amigos, pareja, familia, religión o en ti? parte II


Identificando su propio centro

Pero, ¿dónde se sitúa usted? ¿Qué hay en el centro de su propia vida? A veces no es fácil darse cuenta.

Quizás el mejor modo de identificar su propio centro consista en examinar atentamente los factores que sustentan su vida. Si usted Puede identificarse con una o más de las descripciones que siguen, estará en condiciones de seguirla hasta el centro del que fluye, un centro que puede estar limitando su efectividad personal.

Lo más frecuente es que el centro real de una persona represente alguna combinación de estos y/u otros centros posibles. La mayor Parte de los individuos son en gran medida el resultado de una variedad de influencias que inciden en sus vidas. Según sean las condiciones externas o internas, un centro en particular puede activarse hasta que queden satisfechas las necesidades subyacentes. Entonces otro centro se convierte en la fuerza emergente.

Cuando una persona fluctúa de un centro a otro, el relativismo resultante es como avanzar en la vida subiendo y bajando por una montaña rusa. En un momento se está alto, en el momento siguiente bajo, y uno hace esfuerzos por compensar una debilidad sacando fuerzas de otra debilidad. No hay ninguna dirección consistente, ninguna sabiduría persistente, ninguna fuente constante de poder, ni ningún sentido del valor y la identidad personal, intrínseco.

Desde luego, lo ideal es crear un centro claro del que pueda obtenerse sistemáticamente un alto grado de seguridad, guía, sabiduría y poder, que haga posible la proactividad y dé congruencia y armonía a todos los aspectos de la vida.

Un centro de principios

Al centrar nuestra vida en principios correctos, creamos una base sólida para el desarrollo de los cuatro factores sustentadores de la vida.

Nuestra seguridad proviene entonces de saber que, a diferencia de otros centros basados en personas o cosas sujetas a cambios frecuentes e inmediatos, los principios correctos no cambian. Podemos depender de ellos.

Los principios no reaccionan ante nada. No enloquecen ni empiezan a tratarnos de otro modo. No se divorcian de nosotros ni se van con nuestros mejores amigos. No están ansiosos por conquistarnos. No pueden pavimentar nuestro camino con parches y remiendos rápidos. Su validez no depende de la conducta de otros, ni del ambiente ni de la moda del día. Los principios no mueren. No están un día aquí para irse al día siguiente. Están a salvo de incendios, terremotos o robos.

Los principios son verdades profundas, fundamentales, verdades clásicas, denominadores comunes. Son hebras estrechamente entretejidas que atraviesan con exactitud, consistencia, belleza y fuerza la trama de la vida.

Incluso entre personas o circunstancias que parecen ignorarlos, podemos sentirnos seguros sabiendo que son más grandes que las personas y las circunstancias, y que han triunfado durante miles de años, una y otra vez. Lo que es más importante, podemos sentirnos seguros sabiendo que estamos en condiciones de aplicarlos a nuestras vidas, con nuestra propia experiencia.


  
Nuestro conocimiento y comprensión de los principios correctos están limitados por nuestra propia falta de conciencia respecto de nuestra verdadera naturaleza y del mundo que nos rodea, y por el diluvio de filosofías y teorías tendenciosas que no guardan armonía con los principios correctos. Esas ideas se aceptarán durante una temporada, pero, lo mismo que en muchos otros casos anteriores, no habrán de durar, porque sus cimientos son falsos.

Somos limitados, pero podemos hacer retroceder los límites. La comprensión del principio de nuestro propio desarrollo nos permite escoger principios correctos con la confianza de que, cuanto más aprendamos, con mayor claridad podremos enfocar la óptica a través de la cual vemos el mundo. Los principios no cambian; la comprensión que tenemos de ellos, sí.

La sabiduría y la guía que acompañan a la vida centrada en principios provienen de mapas correctos, del modo en que las cosas son realmente, han sido y serán. Los mapas correctos nos permiten ver con claridad adonde queremos ir y cómo llegar allí. Podemos tomar nuestras decisiones usando los datos correctos que permitirán una realización posible y significativa.

El poder personal que surge de la vida centrada en principios es el poder de un individuo autoconsciente, inteligente, proactivo, no limitado por las actitudes, conductas y acciones de los demás ni por muchas de las circunstancias e influencias ambientales que coartan a otras personas.

La única limitación real del poder está constituida por las consecuencias naturales de los principios mismos. Podemos elegir libremente nuestras acciones, basándonos en nuestro conocimiento de los Principios correctos, pero no tenemos la libertad de elegir las consecuencias de esas acciones. «No se puede levantar una punta del palo s«i levantar también la otra.»

Los principios siempre tienen consecuencias naturales. Hay consecuencias positivas cuando vivimos en armonía con ellos. Las consecuencias son negativas cuando los ignoramos. Pero como esos principios se aplican a todo el mundo (se tenga o no conciencia de ello) esta limitación es universal. Y cuanto más sabemos de los principios correctos, mayor es nuestra libertad personal para actuar con sabiduría.

Al centrar nuestras vidas en principios intemporales constantes, creamos un paradigma fundamental de la vida efectiva. Es el centro que sitúa en perspectiva a todos los otros centros.

Recuerde que su paradigma es la fuente de la que fluyen sus actitudes y conductas. Un paradigma es como un par de lentes; afecta el modo en que lo vemos todo en la vida. Si miramos las cosas a través del paradigma de los principios correctos, lo que vemos será espectacularmente distinto de lo que se percibiría a través de cualquier otro paradigma centrado.

Para comprender rápidamente las diferencias que su centro determina, consideremos el ejemplo de un problema específico tal como aparece a través de los diferentes paradigmas. Mientras lee, trate de ir poniéndose cada par de lentes. Trate de sentir las respuestas que surgen de los diferentes centros.

Supongamos que esta noche ha invitado a su esposa a un concierto. Usted tiene las entradas, ella está entusiasmada. Son las cuatro de la tarde, en la oficina.

De pronto, su jefe le llama y le dice que necesita su ayuda durante unas cuantas horas para preparar una reunión importante que tendrá lugar a las 9 de la mañana del día siguiente.
Si usted está mirando a través de lentes centrados en el cónyuge o en la familia, su principal preocupación será su mujer. Tal vez le diga al jefe que no puede quedarse, y la llevará a ella al concierto, en un esfuerzo por hacerla feliz. Quizá sienta que tiene que quedarse para mantenerse en su puesto, pero lo hará de mala gana, ansioso por la posible reacción de su mujer, tratando de justificar su decisión y protegerse de la frustración o irritación de su esposa.

Si usted está mirando a través de una lente centrada en el dinero pensará sobre todo en las horas extras que le pagarán y en la influencia que puede tener en un ascenso potencial el hecho de que se quede a trabajar hasta tarde. Tal vez llame por teléfono a su esposa y le diga que tiene que quedarse, dando por sentado que ella comprenderá que los requerimientos económicos son prioritarios.

Si usted está centrado en el trabajo, probablemente piense en la oportunidad que se le presenta. Podría ganar algunos puntos con el jefe y ascender en su carrera. Tal vez se alegre de poder trabajar más de lo estipulado, como prueba de lo trabajador que es. ¡Su esposa estará orgullosa de usted!

Si usted está centrado en las posesiones pensará en las cosas que Podrá comprarse con lo que le paguen por las horas extras, o considerará las ventajas que obtendrá su reputación en la oficina por el hecho de que se quede a trabajar hasta tarde. Todos sabrán mañana lo noble, sacrificado y dedicado que es usted.

Si usted está centrado en el placer, lo probable es que rechace el trabajo y vaya al concierto, aunque a su mujer le hubiera gustado que se quedara a trabajar. ¡Usted se merece una noche de diversión!

Si usted está centrado en los amigos, su decisión se verá influida por el hecho de que haya invitado o no a algunos amigos a ir al concierto. O de que sus amigos de la oficina también se queden a trabajar.

Si usted está centrado en los enemigos, puede que se quede porque sabe que de ese modo obtendrá una considerable ventaja sobre una persona de la oficina que cree ser el principal recurso de la compañía. Mientras ella se divierte, usted estará trabajando como un esclavo, haciendo su propia tarea y además la de ella, sacrificando su placer personal por el bien de la compañía que ella se permite ignorar alegremente.

Si usted está centrado en la Iglesia, podría verse influido por los planes de otros miembros de la Iglesia que proyectan asistir al concierto, por el hecho de que algunos miembros de la Iglesia trabajen o no en su misma oficina o por la naturaleza del concierto (el Mesías de Haendel sería más prioritario que un concierto de rock). Su decisión podría también verse afectada por lo que usted piensa que haría «un buen miembro de la Iglesia», y por la circunstancia de que usted considerara el trabajo como «servicio» o como «búsqueda de riquezas materiales».

Si usted está centrado en sí mismo, sopesará qué le conviene más. ¿Sería mejor para usted salir esa noche? ¿O ganar unos puntos con el jefe? Su principal preocupación será el efecto que pueden ejercer en usted mismo las diferentes opciones.

Cuando consideramos los diversos modos de ver un hecho único, ¿puede sorprender que en nuestras interacciones encontremos problemas de percepción del tipo «joven/anciana»? ¿Comprende el lector cuan esencialmente nos afectan nuestros centros? ¿Cómo afectan nuestras motivaciones, nuestras decisiones cotidianas, nuestras acciones o, en demasiados casos, nuestras reacciones, nuestras interpretaciones de los hechos? Por ello resulta tan importante identificar el propio centro. Y si ese centro no nos permite ser personas proactivas, es fundamental para la efectividad operar los cambios de paradigma necesarios para crear un centro que sí lo haga.

Como persona centrada en principios, usted trata de tomar distancia respecto de la emoción de la situación y de los otros factores que influirían en usted, y evalúa las opciones. Atendiendo al todo equilibrado (las necesidades laborales, familiares, las otras necesidades que puedan estar involucradas y las posibles implicaciones de las diversas decisiones alternativas) tratará de llegar a la mejor solución, teniendo en cuenta todos los factores.

Ir al concierto o quedarse trabajando es en realidad sólo una pequeña parte del problema de tomar una decisión efectiva. Desde algunos otros centros podría hacerse la misma elección. Pero cuando uno parte de un paradigma centrado en principios existen varias diferencias importantes.

Primero, no actúan sobre usted otras personas o las circunstancias. Uno elige proactivamente lo que determina como mejor alternativa. Toma su decisión con conciencia e inteligencia.

Segundo, usted sabe que su decisión es más efectiva porque se basa en principios con resultados predecibles a largo plazo.

Tercero, lo que usted elige hacer fortalece sus valores vitales más profundos. Quedarse trabajando para superar laboralmente a alguien de la oficina supone pasar una noche totalmente distinta que si uno se queda porque valora la efectividad del jefe y desea auténticamente contribuir al bienestar de la empresa. Las experiencias que se sienten cuando uno pone en práctica las propias decisiones adquieren calidad y significado en el contexto de nuestra vida entendida como un todo.

Cuarto, usted puede comunicarse con su esposa y su jefe dentro de las fuertes redes que ha creado en sus relaciones interdependientes. Como es independiente, puede ser efectivamente interdependiente. Podría delegar todo lo delegable de la tarea, y terminar antes el resto.

Por último, usted se sentirá cómodo con su decisión. Sea cual fuere, podrá concentrarse en ella y disfrutarla.

Puesto que es una persona centrada en principios, ve las cosas de otro modo. Y como ve las cosas de otro modo, también piensa y actúa de otra manera. Tiene un alto grado de seguridad, guía, sabiduría y poder, que fluyen de un núcleo sólido y constante; por lo tanto, ha comenzado a tener una vida altamente proactiva y efectiva.

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Del Taller de Autoestima de Juan Carlos Fernández. Capítulo 175 Volumén 2: Empezar Con un Fin en la Mente